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“Los huaraches de mis amigos” (Anónimo)



  

Bonita fecha la de hoy para escribir a petición de parte, de la mía por cierto. Obvio que pretendo guardar el anonimato de la autoría de esta breve participación, y lo pretendo así por la sencilla razón de que los actores de este cuento que sin definir nombres sí llevan colores y muchos habrán de sentirse aludidos o llamados a probarse un chaleco que aún sin mangas les ajusta hasta para traje a la medida.

 

Como vemos pasar los años y casi por moda, costumbre o tradición a la víspera de los cambios ya sean de trienio o transexenales, los acomodos futurísticos que se generan en la vox populi motivados ciertamente por el amigo cercano a quienes son los que realmente generan esas suspicacias a la saga de quien ejerce el poder.

 

Todo mundo esboza esa peculiar sonrisa triunfante que parece taladrar la curiosidad de quienes a la expectativa de lo que esta por suceder buscan espacio como en aquel juego de la silla que durante fiestas infantiles en las que participábamos a vuelta y vuelta el que no baila al son que le tocan se queda sin la suya.

 

Bien, son los pasillos de ambos palacios,  la plaza patria y hasta el tradicional café del búho en la parte alta del hotel Francia, donde arremolinados mis amigos triunfantes, ya sean los rojos o los azules, la verdad es que el color no importa porque llegó a teñirse durante algún tiempo de naranja, y en otros casos, en morado., la mezcolanza poco importa cuando vemos que la ideología, intereses y complicidades no ocupan de tinte alguno para lograr su cometido.

 

Pues bien, los rojos por un lado cuya tradición se remonta a la época revolucionaria donde la voz cantante era la de sus balas, el olor a mezcal y los huaraches reforzados con correas de cuero  y que ya en 1929 decidieron cambiar y entrarle al conflicto de las ideas, de las palabras y por supuesto, de la razón.  Cual era entonces la premura, el blanco u objetivo real? Sencillo, obtener como campesino y a toda costa los privilegios de los caciques y hacendados que ocupaban mayormente el territorio nacional, incluyendo lo más preciado en gallardía para el hombre, emparentarse con aquellas bellas mujeres educadas específicamente para formar familia.

 

Los azules, desde entonces formaban parte de esa gallardía encumbrada en la posesión de las tierras, la cultura y amargas tradiciones heredadas por los precursores instruidos de la conquista, en pocas palabras, "los chicos fresas de la época", los mismos que en 1939 se organizaron para darle desde esa minoría disfrazada y bajo las nuevas reglas de la democracia nacional, parte del pastel que esta fiesta nacional les reservaría hasta volver a sus fueros después de aquellas revueltas.

 

 Nunca debemos dejar de pasar desapercibido el huarache, mucho menos en esta historia.

 

 

¿Cómo ve un Rojo el ejercicio del poder después de acceder a él ?

 

Comencemos por visualizar a nuestros amigos entre los años recientes, para no trastocar mucho la historia, digamos entre 1992 a la fecha y los vaivenes que la democracia nos ha permitido experimentar en un nuevo ejercicio democrático denominado "Alternancia".

 

Después de muchos años en donde la supremacía del color rojo dejó entrever el cansancio de los años y acordó a nivel local que era tiempo, pese a los progresos en materia económica, de un cambio radical que le recordara a su pueblo quienes son los que verdaderamente ejercen el poder en la entidad, quienes son los dueños de simpatías y de voluntades, no importando el color, intereses o hasta negocios "familiares", la idea principal era cambiar de calzado, el huarache por el zapato de tacón.

 

Un rojo ve el ejercicio del poder como una vendetta antigua, donde el discurso implora a ultranza una justicia social inequívoca, un compartir de los beneficios y un acceso a satisfactores casi inmediatos como a los que están acostumbrados los azules, producto claro está, de sus actividades comerciales en sociedad. Porque ellos sí y no yo? Experimentar el cambio del huarache al zapato de tacón, aunque me salgan ampollas, no importando que los mocasines sean llevados en justa propiedad con calcetín blanco para que resalten.

 

Un rojo ve la oportunidad clara de convertirse en hacendado de sus propias tierras, aunque con ello tenga que despojar de propias las de los demás.

 

 

¿Cómo ve un Azul el ejercicio del poder después de acceder a él?  

 

Un azul lo primero que hace, de manera muy respetuosa, es el agradecimiento a un don o ser divino, anticipándose con ello a exculparse de cualquier error que en su difícil tarea de gobernar pudiese cometer en perjuicio de sus gobernados.

 

Un azul se encomienda a los santos y le apuesta al Necaxa, habla de empleo pero no define cuantos o para quienes, se distingue por ser un buen administrador mas que buen orador, se dirige a la divinidad pidiendo castigo en los infiernos para los demás.

 

Un buen azul te promete un cambio y amistad eterna, aun a costa de sus líderes, porque según ellos nunca son los mismos como en otra parte.

 

Un azul ve el poder como la oportunidad de servir, a intereses, pero finalmente para servir.

 

Un azul ve en cada momento de ejercicio del poder, la oportunidad de ayudar, aunque sea solo a sí mismo. 

 

El azul ve en todo momento la oportunidad de recuperar a como de lugar y como sea su calidad de hacendado de la misma o peor manera que otros se la quitaron, según ellos.

 

Sea cual sea la historia entre los Rojos, los azules y hasta los naranjas, el huarache no es del mismo cuero y del mismo esperemos no salgan más correas. 

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