Desplazados
Héctor de León
Las imágenes que nos transmiten a diario los medios de comunicación nos dejan pasmados, sin habla: son cientos, miles de hombres, mujeres, jóvenes, niños, que caminan sin rumbo en busca de un país que les abra las puertas; huyen de la violencia, de la muerte, la que se ha enseñoreado en los países del medio oriente, y sí mucho me apuran, en todo el mundo. Lo que no vemos es lo que sucede aquí en México: otros miles de seres humanos que dejan sus casas y todas las propiedades porque huyen del crimen organizado. El lugar es lo de menos porque lo mismo acontece al norte que al sur, del oriente al poniente de un país en donde el gobierno “declaró la guerra al narcotráfico”, una guerra que nos sale de lo más caro, pero lo que duele, lo que cala, es que el golpe mortal es para miles de familias mexicanas, lo que se supone es la célula de una sociedad, de un Estado, de un País, que como México, bien merece otro destino.
Las cifras de desplazados en nuestro país, no importan, porque se hablan de miles y miles, como si se hiciera la cuenta con corcholatas. Hace un año, en un foro sobre violencia y migración organizado por la UNAM, la investigadora Laura Rubio Díaz Leal declaró que son millones de personas las que han sido obligadas a desplazarse de sus lugares de origen a causa de la violencia. Criticó que acuerdos internacionales como los Tratados de Westfalia impidan a la comunidad internacional intervenir en los estados para controlar el desplazamiento interno. Y es que, de acuerdo con las estadísticas, después de que se iniciara la guerra contra el narco, en 2006, una de cada diez familias se ha desplazado.
La profesora del ITAM ha reiterado en varias ocasiones que los desplazamientos se dan en tres formas: gota a gota, gradual y repentina. El primero se refiere a la salida de pequeños grupos de personas o individuos de sus comunidades. El segundo, ocurre por el incremento de inseguridad en los pueblos que obliga a las personas ir abandonando estos espacios de manera paulatina. Y el tercero ocurre tras el episodio de un hecho violento.
Con respecto al perfil de las personas desplazadas, la académica explicó que 75 por ciento de las personas que huyen son mujeres o niños, y que lo hacen ante la muerte o desaparición del jefe de familia. Asimismo, comentó que estas personas encuentran varios obstáculos al intentar establecerse en otros espacios, ya sea porque los pobladores del lugar de destino los vinculan con el crimen organizado y los evitan, porque pierden todo su patrimonio o porque al escapar de manera imprevista dejan atrás documentos que prueban su identidad, como acta de nacimiento, certificado de estudios, etcétera.
Laura Rubio Díaz, una reputada académica del Instituto Tecnológico Autónomo de México, ha cifrado uno de los problemas del que no se habla mucho en México, pero que describe muy bien en su último libro, que esta realidad mexicana de las migraciones forzadas por la violencia del narcotráfico desde 2009, arroja una cifra de cerca de 300 mil desplazados, de los cuales 30 mil han huido por conflictos de tierra y de intolerancia religiosa en estados como Chiapas y Oaxaca. Lo lamentable es que no importa a dónde se muevan los desplazados, porque al final de cuentas, el dolor humano también es infinito y hoy se presenta en cualquier país de cualquier continente. Lo que lacera es que en México gobierno y ciudadanos, nos hemos convertido en espectadores. (hmdeleon terra.com.mx)

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