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Los Universitarios ¿Jubilosos?








Por Héctor de León.- Desde un punto de vista personal, constituye un privilegio el haber conocido a los últimos grandes maestros del Instituto Autónomo de Ciencias y Tecnología, algunos de los cuales se jubilaron en los inicios de la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Veía en ellos un rostro pleno de alborozo por haber llegado a la meta de uno de sus objetivos profesionales: ser maestro a carta cabal, y como lo decía don Efrén González Cuéllar, "con la íntima satisfacción del deber cumplido".

Eran maestros que se habían entregado por décadas a la institución en épocas de vacas flacas, porque en ocasiones los directivos del Instituto no les alcanzaba para cubrir ni salarios ni las necesidades básicas, pero a pesar de ello, los profesores de la época no les importaba que no hubiera dinero, y es que encontraban en la docencia una justificación vocacional; eran maestros por convicción, con el único interés de devolver a su alma mater una pequeña parte de lo que les había dado en su formación pre profesional.

Eran los tiempos en que el título de bachiller valía por sí solo, con una preparación envidiable en las ciencias que de alguna u otra razón, tenían una utilidad práctica para el buen vivir, así fuera una lección de ética, filosofía o historia. Cuesta decirlo, pero el grado de bachiller se ha desvalorizado tanto, que los actuales bachilleres no aciertan ni siquiera para escribir correctamente una frase, como si no les interesara el conocimiento, el estudio.

Los rostros que veo de los maestros jubilados de hoy, no se asemejan a los de ayer; se les mira preocupados, ensimismados por el mundo convulso en el que estamos; por lo que puede venir de dificultades para los hijos y nietos; dolidos –no todos-, por la situación económica y otras pavadas que surgen en los adultos mayores.

A pesar de todos los pesares, lo que descubro es que lo que más duele a los jubilados de ahora, es que no se les reconozca, como se debe, su quehacer de ayer, que se les ignore, que se les borre de las listas de algunos actos en que quisieran sumarse, como seres humanos activos que todavía piensan y que pueden contribuir a las grandes causas, a los grandes proyectos, ya sean universitarios, de gobierno o sociales.

Algo se tiene que hacer para que los jubilados de hoy se sientan jubilosos e importantes como se sentían los de otras épocas; que se les dé el rol social que les corresponde. Lo que no se puede es borrar sus acciones de un plumazo, ni tampoco se vale extenderles migajas de dinero, mucho menos de cariño y comprensión. (hmdeleon terra@com.mx)


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