Chacuacos de las calderas que alimentaban de vapor todo el sistema |
Salvador Pedroza (Cervantes) Ramos Hizo el
Ultimo, Pero lo Despidieron y no lo instaló
Por Matías Lozano Díaz de León
Salvador Pedroza |
¿Usted contruyó el último silbato?
-El último, porque había uno muy bueno, ese se escuchaba de aquí a la Encarnación, a 40 kilómetros de distancia, pero se acabó la fuerza de vapor, metieron la fuerza diesel y se acabaron las calderas marinas que se tenían con bastante vapor para calentar las máquinas y “echarlas a volar” de volada, y como se acabó el vapor, se desmontaron las calderas y quitaron los silbatos; y los más chicos, esos yo los hice, hice dos o tres, hice varios.
Yo iba a hacer aquí (para la plaza de las 3 centurias) una réplica, pero me dijeron que ya no viniera y ya no vine. (Entrevista a don Salvador Pedroza (Cervantes) Ramos en el año 2002, para el Quincenario Reporte Político Policiaco -1997-2005-, antecesor de Cortando por Lozano).
Rpp.- ¿Quién le dijo que ya no viniera?
-Pues ahí, los jefes, y ya no vine.
¿Para que iba a ser esa replica?
-Iba a ser un silbato aquí, en el parque (Tres Centurias).
Hubo aquí un superintendente que se llamaba Rafael Rodríguez Familiar, quería que yo hiciera uno mejor que el que había, pero yo no hacía silbatos, yo era mecánico de máquinas diesel, pero antes de eso estaba trabajando en un departamento y le dijeron al mayordomo que había qué hacer un silbato, y como yo soy de los que nunca dicen que no, me preguntaron que si lo hacía. –Andale-, les dije-. Hice uno tipo órgano, como el de San Luis Potosí, nomás que con tubos de fierro; hice varios. En eso se fue Rodríguez Familiar, y le atribuyen que se llevó el silbato original, pero no es cierto; el silbato aquí se quedó, se lo robaron, pero yo, con eso de que tenía que quitar los silbatos para probar los otros, me fui fijando en las dimensiones, y el dato más curioso, que ninguno de los 6 mil trabajadores lo supo –usted los conoce, verdad, los silbatos; que nomás se ve el tubo- y las voces no se fija usted como están.
Aquí había también fundidores que hacían silbatos para las máquinas y les hacían las voces a 120 grados cada una, cada voz, nomás la longitud; una, la tercera parte del silbato, otra la mitad y otro el resto, todo lo largo, pero en realidad era de una sola voz, es decir, no variaba porque tenían los mismos grados.
Entonces, ya cuando bajamos el silbato grande, le corté un pedazo a ver si subiéndole la altura donde pegaba el aire pitaba, porque no pitaba por falta de presión de vapor; dije, a ver si cortándole se alcanza a oir, o aumenta el ruido, y me di cuenta de la graduación de las voces; ¡ese era el secreto!-. Por eso tengo un pedazo en la casa, pero como me dijeron ¡Váyase!, pues, Adios. Luego me buscaron pero, no, señores, a mi me dijeron que ya no, pues, busquen otro.
(Por medio de su hermana lo localizaron, y supieron que vive –- en la calle Sauce 126, fraccionamiento Norte: Don Salvador cuenta a la fecha una edad de 92 años y vive rodeado de sus hijos, 2 hombres y cuatro mujeres, y conserva el mismo número de teléfono, 449 914 27 76).
“No me hablaron, y yo no iba a venir, ni he ido”.
Rpp.- A ver: usted hizo el último silbato, pero, fue instalado, o no?
Arturo Arias |
Interviene Arturo Arias, por quien conocimos el caso de don Salvador, y afirma que ese silbato está ahí en las oficinas de lo que es la administración del complejo este de la Plaza de las Centurias, y tiene la inscripción: “Salvador Cervantes”.
Rpp.- Pero ese nunca fue instalado, o qué?
-“El que estuvo funcionando últimamente, ese yo lo hice, señala don Salvador. Está donde estaba Sistemas, Combustión Interna, ahí está; Yo ya tenía el material para hacer una réplica del bueno, porque convenimos con Octavio Amador, y le puse las condiciones: -“Si lo quiere bueno como el que había, me trae una caldera de 180 libras de presión por pulgada cuadrada”. -¿la traemos!-, dijo. –Andele pues. Luego hay que pagar un modelista, para que haga el modelo. –Lo pagamos. Y Luego un fundidor. –Lo pagamos. Y luego uno que lo margine y yo hago luego los ajustes. Y hasta me dijo que saliendo de ahí, me fuera con el fundidor.
Se comentaba entre la gente de aquellos años, cuando silbaba también el silbato: “ese silbato tiene aleación de oro y plata”. Yo nomás oía. Pero no, señor; fui con el fundidor y me preguntó que de qué lo quería. –De latón, le dije; -Eso no es latón, me respondió, y tocó el latón, le sacó un sonido muy finito. Agarró el mío, ¡puro bronce! Era bronce con una aleación de estaño. Dijo: -Mira, es muy caro que hagan un modelo, porque nada más van a hacer uno; yo se los hago sin modelo, pero les voy a cobrar un poquito más, pero, pregunten cuánto cuesta el modelo, para que sepan. Entonces hice un dibujo y fuimos con el modelista, nos lo hacía en 6 mil pesos, pereo yo ya estaba dado de baja, así que nomás fui por mis cosas y jamás me he vuelto a acercar ahí.
