Héctor de León
Un científico mexicano de talla internacional y mejor amigo de los universitarios aguascalentenses, dio la voz de alerta desde hace tiempo en cuanto a las adversidades que nos esperan por el cambio climático, y otros problemas no menos ingentes, como acontece con el campo. Advirtió: “En México no nos ha caído el veinte nunca, y es que debemos de entender que México no es un país agrícola, es un país forestal. La mayor parte de los suelos, climas, no están adaptados para la agricultura a gran escala, como en otras grandes planicies que tienen en los Estados Unidos y en Europa, en donde se dieron grandes procesos biológicos para tener suelos profundos y ricos, de los cuales tenemos muy pocas áreas en México”.
Pues bien, este reconocido investigador no es otro más que el doctor José Sarukhán Kermez, que fuera rector de la Universidad Nacional Autónoma de México de 1989 a 1997 y que durante su administración tuvo a bien visitar a la Universidad Autónoma de Aguascalientes, para luego regresar cuando le tocó presidir aquí una reunión de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, en la que fungía como coordinador nacional.
Pero regreso a las advertencias del doctor Sarukhán cuando denunciaba que los apoyos al campo se van para las grandes industrias, no a los campesinos, de ahí el por qué y razones de que anualmente 400 mil campesinos abandonan las actividades agrícolas. El ejemplo está ante nuestros ojos: el campo mexicano abandonado a su suerte, un enfermo de cáncer al cual se pretende curar con tan sólo una aspirina.
Lo ridículo de todo esto es que en la reunión celebrada aquí en el 2010, para diseñar Estrategia para la Conservación y Uso Sustentable de la Biodiversidad del Estado de Aguascalientes, ya se tenía el conocimiento de que las principales amenazas a la diversidad biológica en la entidad se debían al impacto de diversas actividades humanas. Como siempre: el lobo convertido en el lobo del hombre.
Entre las amenazas, se establecía que el acelerado crecimiento económico del Estado ha tenido un costo ambiental importante, ejemplo de ello es que más de 80% de su vegetación original ha sido modificada en algún grado para dar lugar a actividades productivas como la agricultura, ganadería y la minería, así como para el establecimiento de centros de población. Por ejemplo, el cultivo del guayabo ha originado la desaparición de más de 60% de la selva baja caducifolia presente en el suroeste del Estado; la baja eficiencia de la agricultura de riego que se lleva a cabo en el Valle de Aguascalientes y al suroeste de la entidad, ha provocado la sobreexplotación de los mantos freáticos con pérdidas de alrededor de 50% del volumen de agua extraído. La creación de zonas de pastizal inducido para actividades de ganadería extensiva, ha promovido la eliminación de la vegetación nativa, además las cargas de ganado tres o más veces mayores que los coeficientes de agostadero establecidos ocasionan el sobrepastoreo y la compactación del suelo, con lo cual el hábitat es degradado. Son tantos los males que nos hemos hecho, que la lista sigue para otra oportunidad… (hmdeleon@terra.com.mx)
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