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Una historia más del IMSS / Día de Reyes


La gente se pregunta: 
¿De qué sirve que cientos de mexicanos paguen puntualmente su IMSS (aunque nos lo descuentan de la nómina) si no reciben lo que deberían a cambio?
Un ejemplo claro de esto es el caso de María, una mujer de 66 años que el lunes 6 de enero llegó a las 6 de la mañana a la clínica 2 del IMSS Aguascalientes. Ingresó por urgencias con un fuerte dolor abdominal que le impedía caminar, la recibieron y la acomodaron en una banca, después de 16 horas sentada en esa fría banca, seguía esperando una cama. Según la "amable" doctora encargada del Triage, "no hay camas, ni camillas, estamos saturados". Todo esto mientras soportaba un trato indigno, pues según los comunicados, boletines y declaraciones de los titulares del instituto, se trabaja día a día en la mejora continua del personal. Parecería que algunos no recibieron ese mensaje.
En cambio, quienes sí lo recibieron fueron Ma. Magdalena Reyes Jiménez, Maribel González de León y Adriana Delgado Gutiérrez, a quienes se les otorgó un certificado de atención basada en la cultura del buen trato. Así lo aseguran los reconocimientos que exhiben en el módulo de información. Sin embargo, sería justo que también publicarán los nombres de aquellos que no brindan un trato digno, quizás así se sentirían un poco avergonzados, como lo hacen en los fraccionamientos privados, para intentar meter en cintura a quienes se resisten a acatar las reglas de cada lugar. 


La familia de María, en su largo y doloroso peregrinar por el sistema de salud, fue testigo de la gran cantidad de personas enfermas en la misma situación. Algunas con dolores insoportables, otras con molestias menores, pero muchas de ellas desatendidas o enviadas a otros hospitales. La "doctora Triage" no dudó en mandar a los pacientes de regreso a sus casas o derivarlos a otro hospital, alegando que ya estaban llenos o que simplemente no les correspondía a ellos ser atendidos en ese nosocomio. A altas horas de la noche, en busca de atención, los usuarios llegaban a un centro de salud que consideraban “cubierto”, esperando ayuda, seguridad social para ellos o sus familiares, sólo para ser recibidos con un seco "NO, ya no cabemos". Simplemente por que así lo decidía quien estaba encargada de evaluar las prioridades. ¡Sus prioridades!


Mientras tanto, al interior del hospital, el personal parece estar en otra realidad. Las enfermeras se muestran sonrientes, juegan, revisan sus celulares constantemente y se dan tiempo hasta para llevar la rosca de Reyes y repartirla entre ellas. Estos pequeños detalles sorprenden a los pacientes hospitalizados y a sus familiares, pues se prohíbe el ingreso de alimentos, pero el personal médico no tiene reparos en ingresar con grandes cantidades de refrescos, pastelitos y otros productos de comida chatarra, que el mismo IMSS recomienda evitar.
Por si fuera poco, el ambiente dentro del hospital está lejos de ser tranquilo. No hay control sobre el volumen de la música, y no solo se refiere a los pacientes, sino también al mismo personal médico y a los familiares de los enfermos. Se desata una batalla sonora, donde dispositivos móviles emiten diferentes tipos de música a un volumen desmedido, sin que nadie intervenga. ¿Acaso no conocen los audífonos? Y si no los tienen, ¿es tan difícil comprender que el ruido afecta a los demás? La seguridad parece encargarse únicamente del acceso al hospital, pero dentro no hay quien ponga orden. Hubiera sido ideal que la "doctora Triage" impusiera un poco de orden y respeto para los demás.


Mientras todo esto ocurría, María seguía esperando una cama para poder descansar. Nadie le atendía, simplemente ignoraban las solicitudes de los pacientes. Finalmente, a la 1 de la madrugada, 19 horas después de su ingreso, le asignaron una cama con la promesa de que la revisaran pronto para valorarla y, posiblemente, mandarla de regreso a casa. Sin embargo, esto no ocurrió hasta varias horas después, ya por la mañana del día siguiente. Y ni hablar de los alimentos o el agua por la que aclamaba: María recibió un poco de agua minutos antes de ser dada de alta, 31 horas después de su ingreso, poco antes de las 2 de la tarde. Cuando finalmente salió del hospital, no sabía si sintió más alivio cuando llegó al hospital o cuando se retiró de él.
Este tipo de situaciones, tan comunes en el IMSS, nos llevan a muchos a recurrir a un segundo sistema de salud, al privado, el cual también debemos pagar y mucho más caro, a pesar de que “ya estamos cubiertos” por el seguro social, lamentablemente no todos podemos pagar un servicio privado.
El sistema lo hacemos todos, pero es evidente que muchos no quieren contribuir a ser mejores, eso es claro.

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