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Padre Gandhi La Reflexión dominical

Muy buenos días, mi querida familia:


Jesús en el Monte de Galilea



Domingo XIX del tiempo ordinario.

Las lecturas de este día,  nos invitan a reflexionar sobre la forma en que Jesús nos hace reconocer en los momentos difícil su presencia, capaz de calmar las tempestades que nos zarandean y evitar que nos hundamos en el torbellino del pesimismo y la desesperanza.

El Evangelio nos muestra a Jesús orando a solas en el monte de Galilea, donde el sonido del silencio invita a la paz espiritual. Que importan es el silencio para encontrarnos con Dios. En una sociedad tan llena de ruidos Jesús nos invita a buscar el silencio para encontrarnos con Él. Solo en el silencio  podemos experimentar la presencia alentadora de Dios si nos disponemos a que Él mismo nos salga al encuentro, elevándonos por encima del ruido y de los trajines cotidianos, y dejando que su Espíritu llene nuestra vida como el aire puro que refresca y renueva.

Pensemos también en la barca que se hunde, símbolo de la iglesia. En medio de las dificultades que padece la Iglesia de Cristo, hoy amenazada por las olas del ateísmo y el secularismo, como también de la incomprensión, la indiferencia e incluso la animadversión de muchos que quisieran verla desaparecer, o callarla para no defender los valores cristianos y humanos, necesitamos renovar nuestra fe en quien la fundó y prometió que no la dejaría hundir.

Pero también a cada uno de nosotros nos toca afrontar momentos de oscuridad y de vientos contrarios en el transcurso de nuestra vida, y es en esas situaciones cuando es preciso experimentar y reconocer la presencia salvadora de Jesucristo resucitado, cuando Él se les aparece a sus discípulos caminando sobre las aguas.

Así pues, mi querida familia, mientras vamos navegando a través del mar de nuestra historia hacia el puerto de la vida eterna, se nos manifiesta el Señor en medio de las dificultades que se nos presentan como olas amenazantes, como vientos que mesen nuestra vida a su antojo. Para reconocerlo y experimentar su acción salvadora en estas situaciones, necesitamos la fe, aquella fe que muchas veces nos falta, como le faltó a Pedro cuando se hundía. Jesús mismo está dispuesto a concedernos esta acción salvadora si también reconocemos nuestra debilidad y nuestra necesidad de salvación. Digámosle entonces, como Pedro: “Señor, sálvame”, y pidámosle que nos ilumine para que, al experimentar su acción salvadora, podamos decir como sus primeros discípulos después de la tempestad: “Realmente Tú eres el Hijo de Dios”.

Buona domenica dell Signore. Dio con noi.

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