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"La Batalla de Puebla, el evento más importante salvo el Grito de Dolores"

¡"Las armas del Supremo Gobierno se han
 cubierto de gloria"! Gral. Ignacio Zaragoza 


El enemigo ha hecho esfuerzos supremos por apoderarse del Cerro de Guadalupe, que atacó por el oriente de izquierda y derecha durante tres horas: fue rechazado tres veces en completa dispersión y en estos momentos está formado en batalla, fuerte de más de 4,000 hombres, frente al cerro de Guadalupe, fuera de tiro. No lo bato, como desearía, porque el Gobierno sabe (que) no tengo para ello fuerza bastante. Calculo la pérdida del enemigo, que llegó hasta los fosos de Guadalupe en su ataque, en 600 o 700 entre muertos y heridos; 400 habremos tenido nosotros. Sírvase vd. dar cuenta de este parte al C. Presidente.— I. Zaragoza9
(Reporte del General Ignacio Zaragoza recibido en Palacio Nacional a las 5:49 de la tarde)

A las 9:15 de la mañana del 5 de mayo (1862), los franceses aparecieron en el horizonte, avanzando..

La batalla se inició en forma a las 11:15 de la mañana, anunciándose con un cañonazo desde el Fuerte de Guadalupe y acompañado por los repiques de las campanas de la ciudad.

(La explosión de un polvorín en la colecturía de los diezmos del poblado de San Andrés Chalchicomula (hoy Ciudad Serdán), ocurrida el 6 de marzo, había matado a 1,322 soldados de la Brigada de Oaxaca enviados por el general Ignacio Mejía para incorporarse al Ejército de Oriente (dirigido por el General Porfirio Díaz, muchos más que las bajas registradas en ambos bandos el 5 de Mayo)..

El increible efecto de una bala de cañón, lanzada ¡con la mano!




La batalla de Puebla fue un combate librado el 5 de mayo de 1862 en las cercanías de la ciudad de Puebla, entre los ejércitos de la República Mexicana, bajo el mando de Ignacio Zaragoza, y del Segundo Imperio francés, dirigido por Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez, durante la Segunda Intervención Francesa en México, cuyo resultado fue una victoria importante para los mexicanos ya que con unas fuerzas consideradas como inferiores lograron vencer a uno de los ejércitos más experimentados y respetados de su época. Pese a su éxito, la batalla no impidió la invasión del país, aunque sí que sería la primera batalla de una guerra que finalmente México ganaría. Los franceses regresarían al siguiente año, con lo que se libró una segunda batalla en Puebla en la que se enfrentaron 35 000 franceses contra 29 000 mexicanos (defensa que duró 62 días) y lograrían avanzar hasta la Ciudad de México, lo que permitió establecer el Segundo Imperio Mexicano. Finalmente, ante la incapacidad de consolidar un imperio, y después de perder 11 000 hombres debido a la actividad guerrillera que nunca dejó de subsistir,2​ los franceses se retiraron incondicionalmente del país en el año 1867

A finales de abril (1862) , Lorencez desconoció los Tratados de Soledad y se puso en marcha, junto con sus efectivos, hacia Puebla, con el fin último de conquistar la Ciudad de México. A los militares franceses los rodeaba un aura de invencibilidad en combate dado que no habían sido derrotados desde Waterloo, casi 50 años antes, con sonadas victorias en las batallas de Solferino, Magenta y Sebastopol. Esta actitud quedó de manifiesto en el siguiente mensaje, que Lorencez envió al conde Jacques Louis César Alexandre Randon, ministro de Guerra francés, poco después de la batalla de Las Cumbres: "Somos tan superiores a los mexicanos en organización, disciplina, raza, moral y refinamiento de sensibilidades, que le ruego anunciarle a Su Majestad Imperial, Napoleón III, que a partir de este momento y al mando de nuestros 6,000 valientes soldados, ya soy dueño de México”. La confianza del alto mando francés no se debía sólo a un palmarés militar impecable, sino a la fragilidad general de México y sus instituciones. Con una economía destruida por casi 50 años de guerras civiles, con un Estado débil y una población dividida por las pugnas entre facciones, la conquista del país parecía una empresa factible con un contingente reducido.


