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"Hasta cuándo, Señor""? Padre Gandhi

Muy buenos días mi querida familia.



Hoy estamos en el domingo XXVII del tiempo ordinario.

Nuestra vida cristiana la empezamos a recorrer a partir de nuestro bautismo y que terminaremos cuando lleguemos a la Casa de nuestro Padre común. Hay periodos en los cuales vivimos de manera serena nuestra relación con Dios. Pero hay otros momentos de la vida en los que pareciera que Dios se ha ausentado; nos sentimos terriblemente solos y con la fragilidad de un barco de papel en medio del oleaje. Esto sucede cuando nos sentimos amenazados, y nos agobia aceptar la precariedad de nuestra existencia por causa de las enfermedades, las crisis económicas, los conflictos familiares, etc.

Estos sentimientos los expresa el profeta Habacuc en la primera lectura. El profeta pone de manifiesto una profunda crisis: “¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio, sin que me escuches, y denunciaré a gritos la violencia que reina, sin que vengas a salvarme? ¿Por qué me dejas ver la injusticia y te quedas mirando la opresión?”. Estas palabras del profeta Habacuc no deben escandalizarnos pues las vacilaciones en la fe hacen parte de la condición humana. Si recorremos nuestra historia personal, identificaremos periodos en los cuales nos hemos sentido en medio de una espesa niebla y hemos perdido los puntos de referencia. 

¿Qué podremos decir sobre estas situaciones? ¿Cómo salir de estas crisis? Para encontrar respuesta, vayamos a la segunda lectura. Allí el apóstol Pablo, en su II Carta a Timoteo, nos ofrece unas pistas interesantes. Pablo le dice a Timoteo: “Querido hermano: te recomiendo que reavives el don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos”.

Con frecuencia, nuestra relación con Dios va perdiendo intensidad, como una hoguera que se extingue, pues aparecen otros intereses que se apoderan de nuestro corazón. Dios queda olvidado en algún rincón, y solo nos acordamos de Él cuando nuestras seguridades materiales se derrumban.

Las palabras angustiadas del profeta, que se siente abandonado de la mano de Dios, es expresión de una profunda crisis de confianza en Él. Por eso Habacuc y todos nosotros, necesitamos reavivar nuestra fe, necesitamos que nuestra confianza vacilante se fortalezca.

En el texto del evangelio de Lucas que nos propone la liturgia de este domingo, encontramos una petición que los apóstoles le hacen al Señor y que está en total sintonía con lo que venimos reflexionando: “Auméntanos la fe”. Nos sorprende esta petición de los apóstoles pues ellos compartían la vida con el Señor, escuchaban todos los días sus enseñanzas, eran testigos de sus milagros, percibían su poderosa vida interior que se nutría de su intimidad con el Padre. Si ellos, que estaban en las condiciones ideales para el crecimiento interior, exclaman “¡Auméntanos la fe!”, ¿qué podremos decir nosotros, que caminamos entre sombras?

Ánimo mi querida familia, nos queda un largo camino por recorrer. Como la fe es un don, pidámosle al Señor la gracia de ir avanzando en su conocimiento. Pidamos que, al Señor que reavive en nosotros la esperanza  y que solo busquemos ganar ese pedacito de cielo.

Buona domenica dell Signore. Dio con noi.

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