¿Licenciado o ni-ni con suerte?
Ha comenzado la fiebre por el ingreso a la educación superior, en donde las preferencias se las lleva de palmo a palmo la Universidad Autónoma de Aguascalientes. A la par de los procesos de admisión en las distintas universidades, se abre el apetito por organizar las "ferias vocacionales", que no son otra cosa más que escaparates mercadológicos para atraer a una creciente demanda de jóvenes que buscan acceder a ese lugar privilegiado de pertenecer a una Universidad.
Que yo recuerde, la toma de una decisión de tal trascendencia se daba de una forma natural, sin tanto brinco y sin las presiones, familiares o institucionales, por ingresar a determinadas licenciaturas. Ahora elegir una carrera u otra, va matizado por una serie de prejuicios, los que en su mayoría se inclinan por alcanzar una profesión exitosa que garantice el ascenso social. Falacias.
En los actuales tiempos y en las actuales circunstancias, ninguna licenciatura tiene asegurado el triunfo económico. Ningún maná les vendrá del cielo a los egresados de las universidades, por el contrario les costará un esfuerzo notable, dolores de cabeza y tal vez una serie de descalabros, primero, el concluir satisfactoriamente una carrera profesional, y luego, escalar una pirámide laboral que de por sí, está muy deteriorada por los golpeteos económicos, de los que sólo escapan los privilegiados que bien sabemos en dónde están ubicados.
Anteriormente bastaba el ejemplo o el consejo de los padres, la recomendación de un buen maestro para visualizar el futuro profesional. Hoy en día no lo encuentran ni con la lámpara de Diógenes.
Me viene a la memoria lo dicho por el ingeniero Alfonso Bernal Sahagún que relataba que la recomendación de estudiar la carrera de Ingeniero Bioquímico se la hizo un adulto, compañero ocasional de viaje, que se jactaba de tener ideas de avanzada: "México lo que necesita es de técnicos y no humanistas para su desarrollo", le había sentenciado el hombre.
El joven Alfonso atendió la recomendación y se inscribió en la carrera referida.
Vendría luego la moraleja: "A casi cincuenta años de distancia, considero que la elección fue acertada ya que difícilmente hubiera llegado lejos al escoger otro tipo de estudios profesionales. Primero, mis limitaciones, luego por el ambiente mezquino o de corrupción en que se ven obligados a desenvolverse, muchas veces contra su voluntad, las personas que ejercen otras profesiones".
Por el tiempo transcurrido desde que don Alfonso narraba esta anécdota, el ambiente mezquino y la corrupción han crecido a la quinta potencia elevada al cubo, así que el camino que les espera a los nuevos universitarios se presenta harto sinuoso.
A otros tal vez les vaya mejor al seguir aquella máxima de antaño: "Suerte te dé Dios, que el saber poco te importe". (hmdeleon@terra.com.mx)
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