BANNER

En la Opinión de Mario Mora Legaspi 🖊️

Proteger y estimular a los maestros

Ante el inminente regreso a clases en las escuelas, en el arranque del ciclo escolar 2023-2024, al margen de lo que ocurra con la entrega o no de los nuevos libros de texto gratuito en Aguascalientes y de los nuevos planes de estudio enmarcados en el programa denominado “nueva escuela mexicana” resulta indispensable reajustar nuestra manera de ver y actuar con los miembros del magisterio.

En efecto, los maestros y maestras son el alma de la educación y desempeñan un papel importante en la formación de las nuevas generaciones de mexicanos y aguascalentenses.

Por tanto, tenemos que hacer algunos ejercicios para cuida la calidad del quehacer educativo y conservar a los profesores y profesoras, quienes por lo regular tienen una gran vocación para enseñar a niños, adolescentes y jóvenes a fin de que puedan abrirse paso en la vida mediante el conocimiento.

Los hombres y mujeres que tienen el conocimiento y las especialidades, y que lo comparten con las siguientes generaciones, siempre deben ser dignos y dignas de nuestro reconocimiento. Su objetivo es formar gente de éxito.

El magisterio constituye un capital humano inapreciable y no se le recompensa adecuadamente pues ganan poco dinero con relación a sus capacidades y conocimientos, además de la importancia de trasladar la ciencia aplicada a los alumnos.

Pero no solamente los maestros y maestras de nivel básico tienen retos y dificultades dentro y fuera de las aulas, también escuelas de educación media y superior, pues en los tiempos recientes se han puesto de moda los protocolos en las diferentes instituciones relativas a lo que se debe hacer en caso de acoso y otras conductas sexuales que pudieran ser atribuidas a los miembros de las plantillas docentes, lo que puede estar muy bien, pues lo elemental y esencial en una sociedad es que exista y prevalezca el respeto a los demás.

De lo que he podido conversar con amigos docentes es que existe temor fundado a que los alumnos y alumnas se aprovechen de algunas circunstancias para denunciar hechos en muchos casos sin ser verídicos o en otros que se confunda una cosa con otra y que se les acuse que se les quedaron viendo con miras “lascivas”, pero lo que no informan es que se hacen notar por su forma de vestir o los adornos que se colocan sobre su propio cuerpo con dibujos, tatuajes y accesorios como piercings u otros similares.

Lo cierto es que los mayores, incluyendo a maestros y maestras, nos sombramos de los jóvenes y adolescentes, de esta generación llamada de “cristal”,  que no soportan ni una mirada, me nos un regaño o apercibiendo por conducta académica inapropiada, creen que merecen todo sin hacer el mínimo esfuerzo.

Esta situación ha hecho pensar a algunos amigos académicos que son personajes muy serios, institucionales y con una vasta experiencia en el aula, en la seria conveniencia o inconveniencia de seguir siendo maestros, pues han visto con desagrado como algunos alumnos o alumnas que no tienen el adecuado rendimiento académico alertan o advierten con presentar quejas de ese tipo, otras personas si lo han hecho, lo que ab re procedimientos jurídicos y hasta penales que las timan el prestigio personal del profesor, todo por una mal estudiante que quiso obtener una mejor calificación o una nota aprobatoria cuando ni siquiera ha hecho el mérito de estudiar lo suficiente.

Para acusar a algún integrante de la planta docente o personal de apoyo a la educación se tienen en prácticamente todas las instituciones los debidos protocolos. Este procedimiento, sin duda, está muy bien si se sigue un trato justo, que respete la privacidad de los involucrados, pero seguido nos encontramos con situaciones donde primero se hace público el supuesto hecho a través de las redes sociales o de los medios informativos, aunque en muchos de los casos son situaciones inexistentes, pero el daño que causan al honor y la respetabilidad del mentor son irreparables e irreversibles.

Han existido casos donde los catedráticos acusados son expulsados hasta de sus propias familias, no se diga de las instituciones donde trabajaban y prácticamente repudiados por la sociedad. Lo peor es que cuando ocurren ya no tienen reversa, es decir su imagen ya fue maltratada y resulta muy complicado su restauración. En estos casos la única opción es demandar por el daño moral y la reparación económica de este perjuicio.

Así las cosas, los maestros deben tener siempre el apoyo de las instituciones educativas a las que pertenecen y establecer protocolos desde la revisión de calificación de exámenes, recurso de pataleo que usan los alumnos cuando no están conformes con su resultado y creen que fueron mal evaluados. Para el efecto, se ha propuesto que dichas revisiones se hagan en un lugar donde se encuentren otros maestros o personal administrativo de manera que haya testigos y la diligencia se concrete exclusivamente a la evaluación y así se puedan evitar esas acciones o recursos de alumnas reprobadas que hostigan al maestro con denunciarlo como “acosador”.

También hay quienes consideran que las escuelas deben implantar un código de vestimenta mínimo, si bien es cierto que la libre personalidad les permite muchas libertades a las personas en cuanto a su gustos y formas de ser, también es importante que en las instalaciones del conocimiento se debe tener un poco de decoro y honrar esos sitios.

Habrá quienes estén o no de acuerdo con esta propuesta, pero si uno llega a alguna institución debe acatar sus reglas, además de que todos y todas estamos en la más completa libertad de pensar como quiera.

La disyuntiva es no perder buenos maestros por malos entendidos o por actos de injusticia, cuando requerimos gente apta y calificada para formar mejores profesionales que pongan en alto a su familia, a nuestro estado y al país.

Publicar un comentario

0 Comentarios