¿Murió en Aguascalientes o Viejo
y Enfermo en su Estado Natal?
El domingo 28 de septiembre de 1810, los insurgentes encabezados por el cura de Dolores, Miguel Hidalgo y Costilla, se veían impotentes para tomar la Alhóndiga de Granaditas, que servía de granero de la ciudad, donde estaban atrincherados los realistas, al mando del intendente Juan Antonio Riaño. El número de bajas insurgentes crecía a cada momento, “corriendo la sangre a raudales por la Bajada de Mendizábal”. Entonces, se escuchó la voz de un minero de 18 años de edad, ofreciéndose para quemar una de las puertas, a fin de facilitar el acceso de los alzados, naciendo así, la leyenda de “El Pípila”.
Quien afirmaba ser aquel personaje que la historia nos ha mostrado desde siempre que con una losa en sus espaldas y una antorcha en una mano, franqueó el paso a los insurgentes hacia el interior de la alhóndiga, se llamaba Juan José de los Reyes Martínez Amaro, minero de profesión, nacido en la villa de San Miguel el Grande (hoy San Miguel de Allende), el 3 de enero de 1782, bautizado el 6 de enero, Día de Reyes, a lo que debía su tercer nombre. Vivió en la ciudad de Guanajuato parte de su juventud, precisamente en el Callejón de Los Mandamientos, y se casó cuando tenía 16 años, en el mineral de Santa Ana, con una mujer de nombre Victoria, con la que procreó tres hijos: Manuel, Doroteo y Francisca, y vivió en el poblado de Mellado.
Fue perforista en la mina de San Juan de Rayas. Era un hombre de 1.72 metros de estatura, blanco, con pecas, fortachón, pelo castaño y con verrugas en el cuello, es decir, no moreno, como generalmente se le imagina. La losa que usó como escudo, y que debió medir unos siete dedos de grueso, la tomó de la banqueta de la hoy calle de Galarza; con ella en sus espaldas y armado con aguarrás y sogas que usaría como mechas, se arrastró unos 20 metros, en una lluvia de balas y aceite hirviendo, llegando a una de las puertas que da a la calle de Mendizábal, a la cual prendió fuego, facilitando la entrada de los insurgentes.
Respecto del apodo, “Pípila”, en Guanajuato se dice que lo tenía Juan José de los Reyes Martínez Amaro, porque su risa era parecida al sonido que producen los guajolotes, y a los guajolotes o pavos, se les llama “Pípila”, según coincide Angel Hernández Arias, director del Archivo Histórico del Estado de Aguascalientes. (Pípila, en México, pava, hembra del pavo: Diccionario Larousse).
Así las cosas, tenemos la versión de los historiadores que niegan la existencia del personaje que en una heroica acción apoyó a los insurgentes en la toma de la alhóndiga de Granaditas; pero por otra parte, tenemos la teoría de quien fuera cronista de la ciudad e historiador aguascalentense don Alejandro Topete del Valle quien, a su vez, no sólo rechazaba las versiones que niegan la existencia de El Pípila sino que, además, afirmaba que Juan José de los Reyes Martínez falleció en Aguascalientes, en el rancho El Maguey, en las proximidades de Valladolid, del municipio Jesús María, con lo cual señalaba que quien se decía ser El Pípila, y que murió a los 81 años de edad en Guanajuato, era un usurpador.
En El Maguey Creen en la Versión
Del Profesor Topete del Valle
En el rancho El Maguey, al que se llega por la carretera Jesús María-Valladolid o por el bulevar a Zacatecas, virando al poniente en la primera gasolinera que se localiza después de la comunidad Gómez Portugal o Margaritas, sí creen la versión del historiador de Aguascalientes, don Alejandro Topete del Valle, en el sentido de que ahí, en un batalla de los insurgentes con las tropas realistas, cayó abatido El Pípila, el hombre que incendió una de las puertas de la Alhóndiga de Granaditas.
La escuela primaria de El Maguey, lleva, precisamente, el nombre de Juan José de los Reyes Martínez –“El Pípila”, pero además, la comunidad reconoce como origen de ese nombre, el hecho de que ahí murió ese personaje. No entrevistamos a algún adulto, sino a un niño, Carlos Montañez Medina, quien recién (2002) concluyó su instrucción primaria en ese plantel y, orgulloso, refiere que el nombre de la escuela se debe a que “dicen que aquí murió El Pípila”.
