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Una flor y mil flores


Por Madero 
Héctor Ruiz Esparza 

Aguascalientes, Ags 17 de mayo de 2024 d,C. 

Antes de regresar a nuestra tierra y de nuestros viejos el Maguey, el abuelo fiel a su palabra nos invitó unas ricas gorditas, para ese entonces ya había crecido los comensales al incorporarse al grupo la madrina de las niñas que enriquecieron los comentarios del mitin de Flor. 

Para llegar al famoso lugar, caminamos buen rato entre chavos vestidos con playeras de distintos colores pero con una idea clara, vencer el abstencionismo y salir a votar el próximo mes para cambiar el modelo actual que los limita y no les ofrece nuevas oportunidades. 

Recorrimos la bella y majestuosa calle de la Merced, con sus iglesias que le hicieron recordar al abuelo sus tiempos de niño cuando visitaba junto con su mamá al abuelo Pedro Miramontes en la antiguo edificio de Bellas Artes. 

Que tiempos tan tranquilos los que me tocaron no había tanta violencia como hoy, comentó mi padre al recordar que a su abuelo le habían robado su instrumento de trabajo un violonchelo, por dejar la puerta de zaguán abierta, es que así era antes, dijo, no había desconfianza. 

Las nietas corrían entre mesas de cafés que se encuentra por las amplias aceras, hasta que llegamos a la impresionante Iglesia de la Merced, vistamos a la virgen de la Rosario a la que le pedimos por nuestra salud y seguridad de toda la familia. 

Y no caer en manos de la delincuencia que ha dejado a miles de mujeres desprotegidas así como huérfanos sin fin, ya que en lo que va de este gobierno han dejado de existir 186 mil, 765 personas. 

Miren mis niñas, dijo el abuelo, en esta esquina estaba un tendajon de madera que vendía dulces y fruta con su dueño llamado Don Tereso, aquí fue mi primer trabajo formal, rio el abuelo al igual que nosotras sus hijas. 

Y en aquella se colocaba un puesto que vendía duro con salsa, chicharrón prensado y unas manitas de puerco que hasta te chupabas los dedos. 

En esa otra había una tienda de abarrotes llamada, creo que, La Quemazón y arriba de ella vivía el padre Guadalupe Díaz, director del Colegio Portugal. 

Seguimos nuestro recorrido, pero el abuelo continuaba con sus recuerdos de infancia, y nosotros con un hambre de la fregada, en mis tiempos de morrillo esa casa era un colegio ahí estudie primero y segundo de primaria, que por cierto teníamos una maestra de nombre señorita Elena que era muy estricta pero se pasaba de lanza ya que a los traviesos como yo y otros como Carlos Lozano y Fernando Macías no jalaba de las patillas como castigo. 

En la acera norte, enfrente, se localizaba el Colegio Alcalá, de las señoritas Alcalá, en el curse 4, 5 y sexto de primaria, toda una aventura. 

Ya desaparecieron: mis escuelas, el tendajón de Don Tereso, al igual que casi 100 mil personas en México que por cierto no las olvidan sus Madres Buscadoras. 


Al atravesar el Jardín de San Marcos, mis hijas, la famosa madrina y el abuelo sentimos una agradable sensación de rocío, caminamos bajo tanto árbol enmarcados en una portentosa balaustrada de cantera rosa, percibimos un aroma a cientos o miles de flores brotando de bellas plantas que hacen la delicia de los visitantes. 

Ojalá una flor nos gobierne los próximos seis años, para que se nos quite el miedo y llegue una guía verdadera para que el país crezca económicamente y haya mejores servicios de salud ya que nadie quiere un país unipartidista, unipersonal, guiado por falsos mesías e iluminados incompetentes de no ser así el daño es gigantesco. 

Continuamos por ese remanso de paz y frescura del jardín, al fondo de él, apreció la Iglesia de San Marcos en la que se venera al evangelista y que se festeja el mero 25 de abril. 

Del lado derecho del templo, y otra vez el abuelo nos charlaba, se encontraba el Centro de Salud, que daba atención a toda mi familia y a cientos o tal vez miles de personas que vivíamos y crecimos en este barrio. 

No como ahora que eliminaron el Seguro Popular y dejaron en la indefensión de servicios de salud a más de 50 millones de personas en el país. 

Al frente de Salud en Aguascalientes y por supuesto del Centro de Salud estaba el dr Luis Macías, papá de mi amigo Fernando, el que les platique que era igual o más travieso que yo mero, un médico de verdad de los de antes con el juramento hipocrático tatuado en la frente. 

No como los de ahora, que lo hacen dar a uno vueltas y vueltas al Hospital 1 del IMSS como si fueran volantín de feria y no resuelven nada, ahí está el caso de mi compadre Raúl que lleva más de un mes tratando de ver a la jefa de medicina interna para poder continuar con su tratamiento, pero nada que la ve, es mejor escapista que el tal Fumanchu o David Copperfield. 

Por fin llegamos a las gorditas, con un hambre de novillero y una sed como perdido en el desierto de El Llano, como el mago de la lente Fortino. 

Pidan lo que quieran, dijo el abuelo a las niñas y también a nosotras, se encontraba muy satisfecho por platicar parte de su infancia y lo mejor que lo escucháramos. 

Ya en la sobremesa, la tía nos dijo: me dio y me da mucho gusto haber asistido a escuchar a Flor, ojala y nos encontremos muchas de ellas en mayo, junio y toda la vida ya que se distingue por un fuerte carácter de superación, es ella, lo que necesitamos en México. 

La critican por infinidad de cosas sin trascendencia, lo que importa es la experiencia en resolver asuntos a favor de los que menos tienen como salud, vivienda, educación y seguridad. Tiene en mente el crear empleos a través de las empresas ya constituidas en México y traer otras del extranjero, para que den chamba y bien pagada a mujeres hombres y chavos. 

Xochitl, vendió gelatinas, trabajo, estudio y estudio y se superó hasta llegar con su hambre de justicia hasta donde está. 

México necesita muchas Flores para combatir el rezago educativo, las obras caras y mal hechas, los ataques al Poder Judicial, al INE,el agua contaminada, los apagones, el aumento de la canasta básica, el uso del aparato de justicia para amedrentar críticos, la polarización de la sociedad y lo más importante salud de los Mexicanos. 


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