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Mercado Interno Gerónimo de Orozco y la fundación de la villa

JERÓNIMO DE OROZCO
INICIÓ NUEVO TRATO

A LOS CHICHIMECAS

*Su política fue contra la guerra a “sangre y fuego”
*Fundador de Ags murió en escaramuza con indios

Juan Manuel Rodríguez  (30/X/15)

Con motivo de un aniversario más, el número 440, de la fundación de la Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes, el municipio que encabeza como presidente Juan Antonio Martín del Campo, realizó una serie de festejos populares para conmemorar la fecha y para regocijo de la población hidrocálida.

Bien conocido es que por real cédula expedida el 22 de octubre de 1575, el gobernador y presidente de la real Audiencia de Nueva Galicia, el doctor don Jerónimo de Orozco, fundó la Villa en nombre del rey Felipe II, lo que no es tan bien divulgado, se refiere a los antecedentes para esta cédula y la participación que tuvo el propio Orozco en ella.

Diez años antes, en 1565, cuando el territorio neogallego administrativamente no se independizaba de la autoridad del virrey de Nueva España, ya Orozco es mencionado como oidor, junto con los licenciados Alarcón, Mendiola y encabezados por Contreras como Oidor principal de Nueva Galicia, según los menciona John H. Parry en su  libro “La Audiencia de la Nueva Galicia en el Siglo XVI”.

La dificultad de gobernar un territorio defendido con bravura por los indomables chichimecas, orilló a los virreyes a desarrollar la execrable Guerra Chichimeca “a sangre y fuego” cuyos resultados fueron fatalmente infructuosos para la pacificación, aunque le permitió a la corona extender paulatinamente sus fronteras hacia el norte.

Jerónimo de Orozco llegó a convertirse en el primer presidente de la Real Audiencia de Nueva Galicia (en funciones de 1573 a 1580) y, como tal, tuvo que enfrentar esa guerra y pedir recursos económicos al Rey para poder combatir a los naturales.

El doctor Alberto Carrillo Cázares (1931), profesor e investigador del Centro de Estudios de las Tradiciones de El Colegio de Michoacán, en su minuciosa y completa obra “El debate sobre la Guerra Chichimeca 1531-1585“, explica que se utilizaron dos métodos, el teórico, mediante consultas con teólogos y religiosos sobre la justicia de la guerra, y el práctico, nombrando tenientes de capitán general que encabezaron la guerra, entre ellos Cristóbal de Ontiveros, doctor Francisco de Sande, Francisco de Puga (estanciero de Celaya), doctor Hernando de Robles,, doctor Juan Bautista de Otozco, entre otros.

Y fue Jerónimo de Orozco, como presidente de la Audiencia, quien tomó el cargo de administrador de la guerra  en la frontera de la Nueva Galicia a partir de diciembre de 1574.

“Con el doctor Jerónimo de Orozco –dice en su libro Carrillo Cázares-- como administrador de la guerra en la frontera chichimeca, comenzó de hecho una nueva política de negociación y de nuevo trato a los chichimecas, que condujo a la pacificación final. Orozco tuvo el acierto de elegir, como teniente de Zacatecas al hombre clave de la nueva estrategia, el capitán Rodrigo del Río de  Loza.
Al mismo presidente se debió el reforzamiento de la frontera, con las fundaciones de León (1576 y de Aguascalientes (1575)”.

La influencia de Fray Guillermo Santa
María y el Concilio Provincial Mexicano

Para este cambio en la política de negociación, algo ha de haber influido en Jerónimo de Orozco el recorrido que hizo en 1571 por tierras de lo que hoy es el estado de Guanajuato, y que le permitió conocer personalmente de una sorprendente experiencia aplicada por el agustino fray Guillermo de Santa María, quien logró, con un espectacular acierto hacer convivir pacíficamente a los otrora belicosos indios guachichiles que habitualmente incursionaban procedentes del Gran Tunal potosino, a los que convenció para que aceptaran asentarse junto a los indígenas michoaques pacíficos que les enseñarían a cultivar, creando sementeras y a realizar actividades en zonas pobladas. Guillermo de Santa María llevó a Orozco y a la comitiva de españoles que le acompañaban San Francisco para que vieron por propios ojos la gran posibilidad que había coexistencia pacífica entre nómadas chichimeca y sedentarios michoacanos.

 “Esta población le pareció bien al Illmo. Doctor Orozco, presidente de Xalisco, que le llevé a San Francisco y dio contento a todos los españoles ver la conformidad de los chichimecas con los pocos tarascos que sin temor, allí con ellos hacen sementeras”, dice uno de los textos, el menor, que dejó escrito el fraile agustino cuyo contenido comunicó en carta al Virrey Martín Enríquez.

Muchos fueron los que se opusieron a la guerra de conquista de Nuño de Guzmán, o la del Virrey Antonio de Mendoza para sofocar lo que llamaban rebelión del Mixtón, que no fue rebelión sino defensa indígena de sus tierras y sus familias, como lo demostró Tenamaxtle, el que acabó con la primera Guadalajara de Cristóbal de Oñate y hasta con el arrogante Pedro de Alvarado, que había llegado para salvar a los conquistadores.

Vasco de Quiroga, Bartolomé de las Casas, Alonso de la Veracruz y otros más, levantaron su voz en contra, sobre todo de la esclavitud a que eran sometidos los naturales, y los argumentos pesaron en las reuniones eclesiásticas de 1536, 1544 y 1546 y a ellas se unió de Guillermo Santa María quien habló con los participantes del Concilio Tercero Provincial Mexicano que finalmente en 1585 condenó la guerra chichimeca “a sangre y fuego”.

Es el doctor Alberto Carrillo Cázares quien, en su meticulosa obra “El Debate sobre la Guerra Chichimeca 1531-1585. Derecho y política eh la Nueva España”, impreso en el año 2000, quien rescata la importancia de la discusión sobre esta guerra que, mas de conquista fue de exterminio. Debate que, por cierto, desdeñan otros autores que se concentran simple y sencillamente en la guerra de expansión colonial.

Jerónimo de Orozco no terminó con las luchas, aunque fueron reduciéndose, más por el avance de la frontera hacia el norte con el nacimiento de la Nueva Vizcaya y otras conquistas.

Incluso la muerte lo sorprendió en un recorrido que hacía y que sostuvo un enfrentamiento (“escaramuza”, dicen las crónicas) de su comitiva, paradójicamente con un grupo de guerreros chichimecas. A partir de entonces, ningún presidente de Audiencia volvió a participar directamente en esos encuentros



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