El profesor Esparza inventó las
"Reglas del Juego" del Gobierno
Instituyó las evaluaciones anuales; la primera
y la sexta las presidieron LEA y López Portillo
"Yo le hice ver que
predominaban los jóvenes; que de 32 puestos de confianza, 26 o 27 serían
ocupados por jóvenes. De inmediato le habló a Andrés Caso Lombardo, que era el
director general del INAP –Instituto Nacional de Administración Pública- y le
dio instrucciones de integrar un equipo de capacitadores y que se trasladara a
Aguascalientes.
Por Matías Lozano Díaz de
León
Parte IV
Conseguimos una aula en la
Escuela Normal del Estado, y entre los 10 instructores manejaron un programa de
capacitación de 23 temas, y yo incorporé una síntesis del libro Juan Salvador
Gaviota; hice una síntesis muy apretada de cuatro o seis cuartillas, la sugerí
para aquel examen en la Escuela Normal del Estado. Al final del curso, les
invitamos una cena, en el Río Grande y al terminar, abordamos un autobús que
ahí nos aguardaba, y a la mañana siguiente estábamos en la ciudad de México.
Amanecimos en la Cámara de
Senadores; el profesor Olivares era el líder, yo me había apalabrado con él y
nos ofreció un desayuno, para hacerle la presentación de la gente. Yo le pedí
que invitara a los aguascalentenses más distinguidos radicados en México, y ahí
me los tenía. Saliendo de ahí nos fuimos a la Secretaría de Gobernación, el
titular era el licenciado Mario Moya Palencia, y le pedí lo mismo, que nos
permitiera presentarlos.
El último en hablar fue
Efrén González Cuéllar, y al hacerlo sacó una hoja y anunció que les daría
lectura a las “reglas del juego”. Cuando terminó y se dispuso a doblar la hoja
para guardarla, Moya Palencia se dirigió a él: -“Permítame esas reglas del juego,
yo también las quiero aprender”, y en torno de ese tema, produjo un mensaje de
cinco o siete minutos, muy hermoso, lamentablemente no llevábamos grabadora.
Terminando aquello, abordamos nuestro ómnibus, y nos regresamos.
Al siguiente día, 1 de diciembre, tomamos posesión, y anuncié que, a partir de
esa fecha, estarían abiertas, de par en par, las puertas de todas las oficinas;
que no se necesitaría ningún trámite para ver a los funcionarios, ni al
gobernador. Y así se hizo. Yo los
recibía, pero les pedía que formaran dos filas, una de hombres y una de
mujeres, y me hacía acompañar siempre de cuatro o seis edecanes, que se
encargaban de conducir a cada persona que yo atendía, a la oficina a la que le
correspondía llevar el caso o problema.
Y se les indicaba que si no quedaban contentos, volvieran conmigo, para buscar
resolverlo en conjunto. Además, cada mes hacíamos una autocrítica interna,
tendiente a corregir fallas, mejorar procedimientos... a evitar que
desmereciera la imagen del servidor público.
-Una irrupción de la secretaria del profesor Esparza Reyes,
obliga a hacer una pausa, a efecto de que el ex gobernador de Aguascalientes,
tomara su medicina, para lo cual le llevó un te caliente y él, a su vez, sacó
un frasco con tabletas y cápsulas de variadas formas, tamaños y colores, de las
cuales seleccionó cinco diferentes, las puso en fila y procedió a tragarlas,
una por una, con un sorbo de te y uno de recuerdos.
-Además hacíamos una
evaluación cada año, nos reuníamos como unas 500 personas; hicimos la primera
en el casino de la Feria, la presidió don Luis (Echeverría) y la sexta la
presidió José López Portillo. La segunda ,tercera, cuarta y quinta la
presidieron alternativamente, miembros del gabinete presidencial.
No es cualquier cosa ponerse uno a disposición de Juan de
las Pistolas para que vengan las pedradas, los flechazos, pero lo establecimos,
lo hicimos y lo aguantamos, con este gran resultado. La última la hicimos en el
segundo patio de palacio, el 21 de octubre, faltando un mes y 9 días para que
yo terminara.
López Portillo vino acompañado del Secretario de Educación.
