Los universitarios
¡Gracias, Maestro!
Héctor de León
Qué se puede decir del profesor J. Refugio Esparza Reyes que no se haya dicho o escrito. Fue un hombre sencillo y humilde en toda la extensión de la palabra. En su época de gobernante, muchos no le reconocían sus virtudes de hombre bueno y honesto como el que más. Aun hoy, después de su partida, muchos otros no alcanzan a comprender porque su figura se engrandece. No se entiende cómo un hombre, orgulloso de su cuna humilde, destaque por ser uno de los gobernantes mejores que Aguascalientes haya tenido en toda su historia. Sus acciones, ahí quedan como ejemplo. Vivió sus 94 años a plenitud en cualquier posición en que le ubicó el destino. Fue un hombre agradecido con la vida y nunca se cansó de servir a los demás. Amó entrañablemente a su México y a su Aguascalientes. Además de hombre honrado, fue leal a sus convicciones ideológicas y leal a su familia, amigos y superiores, pero sobre todo a las instituciones del Estado mexicano. Fue un auténtico patriota, como aquellos grandes mexicanos que se fraguaron en la lucha de Reforma o en liberalismo que desapareció desde la mitad del siglo pasado. Hombres de su talla y de su mística quedan muy pocos. Tal fue la grandeza de un humilde maestro que llegó a calar en las fibras más sensibles de sus gobernados, sin estridencias, sin campañas manipuladas, sin poses ni dádivas, sin corifeos de aduladores. El maestro no necesitó de mayores armas más que la sencillez y la humildad.
Después de su gobierno, los aguascalentenses seguimos en deuda con él. En particular, los universitarios de la Autónoma de Aguascalientes tenemos saldos pendientes con el buen gobernante. Sabemos que la Universidad ha tenido la fortuna de contar con ilustres benefactores, pero el que encabeza la lista lo es el profesor Esparza Reyes, que como él lo dijera en una de sus últimas entrevistas, a la pregunta del por qué no le dio más a la Universidad, respondió llanamente: “Porque no me lo pidieron”. O sea, que si en aquellos tiempos en su carácter de gobernador, los universitarios le hubiéramos solicitado algo más, el ilustre profesor hubiera sido todavía un mar de generoso. Y es que los universitarios no olvidaremos que cuando fue oficial mayor del Departamento de Asuntos Agrarios, fue un factor determinante para llevar a cabo la expropiación de unas tierras pertenecientes a los ejidatarios de Los Pocitos y levantar al norte de la urbe, la esplendorosa Ciudad Universitaria una de las más bellas características de nuestra alma mater.
Pero la cosa no paró ahí sino que en noviembre de 1975, en una reunión con los universitarios, el gobernador Esparza, sin rubor ni temor, cedió a la Universidad el Hospital Civil “Miguel Hidalgo”. El profesor fue franco y depositó en los universitarios una de las más grandes responsabilidades: hacerlos vigilantes de la salud de los aguascalentenses, y esta confianza la Universidad la pagó con creces; la prueba es que se hizo del Hospital Universitario una de las mejores instituciones de salud en el centro de México. Asimismo, donó el auditorio Morelos para que los universitarios ejercitaran su cuerpo. Uno de los mayores logros, fue cuando se hizo ley que el Estado aportaría el 15 por ciento del presupuesto global de la Universidad. Faltaría enumerar las gestiones que hizo en favor de la educación. ¡Gracias maestro por su pasión y entrega al servicio de los demás! (hmdeleon@terra.com.mx)
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