Sin temor a la crítica hace una semblanza
leal y honesta del Gobernador del Estado
Palabras pronunciadas por Jesús Eduardo Martín Jáuregui en el homenaje que la UAA rindió al Gobernador del Estado, Ingeniero Carlos Lozano de la Torre.
Ya va para seis años, y la vida de México sigue, para bien, regular o
mal, midiéndose en sexenios, que, platicando con el Ingeniero Carlos Lozano de
la Torre sobre la grave responsabilidad que estaría a punto de asumir, luego de
haber sido electo gobernador del estado, me preguntó sobre la Universidad
Autónoma de Aguascalientes. Le comenté que a partir de su fundación había sido
un modelo de planificación, y se había estimado que su crecimiento habría de
estar normado para evitar el crecimiento monstruoso de otras, por lo que en los sucesivos planes de
desarrollo se había fijado un tope que estaría a punto de alcanzar, momento en
el que habría que promover la creación de una universidad alterna. El Ingeniero
Lozano, que siempre ha seguido de cerca y ayudado a la U.A.A. me contestó: “Sí
está haciendo bien las cosas hay que apoyarla, y no hay que descuidar la
necesidad de crecer en otras áreas”. Su percepción, estoy tentado a decir su
clarividencia, en éste como en otros sectores se ha puesto de manifiesto con el
esfuerzo impresionante que ha dado a nuestra casa de estudios que le ha
permitido en estos 5 años de su gobierno crecer mas del doble. No es en desdoro
de nuestra Universidad señalar que en el área pública tenemos instituciones
tecnológicas que, como la Autónoma son también ejemplo nacional, que la
educación media ha crecido y se ha fortalecido como nunca antes y que el
esfuerzo educativo de su gobierno no tiene precedentes.
La encomienda del Sr. Rector de hacer una semblanza excedería los
límites de tiempo y por lo tanto de prudencia, pero bien podría intentarse un
esbozo desde mi percepción que por supuesto es sesgada, pero que contrastada
con la obra material se atempera y se pondrá en su justo tamaño. El Ingeniero
Lozano pertenece como un buen número de sus amigos a la generación del '68 que
marcó la vida del país en un antes y un después. Un parteaguas, desde un grito
de exigencia democratizadora de la juventud del mundo, que tuvo terribles y
luctuosas repercusiones en nuestra patria. El '68 trastocó la vida de la
capital y terminó permeando al resto de la provincia. Mas allá de un pliego
petitorio o de la tragedia de Tlaltelolco, la juventud buscaba nuevas vías
sociales y políticas. Los que éramos jóvenes en el '68 ahora en la perspectiva
de los años se pueden agrupar en tres: los indolentes que ahora se conocen como
“ni-ni” y que alguien con más justicia llama los “sin-sin”, que existían
entonces, que existen ahora y que existirán mañana. Los contestatarios cuya
prisa les hizo elegir el camino de la lucha, del enfrentamiento violento, de la
transformación urgente, muchos de ellos quedaron en el camino sacrificando con
su vida sus esfuerzos que habrían podido lograr buenos frutos en otras vías, y
un grupo de los que escogieron el servicio, en particular el servicio público
como el medio para modificar estructuras anquilosadas, convencidos que antes de
repartir la riqueza hay que crearla y que el bienestar no se obtiene
debilitando a unos sino sentando las bases del progreso para todos. El
Ingeniero Lozano experimentó de cerca la tentación de las vías violentas,
algunos de sus amigos las eligieron. Él
prefirió el llamado de la vocación de servicio.
Dice el poeta Enrique González Martínez, sólo tres cosas tenía para su
viaje el romero: los ojos abiertos a la lejanía, el ánimo firme y el paso
ligero. El Ingeniero Lozano bien podría ser ese viajero pero contó con mucho
mas que el héroe del poeta. Nació y creció en una fámilia sólida, amorosa,
esforzada y trabajadora. El padre su primer maestro, su madre la guía generosa,
sus hermanas el entorno de cariño, de ejemplo, de respaldo. Tuvo la desgracia
de perder a su primer maestro siendo muy joven, pero la semilla estaba sembrada
y la tierra fértil.