Eran como 500 personas, estaba el secretario general de cada uno de los
sindicatos locales y federales, estaban todos los funcionarios federales y del
gobierno del estado, todos los presidentes municipales, todos los diputados, el comité ejecutivo en
pleno de la CTM, CNOP, CNC, es decir, de todos los sectores tradicionales, los
directores de todas las escuelas. En fin.
Lo insólito fue esto: al final de la evaluación y
autocrítica, cuando ya todo mundo dio cuenta de todo, el presidente le dijo
algo a Solana que yo no escuché, ni traté de parar oreja, tampoco, pero el
resultado lo supe muy pronto, porque después de eso, Solana me dijo: “Descanse
un poco, para que después se incorpore con nosotros, yo le llamo”. –“Señor
secretario –le dije-, en qué podría yo colaborar? Yo soy un maestro rural, el
trabajo me sacó de la Escuela Normal Superior; no pude hacer una especialidad,
no pude hacer una licenciatura, no pude hacer una maestría, no pude hacer un
doctorado”.

-El profesor Esparza Reyes no puede reprimir la emoción al
recordar aquel momento. –“Era mucho gas, no lo merecía”, comenta, como para
darse tiempo para recuperar el control.
-“Es la cuarta vez en la que hemos visto un hombre
congruente de principio a fin, íntegro, orgullosamente humilde”, ¡algo así
dijo, hermoso el discurso de López Portillo! –continuó el profesor Esparza
Reyes-.
-Hubo otra cosa insólita –recuerda-: no hubo una sola de más
de 500 papeletas, que atacara al gobernador, ni a González Cueélar. Fuimos los
únicos. De los demás, no eran propiamente ataques, sino observaciones,
críticas, ¡lo normal! Y sí entendí yo que, aparte de que era muy generoso
(López Portillo), también influyó el cariñito aquel, de aquello sin precedente.
Luego, cuando me manda hablar (Fernando) Solana, a la ciudad
de México, me recibió y me dice: -”Se va
a Guerrero como delegado general”. -Guerrero, visto desde afuera es como un
chayote, tiene espinas y picos por donde uno lo vea, pero ya estando ahí, ¡qué
gente tan cariñosa! Es gente que le quiere dar a usted la camisa, el corazón.
Es gente que se quita el taco de la boca para ofrecerlo. Gente muy cálida.
Nosotros nos fuimos a meter al mundo de Lucio Cabañas, la
gente nos rodeaba. Siempre llevábamos dos o tres camionetas, porque yo dedicaba
una semana a recorrer cada región, y son siete regiones. En algunos casos
llegamos a dormir sentados en los vehículos, porque no había dónde hospedarnos,
no es fácil que haya hoteles donde quedarse, ni es moral que la gente tenga que
dejarnos sus camas y ellos duerman en el piso.
Hasta a
caballo recorrimos todo el estado. Yo llevaba a mis
colaboradores, y provocábamos reuniones regionales, y convocábamos a los directores
de escuelas, a las educadoras. Fuimos conquistando un gran prestigio y mucho
calor humano de la gente, y comentaban, que era la primera vez que un delegado
de Educación se paraba allá. ¡Fue algo hermosísimo, particularmente en Costa
Chica y en Tierra Caliente”.
Rpp.- Usted tiene la cultura del trabajo...
-Eso me lo enseñó mi padre, pero luego se enojaba cuando yo
le ganaba. Primero, él me enseñaba, me fogueaba en diversas tareas del campo:
sembrar, abrir un surco, partir leña, abrir una zanja, plantar nopal, plantar
maguey, en fin, todos los tejes y manejes; me enseñaba y luego me hacía
competir, pero siempre me ganaba. Yo lo aprendí bien y rápido. Mi padre
presumía de que a la redonda nadie le ganaba en esto y esto y esto. ¡Y ahí
nomás, que yo le voy ganando! Pero nos llevábamos muy bien, bromeábamos mucho.
Yo le decía: -“Papá, en lugar de que se enoje, presuma, porque usted me
enseñó”. –“!Pues fue chiripa”!, me decía, pero no aceptaba que volviéramos a
competir, pero eso sí, ya después les platicaba en el pueblo, cuando yo le
ganaba en algo. –“Es el único que me ha ganado”, les decía a sus amigos.
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