En su “Historia de Aguascalientes” -cuya primera edición es de 1881-, Agustín R. González hace referencia al choque de las fuerzas insurgentes y realistas en el rancho El Maguey, mas no a la suerte corrida por El Pípila:
“Conocidos los sucesos de Acatita de Baján, después de los cuales, y con los pequeños restos del ejército independiente, el general licenciado D. Ignacio Rayón emprendió su atrevida marcha desde el norte hasta el sur de la Nueva España, derrotando en varios encuentros a los enemigos y tomando Zacatecas a viva fuerza. De este lugar se movió para Aguascalientes en donde había una fuerte guarnición que salió a impedirle el paso. Se trabó un combate en el rancho El Maguey, cinco leguas al norte de la población, y fue adversa la fortuna a Rayón, quien se vio obligado a tomar otro camino rumbo a Michoacán. Con el caudillo de la independencia venían D. Pedro Parga y otros hijos de Aguascalientes. En la batalla a que me refiero murió el señor Cosío, realista, padre que fue de D. Felipe y D. Luis”.
El Monumento al Pípila
Símbolo de Guanajuato
Por la Duda de su Existencia
Retiraron la Primera Estatua
Juan José de los Reyes Martínez Amaro, quien decía ser el hombre que cargó sobre su espalda la pesada losa que le permitió incendiar la puerta de la alhóndiga de Granaditas para que los insurgentes pudiesen tomarla, “murió a los 81 años de edad, víctima de silicosis y en la más espantosa pobreza, el 23 de julio de 1863”, según testimonios que se manejan en la ciudad de Guanajuato, donde evidentemente se ignora lo referente a la teoría de don Alejandro Topete del Valle, cuya documentación debe encontrarse en sus archivos que están en poder de su familia, y de lo cual hacemos mención en nota aparte.
Por muchos años, la alhóndiga de Granaditas fue cárcel municipal, y en la actualidad está convertida en Museo Regional al que el acceso, por lo que cobran no resulta fácil para todas las personas que quieren visitarlo. En algun rincón de ese recinto, se encuentra la primera escultura que se hizo para honrar la figura de aquel héroe, ficticio o real, según se concluya. Se trata de una estatua de yeso “de tamaño natural” (1.75 metros) que representa al Pípila, calzado con huaraches, vestido de manta, con una gruesa losa en sus espaldas y en la mano derecha una antorcha encendida.
En los años 30 y por espacio de tres décadas, la estatua estuvo instalada, a la vista del público, a la entrada de uno de los salones de ese Museo, llegando a ser conocida esa estancia como “Puerta del Pípila”, hasta que, a finales de la década de los 60, fue retirada dicha estatua, debido a que en los libros de texto gratuito se incluyó la versión de que el Pípila no existió, que ningún minero guanajuatense había quemado la puerta de la alhóndiga.
Sin embargo, sí se conservó el monumento al Pípila, que se había construido a mediados de los años 30 y que aún ahora corona el Cerro de San Miguel, en el que, después de la Independencia, todos los años se celebraba el Viacrucis en Semana Santa, subiendo la representación por el Callejón del Calvario. Esa tradición concluyó luego de la guerra cristera, por lo que el gobierno, que buscaba algo más representativo y permanente para Guanajuato, optó por la construcción del monumento, que ahora puede admirarse. Está compuesto por 7,650 bloques de cantera rosa y morada, que los artesanos extrajeron de los yacimientos de El Cubo y de la Presa de la Olla; la altura del Pípila es de 28 metros, de la antorcha al piso y la del monumento es de 18 metros.
La construcción del monumento comenzó el 5 de enero de 1935 y concluyó el 27 de septiembre de 1939, siendo inaugurado por el gobernador interino de Guanajuato, Luis I. Rodríguez.
El monumento es obra de Juan Fernando Olaguível, el escultor de la Diana Cazadora, de la ciudad de México, y el arquitecto fue Agustín Gutiérrez, ambos oriundos del D.F.
Para llegar al monumento, se recorre una estrecha escalera de 52 escalones, debiendo pasar por una réplica exacta, aunque no en tamaño, de la puerta que se supone incendió El Pípila y que fue reconstruida y permanece íntegra, en la Alhóndiga de Granaditas.
¿Existió el Pípila, o es Obra de la Ficción?