Afirma el proverbio zen: Cuando el alumno está preparado llega el
maestro. Y llegaron: el maestro por antonomasia J. Refugio Esparza Reyes, el
Señor (con mayúsculas) Rodolfo Landeros Gallegos, y Don Héctor Valdez Nájera,
cada uno de ellos marcó, modeló, aportó, y el discípulo ávido, aprendió. Hubo
otros, sin duda, pero el tiempo que restaña heridas y desgasta asperezas,
terminará de colocarlos en su sitio.
Si hubiera que intentar describir en pocas palabras la personalidad
del Ingeniero Lozano me quedaría con estas:
sensibilidad y exigencia. Valora a las personas, valora su trato y
encuentra de inmediato el punto que le permite la comunicación y la interacción.
De igual manera capta en las situaciones, matices que para otros resultan
inadvertidos. Hombre de acción, hombre
de resultados, tiene una gran exigencia que empieza por su persona,
disciplinado, entregado, apasionado, y como se exige, sabe exigir, de allí los
resultados positivos de sus gestiones en las diversas responsabilidades que ha
tenido en el transcurso de su vida. Perdón, me faltó una: gratitud.
¡Sensibilidad, exigencia y gratitud!
Cuesta trabajo imaginar al Ingeniero Lozano al atardecer en el jardín
de la casa, luego de la energía desplegada en una jornada agotadora de trabajo
como las que se impone día a día, contemplar como bajan aves diversas que
alegran y distraen, a comer como lo ha dispuesto esparciéndoles granos,
mientras sus perros retozan y ajusta los últimos detalles de la jornada y los
de las siguientes. Pero el día no quedaría completo sin la lectura. Lector
infatigable, como todo lector que se respete tiene una amplia y variada
biblioteca. Y como decía Juan José Arreola, toda biblioteca es un proyecto de
lectura. Pero en su caso, como es en su vida y como ha sido en su gobierno, es
un proyecto en ejecución. Lee para informarse, para estar al día, pero también
para formarse, para seguir creciendo y lee para solazarse. Eso es lo bueno, lo
malo es que suele dejar tareas de lectura a colaboradores y amigos. No es
infrecuente recibir la invectiva: “Ya leíste esto...pues leélo”.
Su gusto por la naturaleza lo abrevó desde el hogar, conserva el
rancho familiar y adquirió otra pequeña propiedad, un terreno en que sólo el
esfuerzo, la constancia y la paciencia, ¡ah! y el cariño logran arrancar magros
frutos a la tierra. Cultiva y cría ganado con una pasión comparable a la con la
que ha desempeñado su función pública. Ha sido impulsor convencido de la
ecología y especial objeto de sus cuidados la Sierra Fría, en donde
conjuntamente con otros copropietarios promueve
la reforestación y repoblamiento de especies, haciendo que retome su
belleza originaria: un auténtico santuario de la naturaleza. Por cierto que los
nombres de sus ranchos bien podrían ser una metáfora de su proyecto de
gobierno: La Campana y La Esperanza: la convocatoria y la propuesta. Proyecto
que se ha venido consolidando en realidades de las que hace unos días ha dado
cuenta en su quinto informe de gobierno.
Pero este intento de semblanza quedaría incompleto, quedaría
inexplicado, quedaría trunco, sin la presencia de Blanquita, su esposa, y de
sus hijos, las gemelas Blanca Yahaira y Emma Daniela, y José Carlos, que han
sido estímulo y complemento. Como es un tema que corresponde a la vida privada,
basta con apuntar que en él reproduce el entorno en que tuvo la fortuna de
crecer.
Termino con una indiscreción que el Ingeniero Lozano habrá de
disculpar. Entre broma y veras después de su elección le comenté: “Ya pasaste a
la historia, el voto te trajo aquí, ahora toca pasar a la posteridad, y eso ya
depende de ti.”
Pero juzgarlo, Sr. Gobernador, ya no nos toca ni a tí, ni a mí…
Muchas gracias.
Aguascalientes, Ags., a 4 de noviembre de 2015.
0 Comentarios