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Los Universitarios Héctor de León



Otra vez el Hospital Hidalgo



Héctor de León
Conocí un poco las entrañas del Hospital Civil “Miguel Hidalgo”, después de que, gracias a la voluntad del gobernador J. Refugio Esparza Reyes, dio la directriz para que en noviembre de 1975 pasara a formar parte del patrimonio de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, hecho acontecido en una asamblea histórica entre universitarios y servidores públicos de la más alta jerarquía, como el doctor Ginés Navarro Díaz de León, secretario de Salubridad y Asistencia.

Desde entonces quedó sellada la transformación integral de la centenaria institución de salud, que ha pervivido en una constante línea de limitaciones económicas, pero sustentada en la entrega y labor de sus cuadros profesionales y administrativos, sin embargo, su transformación a Hospital Universitario le dio, para bien, una nueva estructura y organización, pero lo principal, la Universidad le impregnó el humanismo que sustentan sus principios filosóficos. Fue una simbiosis perfecta entre el hospital público y la máxima casa de estudios de Aguascalientes. Fueron más de diez años de permanecer como Hospital Universitario, con una calidad ejemplar en la atención y servicios a los enfermos de la entidad y la región.

Como la ciencia de la salud es una parte importante en la gama de estudios de la UAA, los universitarios aceptaron el reto de hacer del hospital civil un digno centro de atención para la salud de los marginados del régimen de seguridad social. Los rectores a quienes les correspondió pugnar con una difícil gestión de subsidios, tanto para la Universidad como para el nosocomio –Humberto Martínez de León, Alfonso Pérez Romo, José Manuel Ramírez Isunza y Efrén González Cuéllar-, nunca se arredraron ante los obstáculos y alentaron a la sociedad, y a los propios universitarios, para que sintieran como suya a la noble institución hospitalaria.

Las crisis económicas fueron una constante en el hospital, porque desde el inicio, fue el gobierno federal el que regateaba los apoyos, derivando la responsabilidad al gobierno estatal. Aun así, la Universidad no vaciló en dirigir parte de sus subsidios educativos para no dejar de atender la gran demanda de servicios que tenía -y tiene- el hospital. Gestos de buena voluntad no faltaron, como aquella ocasión en que el gobernador Rodolfo Landeros Gallegos dio instrucciones para que salieran de las arcas públicas un subsidio especial de treinta millones de pesos y no estallara una crisis de salud en Aguascalientes.

Las razones económicas fueron finalmente el detonante para que la Universidad regresara el hospital al gobierno del Estado durante la administración del ingeniero Miguel Ángel Barberena Vega. El tiempo ha pasado y el hospital mantiene el espíritu de servicio que le impregnó la UAA. Este comentario me permite agradecer infinitamente todas las atenciones recibidas de parte de familiares, amigos y médicos, especialmente de Francisco Esparza Parada, Rodolfo González Farías, Ernesto Sánchez Hernández, Luis Delgado y Ramón de León Hernández, y demás personal del hospital.

Con todas sus limitaciones de diversa índole, el Hospital Hidalgo, a no dudar es un timbre de orgullo para Aguascalientes.

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