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Los Universitarios Boxeador Héctor de León


 

Una anécdota; un recuerdo

 

Héctor de León

 

BOXEADOR. En cierta ocasión en que llegué al Parián, punto de reunión de los estudiantes que estaba enfrente de nuestra escuela –el Instituto de Ciencias-, encontré a un compañero con un ojo de cotorra, le pregunté: "¿Quién te pegó?" A lo que respondió: "Fue fulano". El triunfador del reciente pleito me preguntó: "¿Tú también quieres?" A lo que respondí que sí, pensando en vengar el agravio de mi amigo (aunque el otro también lo era).

 

No duré ni treinta segundos en pié, el tiempo suficiente para que yo sacara una oreja de coliflor. Me ayudó a levantarme un entrenador de box que me dijo: "¡Ay güerito, ni las manos sabe meter, le voy a entrenar para que se vengue de ese cuate que me cayó gordo!".

 

Y así fue, todos los días de la semana siguiente al salir de clases me dirigía al centro del Parián donde estaba el gimnasio. Me ponía a pegarle al único peso completo que había en el país, y éste, sin nunca tirarme un golpe sino sólo tratando de esquivar los míos, me lastimaba invariablemente la nariz (muy grande por cierto) y me hacía sangrar.

 

A los ocho días de resultar más vapuleado diariamente que el pleito original, reflexioné y llegué a la conclusión de que no era tan "rencoroso" para seguir preparando la venganza y dejé de asistir al gimnasio.

 

En este caso, por razones de seguridad, no doy nombres dado que el vapuleador de nosotros fue gobernador de Aguascalientes, y es un personaje con mucho poder político… (Alfonso Bernal Sahagún. "Antes que se me olvide". Editorial UAA, 2007).

 

La anterior anécdota es tal cual la escribió el ingeniero Bernal Sahagún, todo un personaje de bien de nuestro Aguascalientes, que fuera el fundador del Colegio de Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México, luego de que en una cena en casa del rector Pablo González Casanova, el Presidente Luis Echeverría le diera tan grande encomienda, luego de que conoció su pensamiento con respecto a la educación.

 

Eran las tardes de marzo, con aquellos hermosos atardeceres que se veían al poniente, atrás del cerro del Muerto, cuando nos sentábamos a platicar en las espaciosas oficinas del Patronato de la Feria, del cual el ingeniero Bernal Sahagún era el Tesorero, un hueso duro de roer porque sabía perfectamente el valor de cada peso, y más cuando provenía de los dineros del pueblo.

 

Hombres de su talla son los que le hacen falta a México y a nuestro Aguascalientes… (hmdeleon@terra.com.mx)

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