Juan Manuel Rodríguez nos comparte este artículo;
Octavio Raziel
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Medio pan y un
libro
Dedicada
con respeto y afecto a mi
amigo
y colega Carlos Ravelo Galindo
Leer,
leer, ce vice impuni que me inculcó mi madre, mi cuentacuentos
de la noche.
La historia del hombre se ha reducido a una tableta: lo escrito sobre arcilla
con muescas cuneiformes hasta la moderna IPod.
La actual cultura se ha saltado el libro y ahora va por el atajo único de la
pantalla. La balanza se ha inclinado demasiado al uso de los medios
electrónicos.
Leído el panegírico de Federico García Lorca, Medio pan y un libro,
redescubrimos la necesidad de que los pueblos lean para que aprendan no
sólo el verdadero sentido de la libertad, sino el sentido actual de la
comprensión mutua y de la vida.
Bien está que todos los hombres coman, pero que todos sepan. No sólo de pan
vive el hombre. “Yo, decía el granadino, si tuviera hambre y
estuviera desvalido en la calle no pediría un pan, sino que pediría medio pan y
un libro”.
García Lorca
menciona en su larguísimo discurso pronunciado en la inauguración de la
biblioteca de su pueblo natal, en 1931, que cuando el escritor Fiódor
Dostoievski estaba prisionero en Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes
y cercado por desoladas llanuras de nieve, pedía socorro en una carta dirigida a su lejana familia; sólo
decía: “enviadme libros, libros, muchos
libros para que mi alma no muera” Tenía frío y no pedía fuego, tenía
terrible sed y no pedía agua, pedía libros, es decir, horizontes, es decir
escaleras para subir a la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía
física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy
poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.
El Poeta español hace un largo recorrido del hombre a través de la escritura,
de las ideas plasmadas primero en arcilla hasta los libros modernos de su
tiempo. Porque contra el libro no valen
persecuciones. Ni los ejércitos, ni el oro, ni las llamas pueden contra ellos,
porque podéis hacer desaparecer una obra, pero no podéis cortar las cabezas que
han aprendido de ella porque son miles.
Luego expresa que los libros han sido perseguidos por toda clase de Estados y
por toda clase de religiones, pero esto no significa nada en comparación de lo
que han sido amados.
Cuánto han cambiado las palabras del poeta frente al mundo tecnológico. Hasta
hace no mucho el joven se acercaba al anciano para estar a la altura de su
sabiduría. Hoy ocurre lo contrario, el viejo tiene que esforzarse para estar a
la altura de las nuevas generaciones, incluso de los niños que bucean con gran
destreza y mucho descaro en las profundidades de la red.
El sabio de la tribu ha sido remplazado por el joven que conoce las claves para
acceder a la información, para manipularla, transmitirla, multiplicarla. Hoy
manda quien mayor información tiene dejando atrás libros en papel, periódicos,
telegramas, correos de sobre y timbre postal; inclusive los noticiarios
televisivos van quedando atrás frente a las App’s, losTwitter, Facebook o
Gmail, Hotmail y Yahoo.
Mientras tanto, frente a aquellos adictos al internet me siento un alcohólico
redimido. Evito participar de esa danza frenética e interminable que aparece
frente a una pantalla. Trato de disciplinarme y dedicar más tiempo a la
lectura, a la meditación y, en una libreta o en pequeños papeles, anoto
palabras o ideas que por la noche consulto con Google. Sigo
prendado a la costumbre de consultar diccionarios o enciclopedias que
sobrevivieron al tiempo y sólo en ocasiones me sumerjo en Wikipedia.
He desechado la costumbre de consultar Twitter oFacebook para
enterarme de festejos, celebraciones o velorios de amigos o colegas, pues las
noticias que me podrían afectar, para bien o para mal, me llegarán de cualquier
forma. Trato de domar a mi memoria. Tengo la certeza de que nada puede estar
perdido mientras ésta sea cualitativa y no cuantitativa y absolutamente
selectiva. Vivo un autoexilio del mundo on-line lo que me permite un ejercicio
de concentración.
¿Cuántos libros leyeron en las últimas vacaciones? Pregunto a mis amigos.
Menos pan y más
libros.
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