"MI BRAZO DERECHO".
Como aprender a vivir sin el poder.
Sin duda no es una tarea fácil, sobre todo si consideras que es algo con lo que no naciste, y de mala forma te acostumbraste en poco tiempo a ello.
Existe una verdadera historia atrás de esas historias de cambio de actitud de ciertos personajes vinculados con el ejercicio del poder, desde los que duran tres años, los que duran seis, los que siempre han vivido del mismo, y hasta los que lo heredan.
Esa historia a la que me refiero no requiere de hilos negros para quedar al descubierto, sin embargo creo que es prudente establecer aquí los roles de corresponsabilidad entre unos y otros, los que ejercen el poder y los que ceden el mismo. Resulta entonces curioso que la frase "Muera el rey, viva el rey" cobra vida en la inmediatez de un proceso electoral, donde comienzan a surgir los valores y virtudes de los triunfantes, resurgen familiares y hasta las amistades de hace años, quienes son tus vecinos siempre te han visto como personas admirables, tranquilas y dedicadas al trabajo diario.
Por el contrario, a quienes corresponde el rol del retiro, cosechan comentarios que van desde el agravio insensato por no haberte acordado de ellos cuando andabas descalzo, cuando no tenías ni para el pasaje del camión de ruta, cuando hasta la cubeta para cubrir las goteras en tiempos de lluvias o la música grupera de fines de semana celebrando con el cartón de cervezas y los amigos de la construcción que sin empacho alguno se integraban a tan singular tertulia…. Todo eso quedó atrás, tres años atrás cuando la ilusión por ejercer el poder pareciera fuese algo que por cierta proximidad, parentesco u amistad debiese compartirse.
Para nada contaba lo que en tu interior fuiste acumulando como rastros de sacrificio, malpasadas, hambre, frío, ofensas y si bien te fue, burlas de parte de tus superiores. Disciplina dirían algunos, lealtad dirían otros, la única verdad que no contaba era la tuya, la del que por esos sacrificios llegó a encumbrarse; y vaya que existen de forma a formas de acceder al poder, pero digamos que la más clara y sencilla es la que a continuación habré de narrarle a usted, si es que he logrado captar su atención., créame, puede sentirse identificado con alguno de los actores de los siguientes relatos…
Aquí comienza nuestra historia, a la salida de una escuela donde un vehículo enorme de color oscuro abría una portezuela y descendían inmaculadas un par de mujeres de natural belleza y peculiar aroma, presto y presuroso un caballero que al frente del volante se erigía además en guardián personal de ambas damas. La hora obviamente no era la prudente para que yo llegase a pensar siquiera que vendrían por alguien, pero si mi precoz mente imagino lo que en unos minutos podría comprobar, je je je, siempre he sido así, mente cochambrosa pero no en balde, el pasillo de la escuela se convertía en el sendero de paso de una calle a otra para acceder al destino final de aquellas bellas mujeres sin despertar sospechas, una casona notable en su bella arquitectura para la época, lugar en el que las damas que tras despojarse de sus hermosos abrigos mostraban atributos físicos que al acto obligaban en abrir al máximo los ojos de quien las mirase, al tiempo que el caballero que las escoltaba inclinaba la cabeza en clara postura de sumisión a quienes con puro y copa en mano aguardaron quiero pensar, serenamente el arribo de las ya descritas.
Acto seguido, desde el sigilo y espacio oculto donde me encontraba pude distinguir perfectamente de quienes se trataba, eran los mismos distinguidos caballeros cuyas imágenes vería yo colocadas hasta en los postes y que junto a sus esposas y familias en el jardín principal de cualquier ciudad para no herir susceptibilidades, se hacían arremolinar por decenas de gentes que aplaudían a su paso las vestimentas con las que exhibían al pueblo su buena fortuna.
Decirle a usted en estos momentos de quienes se trataba me haría sentir muy mal, sobre todo por tratarse de extintos en esta historia, y por otra parte porque los lectores ya poco interés muestran sobre la vida ajena. Lo que sí puedo decirles es que el ejercicio del poder, sus lujos, las nuevas amistades, los grandes negocios y las nuevas "experiencias" formaban parte de ese gran anhelo que nació en mí. Tarde descubriría que existen cosas que si valen la pena, y las otras, mejor dejarlas al olvido.
Bastaba con desear un lapicero para que en mi escritorio se postraran más de cinco personas esgrimiendo el suyo propio como si de mi decisión dependiera a cuál de todos ellos les depositaría a partir de entonces toda mi confianza y sería por ende, durante mi encargo constitucional, mi brazo derecho.
Llegar al recinto y experimentar las primeras muestras de respeto acompañadas de esas fuertes y estruendosas palabras "Señor por aquí", "señor por allá", lo que usted diga ésta bien señor, etc. Ello sin contar los escotes que discretamente distraían mi atención y que en mi mente poco a poco comenzaron a lucubrar la falsa idea de que si la hermosa y especial atención del personal era parte del activo, prerrogativas o privilegios del poder, en verdad que sí marea el mismo, ya no era yo el espectador sino el torero sin la bestia de frente que me intimidara.
Ya listo para la primera pasarela por la plaza principal, dueño de un traje que recién habría alquilado para no quedar mal y exhibir mis carencias, caminando con extrema cautela, no fuese a resbalar pues con calzado nuevo recordarán ustedes que puede uno tropezar al no estar bien rayada la baqueta del calzado cuando es de reciente adquisición. Ante la vista de los boleros que no dudaban en manifestar su característico cortejo de bienvenida a un ruedo en el que poco a poco habría de descubrir que existen reglas, no escritas pero reglas al fin.
Mañana si me lo permiten continuare con esta historia, bastará con que lo pidan al dueño de este formato de comunicación y por supuesto y que en seguida yo daré rienda suelta a mis recuerdos y un tanto, sin exagerar, a mi recurrente imaginación. Hasta pronto ¡!
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