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ABCdario


 Turismo urbano.    

            Carlos del Castillo

Foto: Matías Lozano 


TURISMO URBANO. La ciudad de Aguascalientes tiene su encanto especial, como lo tienen otras ciudades hermosas de México. Esto tenemos que reconocerlo para no presumir de únicos. No se necesita de mucha ciencia para advertir que en Aguascalientes se respira un aire especial, sin que por ello importe el clima y la zona geográfica en donde habitamos, un lugar semidesértico que de todos modos nos privilegia con una temperatura envidiable en las cuatro estaciones del año. Desde luego que la parte poniente de la entidad es la que más gusta por ser parte integrante de la Sierra Occidental. Ahí brilla intensamente la figura del Cerro del Muerto, en donde se dan los atardeceres más espectaculares del mundo, con un colorido indescriptible que hay que ver porque su belleza no encuentra palabras. Según las estimaciones oficiales, ni siquiera la ciudad alcanza todavía el millón de habitantes, aunque a veces pareciera que por ser la ciudad Capital-Estado, esta cifra ya fue rebasada por la cantidad de paseantes y población originaria que todavía mira a la ciudad como un punto estratégico para realizar distintas actividades. Siglos de ser un punto estratégico de la logística comercial. Por diversas razones explicables, Aguascalientes mantiene un encanto que, desde luego, se debe a las generaciones que se han preocupado por mantener un orden y desarrollo urbano con cierta congruencia. La fisonomía urbana invita a propios y extraños a dejar el automóvil a un lado y recorrer tranquilamente el centro histórico, matizado por el conjunto habitacional centenario, que lógicamente ha cambiado conforme pasa el tiempo. Así las últimas transformaciones citadinas se hayan dado en lo que fuera la tradicional Plaza de Armas, para dejar un complejo plano y despejado por la desaparición de edificios contiguos al histórico Teatro Morelos y cercanos a la preciosa Catedral. Desde luego que el gusto se rompe en géneros y los habrá quienes añoren la plaza antigua, hoy todavía punto de convergencia de nativos y paseantes. Los aguascalentenses nunca acabaremos de rendir tributo al célebre don Refugio Reyes Rivas, justamente arquitecto post mortem por la Universidad Autónoma de Aguascalientes, institución orgullo que entre paréntesis conserva espléndidamente lo que fuera el convento de la orden de Franciscanos, frailes de prosapia en la construcción del México colonial y de sentida presencia en la ciudad, los cuales siguen atendiendo a sus fieles en los templos de San Diego y Tercera Orden, contiguos y unidos en sus entrañas por unas famosas catacumbas en donde mora el incorruptible Padre Peña y otras decenas de difuntos. El lugar santo de este rejuego de túneles debe de encerrar historias increíbles de las momias y esqueletos que formaron parte de la vida de célebres aguascalentenses que vivieron en siglos pasados. En tiempos de la Cristiada debió ser un refugio ideal.  Un punto extraño: hace aproximadamente 16 años, cuando se ejecutaba el remozamiento del edificio conventual de la UAA, precisamente en el lugar en donde se situara la Rectoría del Instituto de Ciencias –y luego de la propia UAA-, se encontró ahí el sepulcro de 17 frailes franciscanos. Lo inexplicable es por qué no fueron sepultados en las mismas catacumbas y se prefirió otro espacio más apartado del centro espiritual y religioso de los franciscanos. En esta intrincada reseña, no podría dejar de mencionar el maravilloso Camarín, que se encuentra atrás del altar principal en donde se honra a la Virgen de la Concepción. La cúpula del Camarín es de una belleza arquitectónica por dentro y por fuera de San Diego, y compensa con creces la falta de unas torres en el templo, lugar preferido de los miles de fieles que anteriormente mantenían el movimiento acelerado del mercado Terán, mesones –ya extinguidos-, y comercio de la zona. La belleza exterior del Camarín se complementa con las dos medias cúpulas que diseñó y construyó don Refugio Reyes. Este complejo franciscano es un tesoro de Aguascalientes, en donde además, desde el siglo antepasado, la parte del convento, fue sede de la educación media y superior; ahí nacieron, en distintas épocas, el Instituto de Ciencias y la primera Universidad del Estado… VOX POPULI: Calles y callejas tienen ojos y orejas… (celcastillo@hotmail.com)

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