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“¡Cuánto, jardín, tu pena reverencio, porque es ladrón la Feria"...



La Feria de San Marcos
-La Feria sin el Jardín-



“¡Termápolis aquella!... Sin duda más 
humilde, sin duda menos bella”!

Por Matías Lozano Díaz de León

(1938, Desde México, El Nacional. “Aguascalientes bulle hoy, 25 de abril, en un ritmo de júbilo y fiesta… Y antes de que las horas recuperen la conciencia de su atributo transitorio, las calles de La Sorpresa,, de la Hospitalidad, de la Merced se van poblando de unas mujeres finas, reposadas, radiantes, que se dirigen a la meta del gozo sin par. Lo mismo se observa en los barrios extremos, en esos barrios de nombres que parecen hallazgo de observadores profundos y tiernos como Azorín o Miró: La Salud, Los Angeles, El Encino…” ...

Pero ¡Eso es historia! Historia que plasma Antonio Acevedo Escobedo en su compendio de loas a la Feria en sus Letras sobre Aguascalientes, pero que en nada se parece a lo que ahora se ve.

El jardín de San Marcos, otrora “reposorio vesperal de próceres poetas comarcanos, sahumerio para idilios provincianos, mínimo paraíso terrenal” (Salvador Gallardo Dávalos), pasó de moda. En la segunda mitad del siglo pasado San Marcos era la Feria. En el cruce de 5 de Mayo y Moctezuma se instalaba la “entrada” al área ferial, que proseguía por Venustiano Carranza, donde se instalaban los stand de comercios e industrias, donde los paseantes conocían lo último, lo moderno; donde  la Coca Cola regalaba los cuentos de “Los Aguiluchos”, precursores de los comics; donde en alguna vieja casona de la acera sur de la primera cuadra de esa avenida se instalaba “La Casa del Terror” y, caminando por el centro de la rúa, podía el viandante cubrir con la mirada todo lo que se exhibía, y se detenía en lo que consideraba más “digno” de ver.


Tiempos aquellos en que los “ventiladores” de mano, de cartón, eran tan apreciados y demandados; cuando hombres y mujeres, jóvenes y adultos esperaban con ansia la hora “después de comer”, para descolgarse hacia el jardín, de riguroso estreno, para apostarse en una esquina estratégica desde dónde dominar el panorama; las mujeres en el sentido de las manecillas del reloj, los hombres a la inversa, con el ramillete de claveles en la diestra, uno en la siniestra, presto para ofrecerlo a aquella a la que ya le había echado el ojo en el encuentro anterior, en cuanto apareciese. ..

En tanto, empezaba el bullicio en los tapancos y afinaban instrumentos los músicos de las orquestas y conjuntos; en la explanada se desamodorraba el de la carpa de la Lotería y se mostraba el cócono, como premio mayor, mientras a escasos metros los mecánicos de Atracciones García apretaban tuercas por aquí, engrasaban fierros por allá, o probaban la rueda de la fortuna y los caballitos, que minutos después, apenas empezando, no pararían sino hasta ya entrada la noche… como a las 12.
Hoy, “El jardín se puso triste”, pero por el contrario de lo que Eduardo J. Correa argumentara: “¡Cuánto, jardín, tu pena reverencio, porque es ladrón la Feria, que te roba la augusta majestad de tu silencio”! ...

Ya no es el jardín centro de la Feria, pues igual que el patrono han sido desplazados, por más que alguien diga en una página Web que “el santo patrono de la Feria en persona (¡vaya cosa!), vigila y protege a todos los feriantes”. El jardín es sustituido por la Isla Guadalupe, a la que ahora se le llama San Marcos, bien distante, por cierto, de lo que le diera nombre a la Feria. 
Antes, todo apuntaba a San Marcos. Hoy, la frase que se ve en un “promocional” por ahí, es motivo de sentimientos encontrados: “Ojalá siempre nos vaya como en Feria” pero, como dice el refrán, “cada quien habla de la Feria, según le fue en ella”.

Para la gran mayoría de los jóvenes y adultos la Feria de San Marcos es sinónimo de desenfreno, y es crítica la falta de control de los restaurantes, “antros”,  bares y otros establecimientos, a los que los que los adolescentes, hombres y mujeres tienen acceso sin mayor restricción que los “18 años” a las bebidas embriagantes y, dejando volar la imaginación, “a todo tipo de drogas”...  

