Héctor de León
A veces es indispensable acudir a la lógica, a la imaginación, para entender algunos pasajes de la historia. La falta de información -lo que a su vez es indicativo de la ausencia de historiadores-, los acontecimientos nos quedan inconclusos o son llevados fácilmente por otros senderos que no son los de la verdad. Así, la historia de Aguascalientes presenta lagunas enormes que obligan a las instituciones oficiales y educativas, el alentar los trabajos de investigación de una manera coordinada, para que los escritos no queden presentados como cabos sueltos. Por ello, la historia es una ciencia llena de primores que nos hace entender los orígenes, desarrollo y consecuencias de los sucesos. En pocas palabras, nos hace descubrir la esencia de lo que somos como seres humanos o como sociedad.
Al comentar brevemente la gran obra que realizó en Aguascalientes el ilustre don Francisco de Rivero y Gutiérrez, descrita en un trabajo desarrollado por el investigador Víctor Moreno Ramos, me queda perfectamente claro la trascendencia de las acciones emprendidas por el español, nacido en el año de 1703 en Mazcuerras, al norte de ese país, y establecido en la Villa de las Aguas Calientes después de la mitad del siglo, para fundar la primera escuela pública y gratuita de la Villa.
Pero si se trata de hablar de rigor histórico, la primera escuela de carácter formal en la región, acontece en agosto de 1773 cuando don Nicolás de Alanís Contreras funda la primera escuela para niños pobres en lo que entonces se conocía como el mineral de Real de Asientos. Lo relevante es que ambos centros escolares se establecen prácticamente en un mismo periodo, sin embargo, por obvias razones, la institución que logra sobresalir es la escuela proyectada por Rivero y Gutiérrez.
De acuerdo al padrón parroquial de 1770, el perfil del migrante español “era de una persona apegada a la familia y a los preceptos de la religión cristiana; colaborador con las autoridades civiles y eclesiásticas para mantener su poder y hegemonía económica, política y social, aunque había momentos de diversión fuera de lo común, como su interés por la fiesta de los toros, pero siempre bajo la normatividad, la moral y buenas costumbres de la época”.
El conjunto escolar fue construido en la calle del Relox (Juárez), y contaba con un salón principal, una casita contigua para la vivienda del maestro; una entrada o pórtico, y párele de contar. En tanto el benefactor ilustre de la niñez de Aguascalientes, vivía por la antigua calle del Apostolado (Rivero y Gutiérrez) y Tacuba (5 de Mayo).
Durante años y años, la finca original de la escuela quedó cubierta por la fachada de los negocios que ahí se establecieron, con la virtud de que el salón principal les gustó como bodegón y nunca fue destruido. Por esos contados tinos oficiales, a partir del 2001 la finca fue expropiada y hoy queda como el testimonio educativo más antiguo de Aguascalientes. (hmdeleon@terra.com.mx)
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