Topete del Valle Aseguraba que
Murió en El Maguey, Jesús María
Angel Hernández Arias Afirmaba
Que es sólo un Personaje Ficticio
De las entrevistas que, siendo reportero de El Heraldo tuve la oportunidad de hacer a don Alejandro Topete del Valle, historiador y cronista de la ciudad, recuerdo particularmente dos, publicadas, en exclusiva, en El Heraldo: en una, me dio la primicia del descubrimiento de que en el ala sur de la Catedral de Aguascalientes se encentran los restos de Juan de Montoro, fundador de la villa. Desde entonces, existe una placa alusiva, fácilmente visible; en la otra, me transmitió su regocijo porque había dado con los suficientes indicios para afirmar que Juan José de los Reyes Martínez –“El Pípila”-, había muerto, durante una escaramuza con las fuerzas realistas, en el rancho El Maguey, en el municipio de Jesús María y ubicado entre el bulevar a Zacateca y la comunidad Valladolid, cerca del balneario.
En consecuencia, don Alejandro Topete del Valle rechazaba la teoría existente en Guanajuato, en el sentido de que “El Pípila” había vivido hasta alcanzar una edad de 81 años.
Angel Hernández Arias, director del Archivo Histórico del Estado –que lleva e nombre del profesor Alejandro Topete del Valle-, comparte, a su vez, la tesis de que “El Pípila” es sólo una leyenda. Empero, la existencia de “El Pípila” es un tema polémico y los historiadores no acaban de ponerse de acuerdo al respecto.
El Pípila, entre la Realidad
la Historia y la Ficción
Según el entonces director del Archivo General del Estado de Guanajuato, Isauro Rionda Arreguín, El Pípila sí existió, según su relato sobre la toma de la alhóndiga de Granaditas, en el documento “El Pípila, héroe popular de la insurgencia”: —“El 28 de septiembre de 1810 entraron los insurgentes a la ciudad de Guanajuato y el pueblo entero los apoyó... Se inició el combate en las trincheras cercanas a los edificios fortificados, que pronto fueron tomadas por los enemigos. Los defensores de la Alhóndiga se replegaron y se metieron a esta. Murió Riaño* y cundió un pánico tal que ocasionó gran desorden entre los defensores. Los realistas se vieron obligados a abandonar la azotea y patio de la Alhóndiga, pues caía sobre ellos una lluvia de piedras lanzadas con hondas desde los cerros que flanqueaban el edificio. Los insurgentes pudieron aproximarse, cercando el castillo y tratando de penetrar en él, pero se toparon con las puertas bien cerradas”.
Según Rionda Arreguín, el primer historiador que contó la hazaña de El Pípila fue Carlos María de Bustamante: «El general Hidalgo, convencido en la necesidad de penetrar en el interior de Granaditas, nada omitía para conseguirlo. Rodeado de un torbellino de plebe, dirigió la voz a un hombre que la regenteaba y le dijo: “Pípila, la patria necesita de tu valor, ¿te atreverás a prender fuego a la puerta de la Alhóndiga?” La empresa era arriesgada, pues era necesario poner el cuerpo en descubierto a una lluvia de balas; Pípila, éste, lépero, sin titubear dijo que sí. Tomó al intento una losa ancha de cuartón, de las muchas que hay en Guanajuato; púsosela sobre su cabeza, afianzándola con la mano izquierda para que le cubriese el cuerpo; tomó con la derecha un ocote encendido, y casi a gatas, marchó hacia la puerta de la alhóndiga, burlándose de las balas enemigas”.
En su obra “Resumen histórico de la revolución de los Estados Unidos Mejicanos, Pablo de Mendíbil acepta absolutamente la narración de Bustamante.
Por su parte, Lorenzo de Zavala no menciona en sus escritos el hecho de El Pípila, y José María Luis Mora dice que Hidalgo ordenó que incendiaran la puerta a toda costa, pero no reconoce al personaje.
La versión de Lucas Alamán, testigo presencial de los hechos, es diferente y afirma que la existencia de El Pípila es una mentira de Carlos María de Bustamante: “los insurgentes quemaron la puerta”.
Muchos son los testimonios a favor y en contra de la acción de El Pípila y grande la necesidad de los hombres de rendir culto a los héroes del pueblo.
(Martha Alicia González Negrete, El Nacional, Guanajuato, lunes 28 de septiembre de 1998)
*Riaño Juan Antonio, defensor de la Alhóndiga, que entonces servía de granero de la ciudad.
.
0 Comentarios