De algún modo, desde que la Feria “cayó” en manos de los jóvenes, cambió el concepto de la festividad.  ¡“Es otro rollo”! 

Muchos años hace que los moralistas afirman que en enero de cada año se registra un  incremento de nacimientos como resultado de los desenfrenos en la Feria.

La zona de “antros” es la que mayores cambios acusó de una década a la fecha, cuando se registró, en vísperas del arranque de la verbena, el “levantón” del regenteador y sus empleados de un “antro” que operaba al norte de la ciudad. Los autores se enfrentarían poco después a la policía de Aguascalientes y Zacatecas en la carretera a Loreto.


 (Al respecto, el gobernador del Estado, Luis Armando Reynoso Femat, reconoció que los carteles del narcomenudeo en Aguascalientes tratan de posicionarse estratégicamente, incluso mediante supuestas actividades empresariales; y del dueño de la discoteca secuestrado por presuntos narcos, dijo que “no precisamente hacía gala de buena actividad empresarial”, y que la Procuraduría estatal investiga a un grupo de personas que podrían estar ligadas al narcomenudeo).

La Feria de Aguascalientes tiene su origen en el año de 1828, fecha en que se celebró por primera vez, entre los días 5 y 20 de noviembre, en El Parián, un inmueble a medio construir…. Bajo la bienhechora sombra de las aglomeraciones de buhoneros y mercachifles hicieron su aparición los gallos, los toros, la lotería, las carreras de caballos y pronto a los negocios se añadió la pachanga. En la siguiente década la Feria vino a menos por incosteabilidad y estuvo un tiempo suspendida, de 1937 a 1940, cuando prosiguió hasta 1951, año en que se determinó que el jardín de San Marcos, cuya balaustrada había sido construida hacía poco, fuera el nuevo anfitrión de los festejos. Además se acordó que la Feria ya no tuviera verificativo en noviembre, sino en abril, cuando el jardín ofrecía mejor aspecto y se celebraban en el templo las fiestas en honor del evangelista San Marcos. “Estos cambios, por lo demás, revelan que la feria perdía poco a poco su originario carácter mercantil y que, en cambio, los ingredientes lúdicos adquirían una relevancia creciente”.  

El Jardín de San Marcos

La idea de construir el jardín de San Marcos nació del Ayuntamiento, en 1831 y se hizo en una serie de solares. Se plantaron árboles, se trazaron caminos interiores, se construyó en el centro un quiosco, “se sembraron flores y pequeños arbustos a lo largo de todo el perímetro. En el centro se instaló un asta bandera de 16 a 128 varas de altura en la que se izaba la bandera durante las ceremonias cívicas.
El Jardín de San Marcos fue inspiración de grandes poetas del terruño y de quienes lo visitaban, sobre todo en abril. “Tierra de Esparza Oteo y de Ponce Manuel: éste bastante feo y el otro, más feo que él”.



En el gobierno de Luis Armando Reynoso la ciudad sufre una metamorfosis singular y el embellecimiento es para muchos, partidarios suyos y no,  justificación de omisiones o desatinos. La transformación es evidente y ello hace que la gente haga juicios y comparaciones y quien esas tertulias pretende ser adalid, resulta crucificado.  

“He venido, Termápolis, a verte… ¡y no te encuentro! La que miro es muy distinta de la que muy adentro llevo en los recónditos pliegues del corazón”… ¡Termápolis aquella!... sin duda más humilde, sin duda menos bella…”. –Eduardo J. Correa.

“Recuerdo que tenía cuatro puertas nuestro jardín y que estaban abiertas de las seis a las seis de cada día. Entonces era estuche de ambrosía que cerraba solemne el celador porque en su rusticismo bien sabía que era una rica alhaja cada flor… -¿Y el alma de las rosas, jardinero, a dónde va? Y señaló un lucero: -“A donde van todas las cosas bellas… A ser átomo en luz de las estrellas. –Pero… ¿todas? –Sí, todas. Es su fin… Ah, pero nada más de este jardín. Y esa noche en San Marcos, primavera para mis ansias líricas sin fin, pude saber que nuestro cielo era cementerio de flores del jardín”. –José F. Elizondo, Un jardín en primavera. 

Mientras sea Feria de San Marcos, el evangelista tendrá implícito su homenaje, pero la Feria no será lo mismo sin jardín, y jamás podrá considerársele vetusto, de la tercera edad, y no le será consuelo suficiente la compañía de los miembros de la edad dorada ni su música vernácula en el stand a ellos dedicado.



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