Al conocer sobre el avance, el general Alejandro Constante Jiménez al mando de 2000 soldados se unió al general Zaragoza, que partió de Puebla con 4000 soldados para salir al encuentro de los franceses, quienes ya sostenían escaramuzas con guerrilleros. El comandante mexicano había enfrentado diversos problemas para conformar su ejército. Ante la falta de voluntarios y a que aún se mantenían hostilidades con grupos conservadores remanentes de la Guerra de Reforma, se había recurrido a la leva. Aunque se contaba con un cuerpo de oficiales joven pero experimentado, la mayor parte de la tropa carecía de la disciplina mínima, y estaba mal equipada y alimentada. En los días anteriores a la batalla, Zaragoza solicitó una y otra vez al alto mando en la Ciudad de México, el envío urgente de recursos económicos, ya que no podía costear ni siquiera los alimentos para las tropas. Para colmo, la explosión de un polvorín en la colecturía de los diezmos del poblado de San Andrés Chalchicomula (hoy Ciudad Serdán), ocurrida el 6 de marzo, había matado a 1,322 soldados de la Brigada de Oaxaca enviados por el general Ignacio Mejía para incorporarse al Ejército de Oriente.
El 28 de abril, el Ejército de Oriente se topó con la columna de Lorencez en un paso de montaña en las Cumbres de Acultzingo, en el límite entre Veracruz y Puebla, lo que representó el primer encuentro bélico formal. Zaragoza no pretendía cortarle el paso a los invasores, sino más bien foguear a sus soldados, muchos de ellos faltos de experiencia, y al mismo tiempo causarle el máximo de pérdidas posible al enemigo. En la llamada Batalla de Las Cumbres murieron 500 franceses, mientras las bajas mexicanas ascendieron sólo a 50. Pese a este saldo favorable, Zaragoza aún tenía desconfianza sobre el desempeño real de sus tropas en un combate en campo abierto. Luego de la retirada de los mexicanos, los franceses tomaron control del paso, con lo que aislaron al centro del país del principal puerto en el Golfo, y tuvieron la vía franca hacia Puebla.
El 3 de mayo por la noche, el general Zaragoza arribó a Puebla, dejando en su retaguardia una brigada de caballería para hostigar a los invasores. Los efectivos del Ejército de Oriente se organizaron por las calles desiertas de la ciudad, ya que la mayoría de la población era partidaria de la invasión.6
El ala derecha mexicana la cubrían las tropas de Oaxaca dirigidas por Porfirio Díaz. El centro de la línea lo ocuparon Felipe Berriozábal y Francisco Lamadrid con las tropas del Estado de México y San Luis Potosí. La izquierda se apoyó en el cerro de Acueyametepec ubicado en el norte de la ciudad y en cuya cumbre se ubicaban los Fuertes de Loreto y Guadalupe, con el general Miguel Negrete a la cabeza de la Segunda División de Infantería. La artillería sobrante la colocaron en los fortines y reductos dentro de Puebla, quedando al mando del general Santiago Tapia.
A las 9:15 de la mañana del 5 de mayo, los franceses aparecieron en el horizonte, avanzando desde la cercana Hacienda de Rementería, cruzando fuego con las guerrillas de caballería que se batían en retirada y que no se replegaron hasta que las líneas francesas estuvieron formadas y listas para avanzar. La batalla se inició en forma a las 11:15 de la mañana, anunciándose con un cañonazo desde el Fuerte de Guadalupe y acompañado por los repiques de las campanas de la ciudad. En ese momento se dio una maniobra sorpresiva: la columna francesa, que venía avanzando en orden de oriente a poniente, se dividió en dos: la primera, compuesta por aproximadamente 4000 hombres y protegida con su artillería, dio un violento viraje hacia la derecha y se dirigió hacia los fuertes; mientras que la segunda columna, compuesta por el resto de la infantería, quedó como reserva.
La línea de batalla mexicana formó un ángulo que se extendió desde Guadalupe hasta un sitio conocido como Plaza de Román, frente a las posiciones enemigas. Zaragoza dispuso que el general Lamadrid defendiera con las tropas potosinas y dos piezas de artillería el camino que conectaba a la ciudad con la garita de Amozoc. La derecha de la línea de batalla mexicana la cerró Porfirio Díaz con la División de Oaxaca, auxiliado por los escuadrones de Lanceros de Toluca y Oaxaca.

