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En la Opinión de Mario Mora Legaspi 🖊️


Los periodistas de ayer (I)


El pasado lunes a temprana hora, apenas anteayer, el colega Raúl Cobos en un chat común que compartimos los que trabajamos por algunos años en Televisa Aguascalientes, me hizo recordar a los periodistas de antes, a los que se forjaron en la calle en busca de la noticia, en el trabajo diario y en las redacciones de los propios periódicos.

Una vez el laureado periodista y escritor colombiano Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura, dijo que la mejor universidad del periodismo es la redacción de un periódico, por ser el lugar mejor para aprender y desarrollarse en esta noble tarea de informar a la opinión pública.

Raúl Cobos con su acertada propuesta de rendir homenaje perenne  a los colegas que ya fallecieron pero que dejaron huella en el periodismo local, me hizo hacer memoria y recordar a los que en mi larga carrera periodística tuve oportunidad de conocer y de tratar, pero sobre todo de aprender mucho de ellos y de ellas, porque la verdad eran reporteros de verdad que no empleaban las grabadoras ni los teléfonos móviles, simplemente iban armados para ejercer su labor con una libreta y una pluma o bolígrafo, o tarjetas u hojas en blanco, pero eso sí con una mente atenta y ojos pendientes de que lo que ocurría a su alrededor, al grado de escudriñar al personaje o persona que entrevistaban.

Apostaban sobre todo a su memoria, sin faltar a la verdad ni a la objetividad. Era parte esencial del periodismo de antaño, donde se carecía todavía de mucha tecnología, pero eso no le restaba autenticidad ni veracidad a la noticia.

Antes de entrar en materia deseo expresar de antemano una sincera disculpa si de manera involuntaria omito algunos nombres de colegas que al momento de escribir escapan a mi memoria. Y es que el tiempo no pasa en vano, es inexorable, y no se puede detener.

Mi primer maestro en casa y en el trabajo fue mi señor padre Mario Mora Barba, en aquellos años jefe de información de EL SOL DEL CENTRO, quien me enseñó este gran oficio. Fue un mentor bastante drástico y enérgico, puesto que muchas veces en mi propia cara me despedazaba las hojas de alguna nota que había escrito para enseguida tirar los restos a la basura, con la orden de “vuélvala a hacer”. En ese entonces no existían todavía los equipos de cómputo. Pero gracias a ello, aprendí los gajes de esta profesión.

En ese entonces la redacción de EL SOL DEL CENTRO estaba conformada por un equipo realmente pasado, con periodistas de gran trayectoria y experiencia, que salían a diario a ganar la nota de ocho columnas.

Como jefe de redacción figuraba José Luis Ortiz Rico, un hombre entregado a su trabajo y que ingresaba al diario en las últimas horas de la tarde y hasta cerrar edición, una, dos o tres de la mañana, según la carga de trabajo,  no se diga cuando había un hecho de última hora, una nota nacional e incluso internacional de interés para el público. Años después se retiró y se dedicó al sector privado, instaló una moderna imprenta y talleres gráficos, que le permitieron vivir sin aprietos económicos, hasta su deceso.

Años antes, cuando un servidor era un niño, conocí a Ramón Morales Padilla, brillante periodista, quien llegó a ser subdirector de EL SOL, al lado del desaparecido licenciado Joaquín Cruz Ramírez, que fungía como director, y posteriormente fue secretario general de Gobierno durante el sexenio del gobernador Rodolfo Landeros Gallegos y en sus últimos años se desempeñó como notario público. Don Ramón era quien con su capacidad periodística orientaba al licenciado Cruz Ramírez sobre la buena marcha del periódico. Tiempo más adelante fue jefe de prensa del IMSS en Aguascalientes y luego jefe prensa durante la campaña a la gubernatura de Rodolfo Landeros Gallegos, donde hizo un gran papel y posteriormente su director de Comunicación Social. Desgraciadamente casi a la mitad del sexenio falleció a consecuencia de un temible cáncer.

Como reporteros en la sección local se encontraban Agustín Morales Padilla, quien cubría las fuentes más relevantes, y que brillaba con luz propia por sus dotes reporteriles y también por ejercer la profesión de locutor de radio en la entonces XERO. Ambas actividades las combinaba a la perfección, si bien seis días a la semana tenía que comer en la propia cabina de la propia estación, dado que su segundo turno diario era de dos a cuatro de la tarde. De ahí salía presuroso a escribir al periódico.

-tengo muy presente en la memoria a Juvenal García Muñoz, reportero de la vieja guardia, siempre vestido de traje, que cubría fuentes altamente generadoras de información como el Ayuntamiento de la Capital, la Secretaría de Industria y Comercio (ahora Secretaría de Economía), Sindicato Ferrocarrilero que en aquellos años era muy fuerte, y muchas más que no recuerdo. Juvencio como le decíamos coloquialmente sus compañeros de trabajo era un hombre serio, pero con un gran corazón. No podemos olvidar sus almuerzos de los sábados por la mañana, en su casa ubicada por la avenida Héroe de Nacozari casi esquina con Madero, donde nos deleitamos con la sabrosa carne de res o de puerco con chile, frijoles de la olla, tortillas recién hechas, además de café, leche o atole de maíz, pero primero un plato con fruta de temporada. Eran almuerzos exquisitos a los que asistíamos sus colegas de la primera sección.

Recuerdo siempre con sentida emoción a Juvenal, gracias por sus enseñanzas y manera de ser.

 

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