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Los Universitarios Héctor de León


Honores y desdenes


Héctor de León

Esta semana la Universidad Autónoma de Aguascalientes llega a sus 42 años de vida. Lo lamentable es que con el paso del tiempo, que se escurre como el agua entre los dedos,  vierte polvo de olvido a una gesta trascendental, que hizo posible un mejor desarrollo armónico de Aguascalientes. 

Los mismos universitarios de ahora, ni conocen, mucho menos reconocen el valor de esta Universidad que no ha dejado de alentar un cambio social, con el quehacer de más de 30 mil egresados. Otros, académicos y administrativos, han encontrado –sobre todo los primeros- el mejor espacio para aspirar a un estatus de vida más pleno. La Universidad no ha sido obra de la casualidad, y sí del trabajo planeado de un grupo pionero que comienza a ser relegado de su propio proceso histórico, cuando otros actores les vino, como maná  del cielo, un proyecto que fue construido para durar, en esencia de sus funciones sustantivas, por años y años. 

A pesar de yerros en determinados periodos, la Universidad se ha sostenido como una institución ejemplar, porque fue cimentada sobre una organización moderna y futurista. En su momento, se rescató para la UAA, lo más sobresaliente de la Universidad pública mexicana, que dígase lo que se quiera, ha sido el puntal para el progreso de un país que, como México, ha tenido que resentir los embates sexenales, como si los bienes públicos fueran un botín para satisfacer los apetitos de los grupos políticos.

Hace 42 años, con carencias de todo tipo, con los contados bienes materiales que poseía el Instituto de Ciencias, pero con una gran riqueza cultural y académica de más de un siglo, un grupo visionario se echó a cuestas la difícil labor de planear una casa de estudios superiores de avanzada, en donde los jóvenes de Aguascalientes no tuvieran que emigrar hacia otras entidades, para desplegar sus talentos y aprender en otras universidades, con el riesgo grave de quedarse fuera de la entidad y no sumarse al progreso social que aquí se anhelaba. 

Aguascalientes necesitaba contar con los profesionales que dirigieran un cambio, tal como se vislumbraba en otras entidades, a la par de las transformaciones que ya acontecían en otros países. El compromiso no era únicamente por la formación técnica pura; el elemento complementario estaba también por el lado de la formación humanista; por una investigación que coadyuvara en la solución de problemas específicos, y por el enriquecimiento cultural que debe compartirse con las mayorías que deambulan por una injusta marginación social.

Los nombres de los fundadores de la Universidad se van quedando en el olvido, como si sus acciones hubieran sido motivadas por la casualidad, cuando se tuvo conciencia plena de la responsabilidad y coyuntura histórica. Su labor fue fundamental para hacer de Aguascalientes un Estado vanguardista, fuera de los éxitos temporales y fuera de las estadísticas comparativas. 

En esos primeros años de la UAA ha quedado la huella de muchos aguascalentenses que se sumaron al proyecto original, que hoy derrama beneficios incalculables a la sociedad de nuestro tiempo. Desempolvemos la memoria para honrar a ese grupo pionero que comienza a diluirse, a convertirse en luz, en el diapasón del tiempo,  cuando se proyecta una de las mejores épocas de la Universidad. Honor a quien honor merece. (hmdeleon@terra.com.mx

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