Ante esta situación, salieron a su encuentro los Zapadores de San Luis Potosí, al mando del general Lamadrid, librándose un terrible combate a la bayoneta. Una casa situada en la falda del cerro fue el objetivo. Los franceses la tomaron y se guarecieron en ella, siendo desalojados por los zapadores; la recobraron y de nuevo fueron expulsados por las tropas de Lamadrid. Un cabo mexicano de apellido Palomino se mezcló entre los zuavos y se batió con ellos cuerpo a cuerpo, posesionándose de su estandarte como botín de guerra al caer muerto el portador del mismo. Este momento significó un golpe anímico a favor de los defensores.

En Loreto había un cañón de 68 libras que causaba enormes estragos en las filas francesas. Los zuavos hicieron una carga de infantería desesperada para apoderarse de esa pieza. El artillero mexicano, sorprendido por la rapidez de los franceses, tenía en sus manos la bala de cañón que no alcanzó a colocar en la boca de fuego. Un zuavo apareció frente a él y tras éste el resto del cuerpo que, una vez apoderados de ese fortín, levantarían la moral francesa y podría perderse la victoria conseguida. El artillero arrojó la bala al soldado francés, que herido mortalmente por el golpe en la cabeza rodó al foso del parapeto. Luego de que este asalto fue rechazado, los franceses retrocedieron siendo perseguidos por el Batallón Reforma.

Mientras, cuando la segunda columna llegó al Fuerte de Guadalupe protegida por una línea de tiradores, Porfirio Díaz acudió en auxilio de los Rifleros de San Luis Potosí, que estaban a punto de ser rodeados. Movió en columna al Batallón Guerrero, a las órdenes del coronel Jiménez, y le ganó el terreno a los franceses. Para apoyar envió al resto de las tropas de Oaxaca, con los coroneles Espinoza y Loaeza a la cabeza, con lo que se logró expulsar al enemigo de las cercanías. El éxito alentó a Díaz, que destacó al Batallón Morelos con dos piezas de artillería a la izquierda, mientras por la derecha los Rifleros de San Luis Potosí se reponían de la pelea, antecedidos por una carga de los Lanceros de Oaxaca, trabándose un combate cuerpo a cuerpo que hizo retroceder a los atacantes.

En aquel momento, luego de ser repelidos por última vez, las efectivos franceses empezaron a huir, completamente dispersados. Se replegaron a la hacienda Los Álamos, para finalmente retirarse hacia Amozoc.


Grupo de zuavos
Mientras se libraba la batalla, en el Palacio Nacional y en la Ciudad de México en general se vivía un ambiente de tensa espera. Lo último que se sabía de Puebla era el telegrama enviado por Zaragoza hacia las 12:30 del día, en el que avisaba que el fuego de artillería de ambos lados había iniciado. Luego, silencio. Ante la incertidumbre, el gobierno había hecho salir precipitadamente al general Florencio Antillón al mando de los Batallones de Guanajuato, quedando como guardianes de la capital sólo 2,000 hombres del Regimiento de Coraceros Capitalinos y algunos centenares de milicianos pobremente armados. Si las tropas guanajuatenses se perdían, la capital quedaría desprotegida.
A las 4:15 de la tarde finalmente se recibieron noticias:
... Sobre el campo a las dos y media.— Dos horas y media nos hemos batido. El enemigo ha arrojado multitud de granadas.— Sus columnas sobre el cerro de Loreto y Guadalupe han sido rechazadas y seguramente atacó con cuatro mil hombres. Todo su impulso fue sobre el cerro.— En este momento se retiran las columnas y nuestras fuerzas avanzan sobre ellas. Comienza un fuerte aguacero.— I. Zaragoza6
Zaragoza envió más tarde otro telegrama en el que dijo que los franceses habían iniciado la retirada hacia Amozoc, pero sin mencionar el resultado final de la batalla. Finalmente, a las 5:49 de la tarde se recibió otro parte, dirigido al ministro de Guerra, que causó júbilo (y un gran alivio) en Palacio Nacional:
... Las armas del Supremo Gobierno se han cubierto de gloria: el enemigo ha hecho esfuerzos supremos por apoderarse del Cerro de Guadalupe, que atacó por el oriente de izquierda y derecha durante tres horas: fue rechazado tres veces en completa dispersión y en estos momentos está formado en batalla, fuerte de más de 4,000 hombres, frente al cerro de Guadalupe, fuera de tiro. No lo bato, como desearía, porque el Gobierno sabe (que) no tengo para ello fuerza bastante. Calculo la pérdida del enemigo, que llegó hasta los fosos de Guadalupe en su ataque, en 600 o 700 entre muertos y heridos; 400 habremos tenido nosotros. Sírvase vd. dar cuenta de este parte al C. Presidente.— I. Zaragoza9
Dos horas después de haber sido remitido el parte anterior a la Secretaría de Guerra, el presidente de la República recibía el siguiente:
 Señor Presidente.-Estoy muy contento con el comportamiento de mis generales y soldados. Todos se han portado bien.—Los franceses han llevado una lección muy severa; pero en obsequio de la verdad diré: que se han batido como bravos, muriendo una gran parte de ellos en los fosos de las trincheras de Guadalupe. Sea para bien, Sr. Presidente. Deseo que nuestra querida Patria, hoy tan desgraciada, sea feliz y respetada de todas las Naciones..— I. Zaragoza10

