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Don Miguel Aranda Medrano Parte II

En los Talleres del FC tuvo Villa su “Casa de Moneda”...

Entrevista a Don Miguel Aranda Medrano

Parte II


Dos Empresas Ofrecían Paseos en avioneta hace ¡70 años!
La Carne Costaba 10 Centavos; el “Cocido” Era Para los Gatos y Perros”
Apostó a su mujer en la "jugada" y ¡la perdió!
La Pulquería "El Toro" estuvo en La Salud
"Había unas muchachas muy bonitas: Conchita, Isabel y Natalia"

Por: Miguel Angel -Sandrini- Castañeda y
       Matías Lozano Díaz de León 

Durante la estancia de Francisco Villa en Aguascalientes, en ocasión de la Convención Revolucionaria, etapa de la vida de la entidad en la que incluso lo tuvo como gobernador, el Centauro del Norte requirió disponer de dinero “contante y sonante”, necesidad que le fue satisfecha en los talleres del Ferrocarril, en los que, por la habilidad de sus trabajadores, se podía hacer prácticamente todo. Y de ello hay fe- hacientes pruebas no sólo en las sencillas viviendas de ex rieleros, sino sobre todo, en mansiones de acaudalados empresarios y de quienes fueron altos funcionarios del gobierno y de la empresa.
Las monedas de Villa
De ese modo, pues, fue que Francisco Villa tuvo en los talleres locales, su propia “casa de moneda”, pero para ello no hubiera bastado la existencia de los talleres, sin la presencia de don Arnulfo Aranda, oriundo del estado de Guanajuato avecindado en esta ciudad.
RPP.- De sus hermanos, ¿cuántos trabajaron en ferrocarriles? Preguntamos a Miguel Aranda Medrano, hijo del inventor de las “arandelas”.
Los cuatro varones. Yo duré mucho tiempo, digamos, sin ser ferrocarrilero, fui comerciante, fui hasta tablajero, le conozco ampliamente el oficio de la carnicería. Yo me resistía a entrar a FFCC. porque se me había muy triste recibir dinero nada más cada quince días, porque como tablajero recibía dinero todos los días.
Rpp.- A propósito ¿por qué se les da el nombre de “tablajero” a quien trabaja en una carnicería?
-Porque tasajeábamos la carne en una tabla. En aquel tiempo no había las herramientas que hay ahora para cortar los canales. Yo viví también la transformación de ese oficio, de las cosas que fueron surgiendo para hacer más liviano el trabajo de los carniceros. En aquellos tiempos, los que éramos carniceros, hacíamos el trabajo a puro “pulmón”.
-¿En dónde tuviste tu carnicería? – pegunta Miguel Ángel Castañeda.
-En el Mercado Terán –responde Miguel Aranda-; se llamaba “El Toreo”. No me lo van a creer pero yo, cuando fui carnicero -trabajé desde que tenía unos 12 años- , el kilo de carne costaba 8 ó 10 centavos, fuera pulpa o “cocido”. El “cocido” propiamente era carne para los gatos, los perros. No había necesidad de pedir algún corte en especial, toda la carne era muy buena, el animal no era engordado con cosas ficticias, comían puro alimento natural. En ese tiempo había mucho ganado.
-Allá por 1934 andaba noviando con mi esposa y tenía unas primas, las Picones; y había una avionetita aquí, que no sé quienes eran los dueños, y había un avión más moderno, que era de Manuel de Alba, un señor que tenía una zapatería en el Parián, y se la compró a su hijo para que se entretuviera y sacara un peso o dos, y el de la avionetita, cobraba más barato. Pero era el mismo trayecto, una vuelta a la ciudad. En el avión de Manuel de Alba cobraban 40 pe- sos y en la avionetita, 30 pesos. Yo me subía a lo más económico, porque apenas ganaba en la carnicería para lo necesario, como empleado. Pero traía mi dinero. El campo de aterrizaje estaba aquí en la colonia San Luis (donde ahora es la avenida Mariano Escobedo). Por 30 pesos me dieron una vuelta sobre la ciudad. Ese día había una corrida de toros y la primera impresión que recibí al andar en el viento, fue el ver la corrida desde arriba, y veía al toro y al torero rete chiquitos. Yo sentía una emoción que no puedo describírselas, pero fue muy grande, tanto por andar en el aire, como por haber visto la corrida desde el aire. En el avión de Manuel de Alba daban dos vueltas por los 40 pesos, y más rápido.

Le hago saber a don Miguel Aranda, que en una entrevista que le hicimos al Pbro. Alfredo Chávez (Ver Rpp Núms. 10 y 11, de septiembre de 1997) siendo titular de la Parroquia de Santa María Reina, de Colinas del Río, nos relató que en su juventud, en esas fechas y en ese lugar pilotaba una avioneta que daba paseos sobrevolando la ciudad, y que uno de sus clientes lo fue el Padre Ricardo Nieves. .”Sí señor: tres aviones tuve y volaba aquí, todo esto (1944)... el aeropuerto estaba donde ahora está el Seminario. Yo tenía como dos años de ordenado sacerdote. Los domingos daba mi misa a las 12:00 en La Purísima y luego me iba al campo de aviación”.
-Bueno, ya que estamos en las remembranzas –retoma Miguel Aranda-, Ricardo Nieves y yo, estuvimos juntos en la escuela, y desde pequeño se le veían las inclinaciones religiosas, me decía que quería ser sacerdote, y yo le decía que quería ser aviador. Eran los cambios de impresiones que teníamos, pero yo veía que era muy estudiado, no salía del Encino, le gustaba mucho ir a las misas. Estuvimos desconectados como 30 años, al cabo de los cuales me di cuenta que llegó a realizar su deseo de ser sacerdote. Tenía un hermano que se llamaba Rafael –El fotógrafo, que tenía su estudio en la esquina de la calle ancha –agrega Miguel Ángel Castañeda-, otro hermano que se llamaba Ignacio, y otro, Juanito, que salió con un defecto físico. Nació sin el brazo derecho, nada más tenía así como un muñón, del que salían cuatro deditos, y de eso vivía, sacaba lo necesario para la familia. La gente le acercaba monedas y él las tomaba con esos deditos, que eran como del tamaño de una mosca, apenas podía agarrar las monedas, si no eran de mucho peso. Era una cosa interesante verle esa gracia que Dios le dio. De eso se mantenía.
Rpp.- ¿En qué escuela estuvieron?
-Había una escuela que se llamaba Benito Juárez, ahí estuvimos en Párvulos.
Rpp- ¿Es el plantel que aún existe, al lado poniente del jardín del Encino? –Preguntamos.
-Pues, a lo mejor sí.
Rpp.- ¿Ustedes conocieron la pulquería el Toro?
-Sí, estaba cerca de La Salud. Hasta tenía un anuncio ahí, “El Toro”. Estaban pintados un torero y un toro, acá, sacándole un pase.
-En la calle de La Alegría –hoy, 16 de Septiembre- había un señor que se apellidaba Reyes, era papá de unas muchachas muy bonitas: Conchita, Isabel y Natalia. Yo estaba muy chiquillo, pero me acuerdo de ellas, eran muy bonitas. Una de ellas fue la mamá de Raúl Medina –el dueño del Rieleros-...
 Continuará... 
Parte III
*.-La Cantina El Negrito fue antecesora de El Tivoli
*.-Apostó a su mujer en la “jugada” ¡y la perdió

*.-La casa siempre gana


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