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Los universitarios La escuela del futuro



¿Cómo será la escuela del futuro?

Héctor de León



No se necesita ser adivino para reconocer que la escuela de un futuro no muy lejano, nada tiene que ver con la escuela mexicana de hoy. El cambio es tan radical, que difícilmente la podríamos reconocer. Es tan yermo el panorama educativo en la actualidad, que sólo un cambio radical podría salvar a la educación. Olvidemos el anquilosamiento de la Secretaría de Educación Pública; la corrupción imperante en el sindicalismo magisterial, en suma, el atraso del sistema educativo mexicano es tan evidente, que nos mantiene atados al siglo XX. Para cambiar, en México necesitamos nuevos liderazgos y la disposición total de los ciudadanos de ser otros. Una tarea casi imposible.

No encuentro una explicación lógica cómo, luego de sesudos ensayos, investigaciones, seminarios, encuentros y reuniones de expertos, no ha sido posible delinear los cambios estructurales que requiere el sistema educativo, para dar como fruto al nuevo educando, que hoy transita lentamente por la educación básica hasta llegar a la educación superior, con pobrísimos resultados. Al parecer no hay la menor duda de que la educación caminaba mejor en el pasado, como herencia de la escuela que devino poco después de la Revolución Mexicana, de ahí que perviva todavía el mito de la educación vanconcelista,  torrecista o reyecista, en una clara referencia a José Vasconcelos, Jaime Torres Bodet o Jesús Reyes Heroles, o bien, pensando en otros contados protagonistas de la educación pública.

Para avanzar en la idea del cambio, hoy en día la perspectiva apunta hacia las nuevas tecnologías y a la formación propia de los educandos. La gran transformación la vemos en la escuela diseñada de otra forma, lejos de la trillada aula tradicional y sin la figura del maestro, que a pesar de los adelantos sigue en su clásica figura de “dictador” y autoritario. La educación del futuro, para decirlo con simpleza, se contempla horizontalmente sin escuelas ni maestros.

Asombra ver todavía la construcción de aulas, repetidas hasta el cansancio en todos los niveles educativos, como espacios rectangulares, que aguardan incómodos muebles, la pequeña mesita infaltable para el profe, y tal vez una pantalla foxiana –aquel sistema multimedia que no sirvió para nada-. Poco ha sido el cambio, comparada la escuela con aquellas que heredamos hace siglos. Este paisaje arcaico, ya cambió y en México ni siquiera nos hemos percatado de los adelantos educativos en países que hace años estaban más atrasados que nosotros.

Aquí, por las condiciones sociales y geográficas favorables de Aguascalientes, ya debiéramos tener el diseño y proyectos de la escuela del futuro, pero no, nos hemos encasillados en problemas tan simples como el cobro de cuotas, la entrega de uniformes –otra necedad arcaica-, o las inscripciones dizque por cercanías de las escuelas, atormentados por otras cuestiones que trae aparejadas la Reforma Educativa, otro proyecto sexenal que cambiará, junto con el pomposo Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación. El horizonte para el auténtico cambio de la educación en México apunta para otro lado. (hmdeleon@terra.com.mx)

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