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El Pozo Agrícola que Daba Peces

Toneladas de Peces Salieron de 

un Pozo Dedicado a la Agricultura



 

¿Un Lago a 234 Metros de Profundidad? 


Por Matías Lozano Díaz de León

 

Hace algunos años –en 1979 para ser exactos- de un pozo para uso agrícola estuvieron saliendo millares de peces durante varios días, provocando asombro entre los habitantes de un amplio sector rural, pero también gozo, porque inesperadamente
la Providencia les daba la oportunidad de diversificar su dieta. 

 

El escenario de este asombroso fenómeno lo fue el rancho “El Silogismo”, propiedad del señor Armando Adame Peñalosa y puesto entonces bajo el cuidado de su hijo, Armando Adame Robles. 

 

El rancho “El Silogismo” está ubicado dentro de los terrenos que fueron parte de la hacienda Buenavista, perteneciente al municipio Pinos, del estado de Zacatecas, y se localiza en el extremo cercano a los linderos con Jalisco, en las proximidades de Ojuelos. 



Los Adame compraron los restos de la hacienda Buenavista –ya hemos venido hablando de este sitio - en 1973, y en 1979 se registró el hecho que ahora narramos, y que conocimos por medio de las pláticas de mi padre, Severiano Lozano González (1921-1998), cuya vida en sus inicios transcurrió por aquellos lares. 

Jorge Alonso Díaz de León
Con los apuntes sobre esa historia, nos trasladamos a Buenavista, sabíamos y además, ampliamos nuestra información con las aportaciones de Jorge Alonso Díaz de León, quien atestiguó aquellas escenas. Guiados por él llegamos hasta el sitio donde se encuentra el pozo, y pudimos dialogar con quien desde entonces laboraba en esa granja y se desempeñaba como mayordomo, el señor Armando Rivera. 




Armando Rivera relataba a su vez que, en efecto, durante varios días estuvieron saliendo peces “por montones” del pozo agrícola cuya profundidad en aquel tiempo era de 234 metros. 

 

Lo que más sorprendía a todos, es que 
los peces, aún no siendo
 de gran tamaño salieran
 vivos, cuando lo obvio
 es que se destrozaran
 al pasar por la bomba,
tipo sumergible. De esa
 manera, los peces convertían la pileta de descarga en una enorme pecera, de donde eran transportados por las regaderas o zanjas a lo largo de las zonas de cultivo, llenando los surcos.  


“Hasta brillaban los canales de riego de tanto pescado”, contaba Armando Rivera, el mayordomo de los Adame. 


Prácticamente todos los habitantes de Buenavista, donde se encuentra “El Silogismo”, acudían atraídos por el fenómeno y  lo mismo hacían las familias de otras comunidades cercanas. 

Después de un número de días no precisado en que aquel pozo estuvo convertido en surtidor de carne de pescado, el fenómeno concluyó, de pronto, igual que como empezó, pero meses después se repitió, durante varios días. Nunca más ha vuelto a salir peces de aquel pozo. 


Armando Rivera, quien vivía junto al pozo que daba peces, recuerda que también de otra perforación, situada a escasamente un kilómetro, propiedad del mismo rancho, salían peces, pero no en las mismas cantidades. Este segundo pozo, marcado con el número AS3223 por la Secretaría de Agricultura, se localiza a escasos 30 metros del bordo de una presa construida en el tiempo de las haciendas. 


En la fecha de nuestra visita 
esa presa casi no tenía agua, y Jorge Alonso aseguraba que los peces no se filtraron de ese embalse hacia el manto acuífero. Los habitantes del rumbo, él entre ellos, lo hubieran notado. 


Reporte Político Policiaco, quincenario en el que originalmente se publicó esta historia, no recabó alguna opinión científica, y sólo expusimos el hecho objetivamente. Hemos considerado la posibilidad de la existencia de un lago subterráneo, pero los ojos y la coloración de la piel que tenían aquellos peces, no hacían dudar de que conocían la luz solar. 



El manto acuífero, por otra parte, no muestra un agotamiento importante, pues de 1979 a la fecha de la visita, en 2001, sólo se le habían agregado dos tramos de tubo a su columna, de seis metros cada uno. 


Cabe señalar que a corta distancia de Buenavista, según los Relatos de Severiano, en los cerros próximos a La Catalufa, una huerta de frutales que alcanzó gran esplendor, se escuchaba en la temporada de lluvias el fragor de las corrientes de agua en el subsuelo, y que inclusive la tierra se precipitaba a las profundidades, quedando en la superficie las peñas sostenidas entre sí

 


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