Miguel Aranda Medrano
Por Miguel Ángel “Sandrini” Castañeda y
Matías Lozano Díaz de León
Parte 1
Por Miguel Angel Castañeda y Matías Lozano Díaz de Léon
Por Miguel Angel Castañeda y Matías Lozano Díaz de Léon
Durante la estancia de Francisco Villa en Aguascalientes, en ocasión de la
Convención Revolucionaria, etapa de la vida de la entidad en la que incluso lo
tuvo como gobernador, el Centauro del Norte requirió disponer de dinero
“contante y sonante”, necesidad que le fue satisfecha en los talleres del
Ferrocarril, en los que, por la habilidad de sus trabajadores, se podía hacer
prácticamente todo. Y de ello hay fehacientes pruebas no sólo en las sencillas
viviendas de ex rieleros, sino sobre todo, en mansiones de acaudalados y de
quienes fueron altos funcionarios del gobierno y de la empresa.
De ese modo, pues, fue que Francisco Villa tuvo en los talleres locales, su
propia “casa de moneda”, pero para ello no hubiera bastado la existencia de los
talleres, sin la presencia de don Arnulfo Aranda, oriundo del estado de
Guanajuato avecindado en esta ciudad.
Don Arnulfo Aranda no sólo acuñó las monedas para el gobierno
revolucionario; también diseñó y construyó diversas herramientas para la mejor
operación de los Ferrocarriles y dejó para la humanidad, las “arandelas” o
rondanas de presión, cuyo uso es imprescindible en todo tipo de actividades
industrial.
“Yo estaba muy pequeño como para dar
a ustedes razón de porqué mi papá acuñaba monedas, si bien, sé que trabajo en
ferrocarriles mucho tiempo. Incluso tuvo puesto de confianza, porque fue el
instalador de maquinaria de fuerza motriz y maquinaria de todo el sistema.
Tenía su carro particular de ferrocarril, porque andaba en toda la república
conectando aparatos que se necesitaban para el servicio de la empresa. Me
acuerdo de eso, pero nada más, perdí la relación del tiempo” –dice con Miguel
Aranda, de 84 años de edad, séptimo de nueve hijos que don Arnulfo Aranda Mota
procreó con doña Ma de Jesús Medrano Jáuregui.
-¿No platicaba?
Arnulfo Aranda |
-No lo grabé en mi mente. Quizá mis hermanos mayores sepan algo, aunque
sólo queda mi hermana Caritina y mi hermano Jesús, que son los mayores. Los
demás, ya fallecieron. Fuimos nueve: Josefina, Elisa, Chole, Jesús (90 años),
Caritina, Arnulfo, Miguel (84 años), Conchita y Gilberto. Mi padre era de San
Miguel Allende, Gto. Lo mandaron aquí cuando instalaron Ferrocarriles, era un
hombre muy inteligente, incluso hizo muchas mejoras en el servicio de
Ferrocarriles, él hizo las famosas Arandelas que hasta la fecha siguen en uso
en los talleres. Son unas rondanas de presión. También hizo el martillo
neumático o pistola de remachar. Modificó el instrumento original, que cuando
remachaban los estructuras de un puente, había un calentamiento que las dejaba
inservibles, como desechables, y mi padre hizo un invento para que no se
calentaran.
Rpp.- ¿Obtuvo algún beneficio por ese invento?
-No, porque tuvo un amigo, Pedro Morales, que era el gerente de Ferrocarriles
Nacionales, eran íntimos, y como mi padre era un hombre tan honrado como
sencillo, le confió a su amigo ese invento para que se lo patentara en Estados
Unidos, a donde Morales iba seguido, y sí lo registró, pero a nombre propio.
Esa traición le causó una decepción muy grande a mi padre, y a raíz de eso
agarró el trago, y fue lo que a la postre le causó la muerte. Pero fue por esa
decepción.
Rpp.- ¿En qué fecha murió su papá?
-Habrá sido como en 1935,
-Lo único
que quedó perpetuado fue el apellido de mi padre con el nombre de “Arandela”,
que se le dio a la rondana de presión, que también inventó mi papá, antes de la
modificación que le hizo al martillo neumático, al que después le llamaron
pistolas de aire. Yo trabajé en pailería durante 17 años, incluso manejé todas
las máquinas que se consideran invento de mi padre. Yo le trabajé a la empresa
40 años. Trabajé con los mecánicos, de ahí me jubilé.
Rpp.- ¿la empresa le recompensó a su padre por todos los equipos que
inventó?
-No, nunca hubo nada, se quedó ocul- to todo lo que mi padre hizo, porque
nunca le gustó hacer alarde. Otro gran amigo de él era Jesús Malo, y entre los
dos hicieron una ma- quinita de vapor a escala, dentro de los talle- res, a la
mejor hasta en horas de servicio, pero la hicieron, y funcionaba, era de menos
de un metro.
