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Padre Gandhi y la Reflexión Dominical

Muy buenos días mi querida familia


En el evangelio del domingo anterior, Pedro, inspirado por Dios, confiesa a Jesús como Mesías. Inmediatamente después, dejándose llevar por su propia inspiración, intenta apartarlo del plan que Dios le ha encomendado. (Mt 16, 21-27).

"Tengo que ir" a Jerusalén a cumplir la misión que Dios me encomienda, que implicará el sufrimiento y la muerte, pero que terminará en la resurrección.
Para la concepción popular del Mesías, como la que podían tener Pedro y los otros, esto resulta inaudito. Sin embargo, la idea de un personaje que salva a su pueblo y triunfa a través del sufrimien­to y la muerte no es desconocida al pueblo de Israel.

Sin embargo, Pedro se queda por el momento únicamente en el anuncio de la pasión y muerte de cruz, y Jesús, ante la resistencia de aquel mismo discípulo a quien poco antes había llamado Pedro (Piedra) para indicar la misión que le encomendaría de ser fundamento de su Iglesia, ahora lo llama Satanás(que significa en hebreo adversario y es traducido al griego como diábolos -en nuestra lengua “diablo”-), mostrando así que su intención de disuadirlo de la pasión es inspirada ya no por Dios, sino por el espíritu del mal, el mismo que lo empujaría a negarlo tres veces la víspera de su pasión. Pero de nuevo el Espíritu del bien, que es el Espíritu Santo, lo moverá a arrepentirse y le inspirará luego de la resurrección de Jesús la respuesta a su triple pregunta: “Simón: ¿me amas?” – “Sí Señor, Tú sabes que te amo” (Juan 21, 15-19).

La cruz, debe ser, hoy señal de identidad de los seguidores de Jesús, era hace veinte siglos el patíbulo en el que morían quienes se sublevaban contra el poder del emperador romano. Jesús iba a ser condenado a este patíbulo como consecuencia de haberse puesto al servicio de los oprimidos, necesitados, marginados y excluidos, siendo así una persona incómoda para quienes explotaban a los demás en función de sus intereses egoístas. Este mismo es el Jesús que nos invita a seguirlo.

Dice también la lectura de Mateo: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida?”
Otras traducciones dicen “si pierde su alma”, o “si se pierde a sí mismo”. La vida eterna es el ideal que debe orientar todas nuestras decisiones. Se trata, de lo que constituye nuestro ser sustancial, en comparación con lo cual todo lo demás es secundario. Quien se deja llevar por la ambición de riquezas, prestigio y poder, pierde el sentido de su vida, reduciéndola a lo pasajero y cerrándose a la posibilidad de ser verdaderamente feliz.

Y al final del Evangelio Jesús anuncia su venida gloriosa: “el Hijo del hombre vendrá con la gloria de su Padre, y pagará a cada uno según su conducta”. Dispongámonos pues a estar preparados para este encuentro definitivo con Cristo resucitado después de nuestra existencia terrena y digámosle: Señor, danos tu gracia para ser verdaderos seguidores tuyos, realizando como Tú la voluntad de Dios Padre, que es voluntad de Amor, de modo que podamos lograr la verdadera felicidad desde ahora y en la vida eterna.

Buona domenica dell Signore. Dio con noi.

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