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En la Opinión de Mario Mora Legaspi 🖊️


Los periodistas de ayer (V) 

Cerramos el capítulo anterior con una semblanza general del finado reportero y cronista de sociales de EL SOL DEL CENTRO, Javier Macías Loera, a quien le gustaba mucho utilizar chaleco como atuendo diario- Pocas veces se le vio sin alguno de sus chalecos. 

De Javier se cuentan muchas anécdotas. Y se cuentan porque ninguna me consta, no estaba presente, incluso el que esto escribe todavía no llegaba a este mundo o tenía pocos años de vida cuando sucedieron. 

Una de ellas que narran quienes lo presenciaron fue que un día cualquiera, entrada la tarde, llegó Javier a la redacción a escribir. Y lo hizo con dos o tres copas entre pecho y espalda, ya que muchas veces tenía la costumbre de meterse a una cantina o bar del primer cuadro de la ciudad o puntos cercanos, para tomarse las “de comer”. Y aprovechaba la botana y el lonche del día para comer. 

Les decía que arribó Javier a redactar sus notas y comenzó a teclear su máquina Olivetti con ahínco. Minutos después se levantó de su escritorio el entonces subdirector editorial y jefe de información, Ramón Morales Padilla, quien, con su manera educada y cortés de tratar a las personas, le dijo: “Javiercito, qué hace”, a lo que el aludido respondió: “aquí Ramoncito, redactando mi información”. Y Ramón Morales le respondió “que bien Javier, pero de perdido póngale papel a la máquina”, lo que provocó la hilaridad de los presentes y seguramente a Javier se le bajaron los humos del alcohol. 

Otra anécdota que se cuenta de Javier es que una noche, después de salir de la redacción de EL SOL y de irse a mater a una cantina del rumbo, salió bien entonado de ese sitio y se dirigía a pie a su casa ubicada en la calle Héroes de Chapultepec, entre Galeana y José María Chávez. Y al caminar por la Plaza Principal, concretamente por la acera oriente, se percató que estaban en la ceremonia de apertura de una institución bancaria que todavía funciona, pero ahora con otro nombre, en la esquina de la Plaza con la calle de Colón y Juan de Montoro. 

Asistieron a la inauguración las principales autoridades estatales y municipales de ese entonces, dirigenes empresariales, industriales, comerciantes y prestadores de servicios de gran prestigio, representantes de todos los sectores productivos de Aguascalientes. Y Javier, desde la entrada, comenzó a gritar en voz en cuello que ahí estaban “puros riquillos, capitalistas, hambreadores” y otros adjetivos. 

Al escuchar sus gritos, prácticamente casi todos los asistentes desde el gobernador y el presidente municipal, supieron de quien se trataba, ya que Javier era muy conocido por ser cronista de sociales. Y alguien ordenó a un jefe policiaco presente también en el lugar que ordenara a sus subordinados que llevaran a Javier a su casa a bordo de una patrulla, orden que se cumplió al pie de la letra. 

Y otra fue cuando a Javier Macías le tocó cubrir el matrimonio de la hija de un destacado político de ese entonces. La boda se efectuó en la misma Catedral Basílica y la presidió el obispo Salvador Quezada Limón. Y la fiesta a todo lujo con la asistencia de secretarios de Estado, gobernadores de varias entidades y funcionarios federales de alto nivel, así como la crema y nata de la sociedad de Aguascalientes. 

El banquete comenzó pasadas las tres de la tarde y Javier acudió a cubrir el evento, pero las horas pasaron y no llegaba Javier a la redacción del Diario. Eran pasadas las 10 de la noche y del cronista de sociales ni sus luces. En la sala de redacción había desesperación, pues tenían abierta la primera plana de la Sección de Sociales. Y en un día normal, a esa hora, la sección estaba completamente lista para incluso ser la primera en pasar a rotativas para su impresión. 

Por fin después de un rato llegó Javier, quien comenzó a escribir su crónica, urgido también por el jefe de redacción. Y en cuanto terminó la primera cuartilla u hoja de escribir en máquina mecánica, prácticamente se la arrebataron para ponerla la medida y entregarla a linotipos para escribir en metal el texto tal cual. Era una lucha contra el tiempo. 

El texto impecable y acertado. Pero siempre hay un pero. En la tercera o cuarta cuartilla Javier Macías escribió la lista de los principales invitados a la boda, pero resulta que, en vez de ponerles invitados, redactó que la lista de “gorrones” es la siguiente. Y al linotipista por la prisa se le pasó corregir, suponiendo que el corrector de galeras vería dicha barbaridad y ordenaría cambiar la frase. Pero tal fue la prisa por cerrar la sección que así se fue a rotativas para su respectiva impresión. 

Aquí surgen dos versiones. La primera que la Sección de Sociales así salió para su circulación y venta, por lo que ya se imaginan el escándalo e hilaridad que ocasionó. Se dice que hubo necesidad de reponer la plana al día siguiente con la respectiva corrección del texto. Y la segunda que alguien de rotativas se dio cuenta de tal barbaridad y lograron detener la impresión. Se tuvo que cambiar el sustantivo de gorrones por invitados. Y volver a imprimir la sección.

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