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Club Monjes, "escuela" de Victor Barba y Alfonso Flores





Sus Parroquianos y sus Anécdotas

Las Andanzas de dos Reporteros 
Gráficos: "El Lechón" y "El Mao" 





No es lo Mismo “Soltar el Chango y Amarrar al
Lobo”, que ¡Soltar al Lobo y Amarrar el 
Chango! Y “El Mao, compadre del diputado
 Jorge Varona, lo hizo...


Por Matías Lozano Díaz de León

Dos figuras que forman parte del panorama local, por su vasta trayectoria en los medios de comunicación, por lo que lo mismo se les ve “en un lugar que en otro”, son los reporteros gráficos Víctor Barba y Alfonso Flores “El Mao”, quienes por la naturaleza de su trabajo, han cubierto tantos hechos y eventos, que se han convertido en su propia historia, una historia llena de sobresaltos y de emociones de variado nivel. Ellos fueron incluso los fotógrafos de prensa en activo con mayor antigüedad, y que por cierto conservaron una amistad que comenzó en la infancia. El Mao labora ahora en la oficina de prensa del Congreso del Estado...

Víctor y El Mao –el apodo de Alfonso es más popular que su nombre- comenzaron sus andanzas juntos en el histórico Club Monjes, un lugar de reunión de los personajes más populares de la época, del que se ha escrito mucho y a la vez, muy poco, lo que resulta injusto. Prácticamente comenzó ahí su carrera artística David Reynoso, por citar un ejemplo, pero ahí concurrían desde el gobernador y el presidente municipal, hasta bohemios, comerciantes y empresarios de la época.

Es difícil precisar la edad que ambos tenían entonces, cuando el Club Monjes tenía su domicilio en la primera cuadra de la calle Juan de Montoro pues, dice Víctor, “El Mao sacó su acta de bautizo cuando ya estaba grande”; El club Monjes estuvo donde hasta hace poco operó una casa de cambio, en la primera cuadra de Juan de Montoro. Cuando el Club Monjes fue desalojado, se mudó a la que ahora es calle “Antonio Acevedo Escobedo”, pero que entonces -y aún ahora-, era conocida como “Palmira”, porque ahí operaba un Hotel de ese nombre, precisamente en el sitio donde se registró un derrumbe en marzo de 2007, en el último año de la administración de Martín Orozco, mientras se excavaba para construir el edificio donde se instaló el Instituto Municipal de Cultura.

Leopoldo Villalvaso alias “El Tornillo”, pero a quien “también le decían “Celia”, por su parecido con un elefante que salía en un programa de televisión”, según recuerda el Mao, era el regenteador del Club Monjes, que más que una cantina era un “centro integral de esparcimiento y cultura”, que contaba, entre otras cosas, con una mesa de futbolito y otras de billar, pero ahí se planeaban y organizaban diversidad de eventos que trascendían a la sociedad, como los torneos de polo en burro, pero también otras de teatro, según relatan Víctor Barba y Alfonso Flores, quienes entonces eran llamados por los parroquianos como “El Lechón” y “El Odongo”.  

Del origen de esos sobrenombres, Alfonso Flores dice, respecto de Víctor, que se debía a que “siempre fue gordito, bien criado”, y de Alfonso, dice Víctor que el apodo se lo puso Villalvaso, “al parecer por el color de su piel”. Sin embargo, Jorge “Romita” o “Roma” de la Torre tiene otra versión, de la que escribiremos en otra ocasión.


Algunos de los principales “socios” del Club Monjes que recuerdan nuestros entrevistados, eran: don Gabriel Arellano (a quien apodaban “El Barquillo”, por la forma de su cabeza, característica de quienes de por vida usan sombrero charro), padre del ex alcalde de Aguascalientes, del mismo nombre; don Angel Talamantes “El Picapán”, quien fue presidente municipal en el trienio 1972-1974; Dagoberto y Pepito Amador, comerciantes del Mesón de San Antonio; Antonio de Luna, de Foto de Luna, que tuvo su local en el lado oriente del Parián;, Raymundo Esparza –“El Charro”-,  que trabajaba con la señora Carolina Villanueva, en Bordados Maty, y a quien el Mao acompañaba en las charreadas, como Sancho a don Quijote; Humberto Barnola; David Reynoso Flores, locutor, cantante y luego popular actor; Adolfo de la Serna, el popular “Botas”,  que  “era transportista de ganado”, y su hermano “El Chino”, hermanos de la primera esposa del Dr. Francisco Guel Jiménez, doña Teresa Serna, fallecida el 28 de julio de 1963; el Lic. Manuel de Alba -“El Babalú”-, quien murió escasos ocho días después de “pegarle al gordo” –no a su hermano Gustavo, sino al premio mayor de la Lotería, que, “por cierto, dicen los contemporáneos, nunca le pagó la serie premiada al popular “Mago”.

