Hubo ocasión en que se
eligió a ¡6 Embajadoras!
Matías Lozano Díaz de
León
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El padre de una de las
candidatas a reina de la Feria Nacional de San Marcos llegó hasta la oficina de
la presidenta del DIF estatal, le puso sobre el escritorio un cheque en blanco,
firmado, y le indicó que le pusiera la cifra que resultara suficiente para que
su hija recibiera la corona. La esposa del gobernador se negó y le hizo ver que
así no se hacían las cosas, que la elección de la reina era cosa del pueblo y
que debía respetarse la decisión que el pueblo tomara, abiertamente, sin
limitaciones ni inducciones. El hombre aquel tomó el cheque y escribió sobre
él, una millonaria suma; pero la señora Miriam Cruz de Barberena se mantuvo
firme. Finalmente, el hombre, convencido de su imprudencia, tomó el documento y
se marchó.
“Cerramos los ojos
remontando la noche del tiempo. Va la fantasía, en fruición de color y
distancia acotando las cosas que fueron. Desfilan mil sombras al conjuro de la
sugerencia.
“Buen jefe político
don José María (Guzmán de apellido), dando buenas trazas administrativas,
plantar ha mandado, si mal no recuerdo el año de treinta, este noble parque de
ilustre abolengo, Jardín de San Marcos, orgullo y prestancia de esta tierra
mía…
“La vida transcurre;
una mano descorre otro velo, desprende otra hoja del fugaz calendario del
tiempo; hay presagios que anuncian un nuevo momento; “Una madre joven-lo dijo
no ha mucho Fernández Ledesma- rueda el cochecito donde placentero duerme el hijo
nuevo”; otra fecha se graba en el diario de nuestro maltrecho vivir: es el
ansia de vida en las cosas, es la savia que sube al renuevo, es el agua que
canta en el surco, es la ondina fugada al venero: hoy todo ha cambiado, es en
fin, el dolor de ser viejo, es el joven Abril, es el príncipe, la Feria para
Aguascalientes; la Feria, romance de amor para algunos; para otros, recuerdo”.
Así escribió, en 1951, el profesor Alejandro Topete del Valle, en sus Estampas
seculares de la Feria.
“El Ayuntamiento
dispuso la celebración de corridas de toros y de peleas de gallos, el
establecimiento de mesas de juego, el acomodo de carpas destinadas a proteger a
los vivanderos y el pago de los policías que se encargarían de mantener el orden.
Ello, aunque hería el recto o la gazmoñería del gobernador Flores Alatorre,
contribuía a darle a las fiestas un grado mayor de lucimiento.
“El Parián continuó
siendo la sede de la feria hasta 1851, cuando se acordó que el jardín de San
Marcos, cuya balaustrada había sido construida hacía poco, fuera el nuevo
anfitrión de los festejos. Se pensaba, con no poca razón, que un paseo arbolado
y amplio proporcionaría un grado de comodidad que el Parián no podía ofrecer.
Además se dispuso que la feria tuviese verificativa ya no en noviembre, sino en
abril… Estos cambios, por lo demás, revelan que la feria perdía poco a poco su
originario carácter mercantil y que, en cambio, los ingredientes lúdicos
adquirían una relevancia creciente.
En 1922, Luisa León es
elegida Reina de la Simpatía; en el 23, Micaela Alanas, Reina del deporte y
Emma Güinchard, Reina del carnaval; en 1924, Paz Romo de Vivar se convierte en
la primera reina de la Primavera; en 1930, algo pasó y no hubo una, sino ¡seis!
“embajadoras!, en el 31 se reanuda el conteo, con Virginia Ibarra como VI reina
de la Primavera y de los Primeros Juegos Florales.
En 1932, “por un
incidente que no viene al caso referir, la velada (el certamen de los Juegos
Florales) no llegó a celebrarse, remitiéndose los premios a los vencedores.
Debió ser reina (de los Juegos Florales) en aquella ocasión, la señorita María
Dolores Ondorica”.
Ese año marcó la
separación de elección de Reina de los Juegos Florales y de Reina de la Feria,
correspondiendo a esta última, la designación de Virginia Ofelia Martínez Garza,
hasta 1942, que se unifica la corona y le corresponde a Martha Manjarrez
Pimentel, ser reina la XVII Reina de la Primavera y de los IX Juegos Florales.
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