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Los Universitarios Recuerdos de Sergio Candelas


Los Universitarios 

Zacatecas y recuerdos de Sergio Candelas 



Héctor de León

La vista de la ciudad es maravillosa, de día y de noche. La primera vista obligada es hacia el cerro de la Bufa, para luego perderse por la amalgama arquitectónica que baña a la ciudad por cualquier lado, como si uno viera esos hermosos nacimientos de antaño que eran una recreación artística de nuestros abuelos. Las hermosas construcciones nos llevan forzosamente a la época colonial, cuyo pasaje de la explotación y vejación de los nativos quisiéramos olvidar por todo México. La abundancia de oro y plata le ha marcado para siempre. Entrar a la mina del Edén es profundizar en un pasado que duele y todavía lacera la conciencia humana por las condiciones en que se extraían los metales preciosos; el alma de los antiguos pobladores no valía ni siquiera un gramo. La ambición era tal, que la leyenda de la riqueza ubicó a la ciudad en la mira de españoles ambiciosos. La fuerza, coraje y grandiosidad de los nativos pasó por encima del orgullo español. Zacatecas es una ciudad esplendorosa que cautiva y embelesa a propios y extraños. La historia que atesora despierta admiración. Es tal su encanto, que uno de sus hijos predilectos, como lo fue Sergio Candelas Villalba, desde niño quedó subyugado por lo que vale su historial y resplandor urbano. Los ochenta años de vida marcaron a Sergio y le ligaron a su terruño. Era tal su conocimiento de la historia zacatecana, que en todo había respuesta de parte del ético profesional del periodismo. Nada se le escapaba a la memoria, y es que el legado que le dejaron sus ancestros, especialmente su señor padre, que un día se echó un clavado al mar de la historia para conocer de donde provenían sus orígenes. Le enorgullecía su apellido Candelas.

Este jueves pasado, hice un último recorrido por el corazón de la ciudad, acompañado por el espíritu de Sergio, que a regañadientes tuvo que hacerse presente en el homenaje que le rindió el Gobierno del Estado. Sin medir tiempo ni distancias caminé con la guía y recuerdo de Sergio por la Catedral, Palacio de Gobierno, Teatro Calderón, y esos esplendorosos callejones que guardan ecos milenarios. El lugar para la invocación de Sergio en la tarde de su homenaje, fue en el primer patio del Museo Zacatecano. A la diestra y siniestra del presídium fueron colocadas sendas imágenes de Sergio, una sonriente en su madurez, y la otra una caricatura que reflejaba el bagaje de un periodista completo, en toda la extensión de la palabra, como lo fue Sergio. Los mensajes que ahí se dieron se quedaron cortos en la descripción de su perfil humano y profesional. Sergio era contrario a homenajes, cuando ni siquiera podría pensar en uno especialmente diseñado para él. No podría ser de otra forma, porque zacatecanos y aguascalentenses tenemos que disminuir la deuda que queda pendiente con Sergio. Si en vida no necesitó de homenajes, hoy convertido en un espíritu más libre, mucho menos. A pesar de todo, este reconocimiento que se le hizo en su tierra, fue como un soplo de energía amistosa para Sergio, así haya propiciado también que a varios de los asistentes se les rodaran una que otra lágrima, de dolor por su ausencia, y a la vez, como recuerdo grato de su amistad y compañerismo. Las lágrimas son para calmar nuestro espíritu y no olvidar nuestra condición humana, finita. Sergio, su espíritu, pervive para siempre en sus dos espacios físicos preferidos: su Zacatecas y su Aguascalientes. Que este homenaje dé más tranquilidad a doña Elvira, su amada esposa, y a sus hijos Sergio y Magali. Por Sergio, hoy aprecio y valoro más a Zacatecas… (hmdeleon@terra.com.mx

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