De Alba fue yerno del ex presidente municipal y ex gobernador del estado, Ing. Luis Ortega Douglas, también cliente asiduo del establecimiento.

 Otro de los parroquianos del Monjes que fue besado por la diosa fortuna fue Miguel Sánchez, un comerciante en chiles, del Mesón de San Antonio, que se ganó 10 millones de pesos en la Lotería y les regaló el camión a sus choferes. Hay más nombres, que al calor de la plática surgen, conforme se remueve los recuerdos en la mente de los entrevistados.

Cabe recordar que a don Gabriel Arellano  lo impulsó fuertemente don Augusto Gómez Villanueva para que fuera presidente municipal, pero se dice que el Ingeniero Miguel Angel Barberena, a la sazón gobernador del estado, no apoyó esa promoción. No obstante, años después, Gómez Villanueva participaría en el esfuerzo para que llegase al Palacio Chico Gabriel Arellano hijo, casi una década después de que muriera su padre.

Pero, volviendo a nuestros personajes Víctor y Alfonso; la mesa de futbolito, donde se pasaban largas horas jugando, fue motivo de muchos corajes de “El Tornillo” porque, cansados de gastar lo que Víctor se “ganaba” en la lonchería de su tía, doña Josefina, en la terminal de los autobuses Flecha Roja –hoy, Ómnibus de México- que se ubicaba donde ahora es la delegación de Relaciones Exteriores, en la Plaza de la Patria, pronto descubrieron que atando un cordón a una rondana podían divertirse todo el día, sin que les costara. Y así lo hicieron, hasta que “El Tornillo”, admirado de que la alcancía estuviese siempre vacía, los sorprendió en la “maroma” y les puso una dura felpa.

No era para menos el coraje del empresario, pues Víctor, dice Mao, siempre andaba “bien cargado”. En otras ocasiones hemos narrado cómo Víctor Barba, según cuenta él mismo, se quedaba con alguna “feriecilla” de la lonchería de su tía y, para que no lo descubriera ella o su abuelo, don Francisco, hacía agujeros en las bolsas de sus pantalones, de manera que las monedas cayeran en las botas que ex profeso compraba.

Lo que en sus muchos años de operación aconteció en el Club Monjes es digno de investigación y rescate de la información, como la ocasión aquella en que don Gabriel Arellano,  padre, como ya dijimos, del ahora presidente municipal Gabriel Arellano Espinosa, llegó con un gato muerto y lo echó en la olla de frijoles, a sabiendas de que minutos después la concurrencia los pediría para su degustación, como en efecto ocurrió: introdujo Leopoldo Villalvaso el cucharón, y lo primero que asomó fue la cola relamida del minino, generando un barullo que es fácil imaginar.

Pero, el recuerdo que más risa les causa a nuestros entrevistados, es de lo acontecido con dos de las “mascotas” del club. Dice Víctor, que “El Tornillo” mandó al “Mao” a que amarrara al lobo y soltara a “Nacho”, el chango, el mono araña, que fueron contribución de Rafael “El Loco” Gómez al club. Lo que pasó es que Alfonso Flores confundió las órdenes y amarró a “Nacho” y soltó al lobo, de lo que derivó que el pobre simio fuese encontrado, poco después, sin algunas partes de su cuerpo, entre ellas, la cabeza. 

Alfonso Flores dice que el error no fue suyo, sino de Tito Lamas (padre del actual Director del DIF municipal y Secretario de Finanzas del CDE del PRI), que fue quien recibió la orden de El Tornillo, pero que Víctor se la carga a él, para desquitarse por andar contando que “le decían “El Lechón” y “Piojo de presidio”, porque siempre estuvo muy gordito”, “bien criado”.

