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El Trágico Choque del Tren
Repleto de Sanjuanero

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Matías Lozano Díaz de León 

El día 1 de febrero de 1945 se registró un accidente ferroviario de grandes y graves proporciones: En la Estación Cazadero –al norte de Querétaro- chocaron un tren de pasajeros, repleto de peregrinos que se dirigían a San Juan de los Lagos, procedente de la ciudad de México y uno de carga que iba para el sur.
Humberto Torres 

Armando Solís
Humberto Torres Tavárez –qepd- y Armando Solís Verdín aportaron datos que nos dan al menos una idea de lo que aquello fue (El Sol del Centro nacería dos meses después), y se complementa con lo que se narra en un corrido alusivo, medio de comunicación popular en aquella época de mediados del siglo XX, que forma parte de una colección del extinto Héctor Ruelas Flores, compositor aguascalentense, autor del corrido “Aguascalientes”, quien fue colaborador de este Diario muchos años.


Humberto Torres decía respecto de aquella tragedia, que “fue de los peores accidentes que han ocurrido en México. Estaba un tren parado, lleno de peregrinos, y se vino un directo y chocó de frente contra ellos”. 

Armando Solís Verdín recuerda que estaba el tren en el escape, en Cazadero. “Ahí hay una tangente –una vía recta-, grande, como de unos tres kilómetros. Se comentó mucho en ese tiempo. Mi hermano, que estaba trabajando aquí en el patio, se había lastimado un pie y estaba en el Hospital Colonia, en la ciudad de México, y cuenta que se llenaron los hospitales de tanto herido que hubo en el descarrilamiento de Cazadero. Pero según me platicó él, que según se supo, que estaba en el escape el tren de peregrinos y que los despachadores le ordenaron salir del escape para continuar hacia el norte, hacia San Juan de los Lagos. Y en eso venía un tren de carga y chocaron. Uno, el de carga, iba para adelante, de norte a sur, aproximándose a Cazadero; el otro, el de peregrinos, se desplazaba hacia atrás, para salir del escape y tomar la vía principal y seguir hacia el norte. Dicen que hasta ardieron las máquinas, que muchos murieron quemados. Estuvo muy feo”.


                        ¿Qué aspecto tienen los aparecidos? 


“Dicen –relataba Humberto Torres-, que el tren de carga traía un carro de azúcar, y que se confundía el olor de la carne quemada con el dulce. Que fue una cosa muy fea, realmente dantesca. Y el camarada Solís –agrega Torres-, vivió una experiencia aquí, relacionada con aquel accidente”.  

-“En efecto” –acepta Armando Solís, y accede a platicar la anécdota: “Yo trabajé mucho en Fuerza Motriz también, entré en 1949. Había aquí un señor que se caracterizaba porque siempre andaba muy elegante, era el señor Limón, un oficial que venía de México, y seguido iba a habilitar material (buscar material de desecho que podía ser  utilizado) a lo que era la “ex planta”, la ex planta de impregnación, que era un departamento aparte del taller, ubicado en la parte norte, en la que impregnaban durmientes de madera. 

“Yo le preguntaba: -“¿A dónde va, señor Limón?” –Voy a ex planta a habilitar material”. Y yo le decía que no fuera solo, que llevara con él algunos auxiliares. –“Nomás dígale al señor Carlos Cardona, cabo de auxiliares, que le preste unos dos elementos para que lo acompañen”. –Pero él insistía en que no era necesario, que no pasaba nada. Esa planta estaba pegada a la puerta norte, del patio de talleres.  Pues, en una de esas idas y venidas, mandó a una persona a que le pidiera al señor Cardona unos auxiliares. “Y ¿ahora por qué, señor Limón?” El señor Limón nada más sonrió y le reiteró la orden, de que fuera a pedir unos auxiliares. –Después platicó que de unos coches que eran ya puro cascarón, del tren del accidente de Cazadero, que trajeron en plataformas y estaban en esa ex planta, arrumbados, vio salir a un señor con gabán y un sombrerito de los típicos de los campesinos de Querétaro; que ese hombre salía de entre los coches y se perdía entre la chatarra. 

-“Mucha gente lo vio, yo también lo vi –afirma Armando Solís-, y andando el tiempo, me salí del Taller, de Fuerza Motriz, y me fui a trabajar de garrotero de patio, y una vez que andaba trabajando de mayordomo, mi padre, Antonio Solís Ibarra, que era jefe de patio en la tarde, de las 17:00 a las 24:00 horas, me dijo: -“Mira, ahora que protejas al 8 –porque le agregaba un pullman-, y que te cerciores de que se haya ido –porque a veces se devolvía por alguna razón-, te vas y sacas dos tanques de la vía 14 y los llevas a la ex planta”. – Ya que se fue el 8, me esperé unos 5 ó 10 minutos y luego me fui a la vía 14, agarramos los dos tanques y los metimos a la ex planta y, como ya venía el local –el 434 de carga- del norte, mandé a los dos garroteros por delante, para que revisaran que estuvieran bien los cambios de vía, y yo opté por cruzar por la puerta lateral. 

Estaba pardeando la tarde. Y cuando me acordé del hombre del gabán, quise devolverme, pero les chiflé a mis compañeros y ya no me oyeron, ya iban muy lejos, y no me quedó más remedio que seguir ese camino. Al poco andar, ¡voy viendo al del sombrerito!, como a unos 20 metros. Estaba parado, no se le veían las manos, las tenía bajo el gabán. Yo seguí caminando y cuando pasé a un lado de él, como a unos ocho metros, le vi el rostro: la cara, alargada, la tenía de un color amarillento, nomás me miraba. -¿Se movía? –preguntamos a don Armando Solís:- –“No –me contestó-, nada más me miraba”. 

¿Qué aspecto tienen los aparecidos? ¿Se veía con claridad, como si estuviera vivo? 
-Se veía como una persona normal –afirma Solís Verdín-, como si realmente alguien estuviera ahí, sólo que su rostro, estaba muy pálido. 

¿No desaparecía de repente?

-No, ahí se quedaba. Yo me fui, viéndolo, un rato. Sí se siente un “algo”, pero no como para correr. Mientras yo lo veía, no se movió para nada. Y fue mucha la gente que lo vio, era famoso “el hombre del gabán”. Ese hombre salía de entre los coches que quedaron destruidos tras el choque en Cazaderos, y se supone que era el alma en pena de una de las víctimas. 

¿Qué fue de esa planta, y de los carros que había ahí?

-“Los hicieron cachitos y los mandaron en tráileres como chatarra, no sé a donde –señala Humberto Torres. Ahí se fue también el hombre del gabán”.
Puede ser que aparezca en el lugar donde haya terminado esa chatarra y quien llegue a verlo, nunca sabrá el origen...

-O, quizá se le vuelva a ver en ese patio donde estuvieron esos carros, pero actualmente ya todo eso desapareció.   

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