Rpp.- ¿Qué habrá sido de aquella máquina?
-Eso sí no se lo sabría contestar –dice, riendo, don Miguel-. Mi padre
nunca fue jactancioso ni presumido, fue muy humilde., Era muy preparado, sabía
inglés y conocía bien los FFCC, porque empezó desde abajo, des- de cómo se
construían los furgones y las locomotoras. Era gran dibujante, era muy inteligente.
Mi padre ganó mucho dinero porque aparte de su puesto de confianza en FFCC,
tuvo una idea que la llevó a cabo, apoyándose en mis hermanas mayores, Elisa le
ayudaba en un taller que puso de afiladuría de “limas”: había en el FFCC mucho
desecho por el desgaste de las limas; cuando la empresa ya no las consideraba
útiles, las tiraba, o las fundía, reciclaba el metal. Pero mi padre tuvo la
idea de rehabilitarlas, y con ello le ahorró muchos millones de pesos a la
empresa.
Ponga usted que se las vendía, pero al mismo tiempo le ahorraba mucho a la
empresa, las usaban en todo el sistema. Fue el modo de que mi padre empezó a
mejorar algo, vivíamos bien. Yo no me acuerdo, pero lo sé por lo que me platica
mi hermano Chuy; vivíamos en la calle Juan de Montoro, que entonces se llamaba
Calle del Centenario. Se suponía que éramos de los agraciados por mi padre
Dios, éramos gente de dinero, porque yo vi la trayectoria de cómo iba, digamos,
el sistema de sonido, de transportación, de cómo fue desarrollándose Aguascalientes.
Se puede decir que éramos de los primeros en contar con las novedades que
iban surgiendo: que los fonógrafos, que las sinfonolas, todo eso. Los primeros
fonógrafos que yo oía de chiquito eran unos cilindros, tenían unos topes y
tocaban una música muy distorsionada, pero ya eran aparatos musicales. Me
acuerdo que fuimos los primeros en tener un aparato de sonido, un fonógrafo.
Tenían una bocina grande que a través de una aguja con los discos de acetato,
oímos las primeras grabaciones, porque el que hizo unas grabaciones al
principio era Ricardo Bell, un payaso muy famoso que hubo en México, también
oíamos una música de las óperas de aquel tiempo, las divas.
Era muy famoso el Teatro Morelos, porque ahí se llevaban a efecto muy
bonitos festivales, de artistas renombrados mundialmente, y se oían en dichos
discos, esas voces famosas. Los discos de Ricardo Bell tenían mucha demanda,
porque era muy cómico, él inventaba los diálogos, le revolvía algo de música
nada más para prolongar el disco, al grado de que hubo un peinado que llevaba
ese nombre. Nos llevaban nuestros padres a la peluquería y le decían al
peluquero que nos lo cortara “a la Ricardo Bell”, que consistía en dejarlo a
uno todo pelón, nomás con un copetito.
Rpp.- ¿en donde estuvo ubicado el taller de su papá?
-Lo tenía en la misma calle Juan de Montoro, en la casa donde vivíamos.
-En la que fue la casa de don Refugio Reyes, pasando la de Josefa Ortiz de
Domínguez –asegura Miguel Ángel Castañeda.
-Entre Josefa Ortiz de Domínguez y Cosío –confirma Miguel Aranda-. Esto que
les platico, son algunas cosas que recuerdo, porque con el tiempo se van
borrando. Quizá mi hermano Jesús se acuerde de más cosas, porque era el mayor y
por lo mismo, era el consentido de mi padre. Mi padre siempre se apoyaba mucho
en mis hermanas, que eran las mayores, y cuando nació mi hermano Jesús, hubo
muchas celebraciones, porque era el primer varón de la familia.
Pero sí me acuerdo mucho de los tranvías, del Teatro Morelos; de los
recuerdos que tengo ya más claros en mi memoria, es de cuando había un cine
Olímpico en medio del Parián, que por cierto ha sufrido muchas y muy
importantes transformaciones. Había otro cine ahí donde está ahora la máquina
de vapor (Las Tres Centurias), se llamaba el Royal. Mi hermana Caritina
trabajaba ahí de taquillera. Desde entonces, he conocido todas las salas de
distracción que ha habido aquí. Hubo otro cine en la calle Juan de Montoro,
pero ese no lo conocí, y luego sufrió muchas cambios ese edificio, incluso ahí
fue el sindicato de Ferrocarrileros, luego fue hotel y no se qué tantas cosas.
Creo que era el Hotel Regis (donde ahora es la delegación del Instituto
Nacional de Antropología e Historia)
PARTE 2.-
Descendientes de familias muy ricas
Vuelos en avioneta, por 30 y 40 pesos, hace ¡80 años!
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