Rpp.- Vamos a ver: entonces, lo que llamamos silbato bueno, era el de vapor; de ese iba a hacer usted una réplica. –Sí señor. Y no hice nada, nomás tenía todo acondicionado, porque uno, había que hacerlo nuevo y al otro le falta el tubo, ese es de media voz, pero está la copa, una parte, no se si todavía estén ahí, y el otro está completo y el otro ya lo tenía yo, y dije: lo voy a arreglar. Entonces me dijo el señor (Antonio) Mejía: ¿No sería mejor de aire? –“Yo se los hago de lo que ustedes quieran”, le dije, pero luego ya me dieron de baja. Ya no tengo a quién decírselo, y ojalá pudiera platicar con alguien que fuera a intervenir y les pregunte de qué lo quieren, de vapor o de aire: les conviene más de aire, porque el mantenimiento de una caldera es muy costoso, hay que meter “cluses”, son tubos propios para el calor y el agua y trabajo pesado; un compresor es como un carro, se le puede dar mantenimiento y cuando ya no sirven los pistones, se le cambian, y nomás se necesita que dejen ahí a uno que le dé mantenimiento, lo engrase, que le cambie sus juntas, que lo descarbonice y cuando se le gasten los pistones se los cambie, y ya.
Rpp.- Entonces, las cornetas que luego usan con aire, no tienen nada qué ver con el silbato del ferrocarril...
Rpp.- Entonces, son cuatro silbatos que hacen uno solo?
Don Salvador toma una hoja de papel y empieza a trazar con líneas un dibujo de la composición del silbato, basado en su descripción anterior. –“Está aquí el tubo de 3 pulgadas, luego unas válvulas; tiene una válvula aquí para conectar a un silbato y aquí a otro, el de aquí... esta es la copa y aquí va el tubo; tenía tres voces, una así, y la otra hasta acá y esta, de 5 por 15, y este, es de una sola voz, está hueco, nomas tiene aquí la varilla de una tuerca, y luego tenía aquí, digo yo, que es media voz, verdad, porque estaba hueco y nomás tenía una salidita de aire y nomás a la mitad en todo el rededor; y este grande tenía así un tubo y tenía otra cosa aquí, así que uno, dos, tres, cuatro, que reproducían diferente sonido cada silbato; y ya unidos, se oía bonito, y fuerte, porque el ruido de cuatro silbatos es fuerte.
Rpp.- ¿En dónde quedó este silbato?
-Este ahí está, y de este hay una parte, y éste es el que querían que yo hiciera. Yo tengo las medidas y un pedazo donde están las voces, pero me dijeron –“Muchas gracias”, y, “pos a ustedes”. ¿Cuánto cree que me dieron, después de tres meses? ¡Ni las gracias! Ya no volví.
(Por opiniones levantadas, el administrador, Antonio Mejía, era un obstáculo. Arturo Arias, conocedor del tema estaba asignado para apartar piezas históricas: furgones, herramientas, etc., pero Mejía comenzó a apartar remaches y otros materiales. “Yo le hice ver que eso no era histórico, pero se empeñó en dejarlos y en que se hiciera lo que él decía. Comenzaba él a tener dificultades con el administrador de los materiales de las ventas de ferrocarriles, porque iba y le quitaba todo, y me comenzó a echar a mi, que no quería cooperar, pero yo no quería hacer más de lo que me correspondía. Pero una vez se pelean los dos, y el de los Ferrocarriles se detiene a platicar conmigo, lo que fue suficiente para que Mejía me despidiera y me prohibió que entrara. Yo me fui, por supuesto, yo trabajo para Ferrocarriles, y hasta mi herramienta está ahí todavía, incluso a don Salvador, le presté herramienta para que desarmara el silbato. Fui con el señor Amador, le avisé que Mejía me había despedido, se molestó y dijo que después hablaríamos, pero si a ellos no les interesa, pues ni modo. Mi trabajo ahí era como de catalogador de piezas históricas para el museo, como guía para las visitas. Estuve ahí como un año, todo el año pasado hasta el 15 de marzo de este año. Ahorita nomás soy de los Amigos del Ferrocarril y participamos en eventos como este, de homenaje a Catarino Arriola. Doy conferencias a estudiantes de la UAA, luego van a mi casa a ver fotografías, lo que era la casa Redonda, Departamentos de Carpintería; he grabado varios spots en TV Azteca, en Radio Universidad, en Canal 6, en Tele Cable”.
Retoma la plártica con Salvador, y dice que “Esa válvula , la única, la trajeron los americanos; se le jala una palanca y entra el aire o vapor, de golpe, por eso necesita una buena fuente de abastecimiento. ... y luego lo movieron, se desajusta.
Rpp.- En 1973, desapareció el de vapor, se quitó.
-Este otro silbaba con aire, y silbaba más o menos, pero vino uno, y lo desacomodó, entonces pusieron uno de máquina, que es el que estaba ahí.
Rpp.- ¿Desde cuando no hay silbato?
-Desde que se cerró el taller; estaba el otro…
Arias: -Desde el 98, que despidieron a todos, porque después se pone otra casa de fuerza, en la norte, y vuelve a haber silbato allá y nunca dejó de haber.
Salvador: Esa válvula, la original, la trajeron los americanos, el silbato también; era bueno, entonces, por ejemplo, un compresor de 130 libras... ahí hay depósitos, que le llamábamos recipientes de depósito para mantener aire, tendrá que, dos metros y medio de diámetro y de altura unos 12. le decía yo al señor Amador: mire, una aquel depósito, porque sino, con ese chiquito, una picada que le de, ya no pita, porque se le acaba el aire
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