El Jardín de San Marcos y su Feria
Cuando había acceso el jardín en las cuatro esquinas |
La Feria de Aguascalientes tiene su origen
en el año de 1828, fecha en que se celebró por primera vez, entre los días 5 y
20 de noviembre, en El Parián, un inmueble a medio construir…. Bajo la
bienhechora sombra de las aglomeraciones de buhoneros y mercachifles hicieron
su aparición los gallos, los toros, la lotería, las carreras de caballos y
pronto a los negocios se añadió la pachanga. En la siguiente década la Feria
vino a menos por incosteabilidad y estuvo un tiempo suspendida, de 1937 a 1940,
cuando prosiguió hasta 1951, año en que se determinó que el jardín de San
Marcos, cuya balaustrada había sido construida hacía poco, fuera el nuevo
anfitrión de los festejos. Además se acordó que la Feria ya no tuviera
verificativo en noviembre, sino en abril, cuando el jardín ofrecía mejor
aspecto y se celebraban en el templo las fiestas en honor del evangelista San
Marcos. “Estos cambios, por lo demás, revelan que la feria perdía poco a poco
su originario carácter mercantil y que, en cambio, los ingredientes lúdicos
adquirían una relevancia creciente”.
El Jardín de San Marcos
La idea de construir el jardín de San
Marcos nació del Ayuntamiento, en 1831 y se hizo en una serie de solares. Se
plantaron árboles, se trazaron caminos interiores, se construyó en el centro un
quiosco, “se sembraron flores y pequeños arbustos a lo largo de todo el
perímetro. En el centro se instaló un asta bandera de 16 a 128 varas de altura
en la que se izaba la bandera durante las ceremonias cívicas.
El Jardín de San Marcos fue inspiración de
grandes poetas del terruño y de quienes lo visitaban, sobre todo en abril.
“Tierra de Esparza Oteo y de Ponce Manuel: éste bastante feo y el otro, más feo
que él”.
He venido, Termápolis, a verte… ¡y no te
encuentro! La que miro es muy distinta de la que muy adentro llevo en los
recónditos pliegues del corazón”… ¡Termápolis aquella!... sin duda más humilde,
sin duda menos bella…”. –Eduardo J. Correa.
“Recuerdo que tenía cuatro puertas nuestro
jardín y que estaban abiertas de las seis a las seis de cada día. Entonces era
estuche de ambrosía que cerraba solemne el celador porque en su rusticismo bien
sabía que era una rica alhaja cada flor… -¿Y el alma de las rosas, jardinero, a
dónde va? Y señaló un lucero: -“A donde van todas las cosas bellas… A ser átomo
en luz de las estrellas. –Pero… ¿todas? –Sí, todas. Es su fin… Ah, pero nada
más de este jardín. Y esa noche en San Marcos, primavera para mis ansias
líricas sin fin, pude saber que nuestro cielo era cementerio de flores del
jardín”. –José F. Elizondo, Un jardín en primavera.
Mientras sea Feria de San Marcos, el
evangelista tendrá implícito su homenaje, pero la Feria no será lo mismo sin
jardín, y jamás podrá considerársele vetusto, de la tercera edad, y no le será
consuelo suficiente la compañía de los miembros de la edad dorada ni su música
vernácula en el stand a ellos dedicado.
0 Comentarios