De su propia vida, cuenta Alfonso Flores, que asistía a la escuela “José Ma. Chávez”, que estaba en la calle de ese nombre, en una vecindad muy grande habilitada como templo del saber, de la que guarda tiernos recuerdos de la maestra Esperanza y de otro mentor, a quien apodaban el “Huyuyuy”, porque traía a raya a los muchachos. Al parecer ahora opera ahí, una tienda de venta de instrumentos musicales.

Otros personajes típicos de El Club Monjes eran: “Los Dorados”, dos hermanos así llamados, por su vestimenta;  “El Cachimiro”, Juan El Cacas, El Triste, Angel “El Cristalino”, Jorge Romo, hermano de Alfonso, que vivía en la Díaz de León, que fue miembro de la Policía Judicial Federal; Toñito, que luego fue taxista, Salvador Venegas, hermano de La Borracha, ambos músicos, y Vicente Carlos “El Tiburón”, que luego se hizo músico y que murió de ebrio y era hijo de La Ampolla, popular gritón de los toros; Héctor de Granada, cuyo verdadero nombres es dicen, José Gutiérrez, pero que lo cambió para ayudar a olvidar aquella tragedia del casino ocurrida al comienzo de la segunda mitad del siglo pasado, en la que perdió la vida “El Naco” Chon Arvizu, a manos de Matías Gutiérrez.

En el “Monjes” había también un gimnasio, en el que los mayores hacían pelear a los muchachos. “Ahí fue donde Víctor se hizo bueno para los cates”, dice el Mao. Además, al otro lado tenía su negocio don Jesús Pérez Romo, y les enseñaba box y lucha. “Se disfrazaba de El Santo y hacía funciones de lucha libre, se hacía pasar por el enmascarado de plata”.

Las mesas de billar de El Monjes era uno de los muchos motivos para la numerosa concurrencia, entre la que también se contaba Andrés Díaz “El Picorete”, sobrino de Roberto Díaz Rodríguez, quien fuera dirigente obrero muchos años. “El Picorete” era torero y hacía del club su centro de operaciones y de negocios; El Agapo, Bernabé Esparza, don Nato el sombrerero de la calle Morelos, que “tomaba muchos Mejorales dizque para poder sobrevivir”; y Chavo Téllez, un hombre corpulento, fuerte, que buscaba el más mínimo motivo para agarrarse a trancazos con “El Botas”, padre del ahora presidente de la Coparmex...

Cuando había festivales taurinos, o Polo en burro, que organizaban los parroquianos del Club Monjes, salían a las calles, montados en los asnos, a promover los eventos, y desde ese momento empezaba la diversión, en la que muchos miembros de la sociedad participaban, de manera especial los peluqueros de la calle Juárez, que salían de sus locales para intentar “bañarlos” con el contenido de los orinales o bacinillas.

Son famosas las habilidades histriónicas de muchos de quienes frecuentaban el Club Monjes, que incluso se vestían de mujeres para presentar alguna obra de teatro, como “Las Manolas”, que con regularidad actuaban para los enfermos del Hospital Hidalgo, eventos en los que cantaba David Reynoso y los muchachillos de entonces, Víctor Barba y Alfonso Flores, actuaban vestidos de gachupines.

De vez en cuando se veía en el club al  ahora reconocido pediatra Ismael Landín Miranda.

Cuando el dueño de la casa de la calle Juan de Montoro donde operaba El Club Monjes, don Emilio, los obligó a irse con su música a otra parte, Villalvaso consiguió la finca en la entonces calle Palmira, donde siguieron presentando sus obras de teatro, como también lo hicieron algunas veces en el Teatro Morelos.

Dice Jesús Roberto Contreras Flores, “el del Encino”, que las farras que comenzaban en El Montoro, de José García “Pepeíllo”; o en el Cabo Cuarto y otras cantinas de la época, continuaban en El Monjes y llegado el momento de cerrar todo, los parroquianos se iban a la cantina clandestina que tenía don Domingo de la Cerda en la esquina de las calles Francisco Villa y Pino Suárez.

Todo Aguascalientes conoció a don Domingo porque, siendo un hombre de  baja estatura, pero sobre todo jovial, siempre se hacía acompañar de “Pelé”, su noble Gran Danés negro, que inclusive entraba con él al banco y era admiración de la gente que parándose sobre sus patas traseras, ponía sus manazas en el mostrador.

Víctor Barba y Alfonso Flores estuvieron en activo hasta no hace mucho en El Sol del Centro, si bien comenzaron su trayectoria como fotógrafos en El Heraldo.




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