El saldo final de la batalla fue de 476 soldados perdidos y 345 heridos o enfermos del lado francés, así como 83 muertos, cerca de 132 heridos y 12 desaparecidos para el Ejército de Oriente.1​ A las 7 de la noche del día 6 de mayo arribaron a Puebla el general Antillón y sus tropas; Zaragoza esperaba un nuevo ataque de Lorencez, pero éste, el día 8 de mayo, dispuso la retirada hasta San Agustín del Palmar, siendo "saludado" por la artillería republicana y la Banda de Guerra de los Carabineros, quienes tocaron "Escape".
El 5 de septiembre de 1862, todavía acuartelado en Puebla, el general Zaragoza contrajo tifo y falleció tres días después.11​Lo sustituyó en el mando del Ejército de Oriente el general Jesús González Ortega, quien se encargaría de la defensa de la ciudad ya que se esperaba el regreso de los franceses, reagrupados y con refuerzos, lo cual sucedió en marzo del siguiente año. Los historiadores concuerdan en señalar el talento de Zaragoza como organizador y motivador de sus tropas. Antes de la batalla, las arengó diciéndoles que si bien los franceses eran considerados "los primeros soldados del mundo", ellos eran "los primeros hijos de México", lo cual tuvo tal efecto en la moral de sus soldados que su determinación por defender la plaza ante los invasores compensó sus carencias materiales y de disciplina. Además, no temió tomar decisiones arriesgadas, como prescindir de los 2000 efectivos que O'Horan se llevó para batir a Leonardo Márquez, y en el curso de la batalla actuó con serenidad y efectividad. Se le considera héroe nacional y en su honor, tiempo después, Juárez renombró a la ciudad como Heroica Puebla de Zaragoza.
Cuando en Francia se supo la derrota del ejército francés, originó dolor, histeria y llanto, más aún cuando llegaron las historias de que los indígenas zacapoaxtlas (que en realidad se trataba del sexto Batallón de Guardia Nacional del Estado de Puebla13​) habían atacado con machetes, arma desconocida en Europa, y se comían los cadáveres. El resto de Europa, con incredulidad, sorpresa y asombro, comentaban como el ejército francés, invicto desde la Batalla de Waterloo en 1815, había sido derrotado en México, un ejército considerado el mejor del mundo, el vencedor en la conquista de Argelia y de la Indochina francesa (hoy Vietnam), había sido derrotado por un país tropical, utilizando tácticas de guerra poco utilizada en Europa, como era la Guerra de Guerrillas.
La guerra de guerrillas efectivamente fue utilizada en México, pero ya antes se conocía tal táctica en Europa, y más en concreto en España, lugar donde se dio por vez primera este tipo de guerra 400 años antes de Cristo, e incluso contra la invasión de las tropas de Napoleón a principios del siglo XIX, y que por tal motivo en este país se le dio tal nombre, guerra de guerrillas.
Con excepción del Grito de Dolores, la conmemoración de la Batalla de Puebla es la fecha más significativa del calendario cívico mexicano, al tratarse de una de las escasas victorias ante un ejército extranjero invasor. Simbólicamente, representa la consecución de una gran empresa por parte de los mexicanos, que puede conseguirse si se olvidan las divisiones y se sobreponen éstas a las carencias, como lo demuestra el hecho de que se consiguió la victoria, con valor y dedicación, pese a que se tenía todo en contra: inferioridad numérica y material, la moral disminuida por la tragedia de Chalchicomula, y la simpatía de algunos sectores de las élites y de la clase política hacia los invasores. Resumen Wikipedia. Las imágenes y alegorías han sido tomadas de diversos sitios en los que no aparece claro el crédito u autoría, impidiéndonos hacer un justo reconocimiento. Cortando por Lozano. 

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