BANNER

Como aprender a vivir sin el poder (Por El Bolillo con crema)

Cuarta parte.-

Capítulo aparte para evitar el estrés.


Decía mi abuelo (en paz descanse): "Camina y camina y fortuna
encontrarás". Pasaron varios años para que yo pudiese comprender el
significado de sus palabras, y es que conforme transcurrían los días,
efectivamente me veía yo caminando y no precisamente como un ejercicio
de reflexión o meditación, ¡vaya ni siquiera pensaba yo que por salud,
sino porque ni para el camión contaba yo y pues, tenía que trasladarme
como la inmensa mayoría en nuestro país, en mi "doch" patas.



En ocasiones contaba mis pasos de una cuadra a otra, constantemente
por mi mente atravesaba el deseo de encontrarme un billete, una
moneda, algo que me permitiera ahorrar para que llegando al destino,
mínimo pudiera echarme un bolillo con vinagre, que yo mismo le pedía
al señor de la tienda, que me le pusiera.



No fueron pocos mis descubrimientos urbanos, hablo de que
efectivamente llegué a encontrarme monedas, un par de billetes, un
anillo, una cadena de oro, juguetes, y hasta cigarrillos en buen
estado; aunque no fumaba en aquel entonces, para mí era un hallazgo;
las estampitas con imágenes religiosas no podían faltar en este baúl
de tesoros urbanos ficticios: folletos, volantes, tarjetas de
presentación y por sobre todo ello, "Una oración a San Cipriano", al
que siempre le habría de pedir que en cualquier momento no me dejara
de brindar su mano.



Todos los días pese a mi precaria situación, a pesar también de que le
echaba muchas ganas a lo que hacía y hasta lo que dejaba de hacer, me
levantaba yo fijándome que fuera el pie derecho el que primero pisara
el suelo, para no salarme, y dirigiendo mi mirada al cielo pedía yo
con firme devoción su bendición, para que ese día fuera finalmente el
día de mi vida. Creo que esa actitud siempre me ha servido para
entender que uno jamás debe estar esperanzado a que las cosas le van a
caer de arriba, y que si no te aplicas y le pones empeño, no llegarás
jamás a lugar alguno.



Mentiría si les dijera que me dio mucho por la lectura de grandes
obras, citas de escritores o líderes de opinión, eran tiempos de estar
enterado sólo a través de espacios de nota roja de chismes que en
ignorancia uno creía estar bien informado. Cuentos como "La Familia
Burrón", "El Transas", "Los Súper Machos" y algunas frases
interesantes de Selecciones de Readers Digest, eran básicamente el
material de cultura al que tenía acceso, independientemente de
aquellos que marcaron un significado importante en mi formación
profesional, refiriéndome a cursar una carrera profesional que bien a
bien o a ciencia cierta no sabría si ejercería en algún momento de mi
vida, sin embargo, fue esa oportunidad de vida, bendición que supe
agradecer como el gran esfuerzo y mejor herencia que pudieron
brindarme esos bellos seres que me dieron la vida.



No, mal agradecido no soy, tal vez un poco rebelde y atrabancado pero
como diría una persona a la que le guardo un especial afecto, puedo
ser "inofensivo". Digamos que sí, eso creían todos, por eso cuando
pude dar cuenta de ese libro que muchos se chutan como si fuera receta
medica, "El arte de la Guerra" y tratan de interpretarlo siguiendo
paso a paso como si fuera manual, pues no, porque muy a tiempo aprendí
de aquellos tres changuitos, que aún guardo en mi casa, su casa,
amigas y amigos lectores, artesanías que me recuerdan todos los días
el mayor capítulo de mi vida en sociedad, donde la máxima era Oír, Ver
y Callar; con el tiempo y justa razón atenuante a mi causa, yo le
agregaría: "Cuando sea oportuno, hablar".



Ya junto, pegadito suena bien, "Oír, ver y callar y cuando sea
oportuno, hablar". Ahora imagínense esos tres changuitos, uno
tapándose las orejas, el otro ocultando sus ojos, un tercero cubriendo
su boca a dos manos, y el último, je je je, aquí nomás, escribiendo lo
que seguramente usted leerá, pues no hay mejor anfitrión que este
sitio, www.cortandoporlozano.com



Son parte de las reglas no escritas que en política le enseñan a uno,
que debes aguantar, aprender a tragar lo que sea sin hacer gestos,
soportar los constantes cambios de humor de los demás, y sonreír por
fuera lo que lloras por dentro. Son los ojos el espejo del alma, que
permiten a cualquier ser humano transmitir su verdadero estado
emocional; una vez dominado ese aspecto, no existe polígrafo que te
descubra, has aprendido a mentir a todos, menos a ti mismo, a tu
consciencia.



Cada paso que das día con día, te permite conocer el mundo, tu
entorno, conocer la rutina de las personas con las que convives y de
las que no, te permite determinar el tiempo y la distancia entre un
lugar y otro, te permite apreciar las diferencias entre una colonia y
la otra, saber hasta qué piso o suelo es mejor para caminar, que
trayecto es el más corto, el más seguro, el más transitado, donde
puedes conseguir las cosas que tu necesite.

Esa era la fortuna a la que se refería mi abuelo, en paz descanse: a
conocer el mundo, saber tomar decisiones en condiciones extremas,
conocer la carencia y la opulencia. Apreciar lo bueno y lo malo,
convertirlo en experiencia, conocimiento y sabiduría. Repito, esa es
la verdadera fortuna, saludar, conocer gente, hacer amigos, tener
familia, ser humano y vivir al máximo.



Gracias, Abuelo: tu hija y su esposo completaron la tarea, en verdad
no sabes cuánto me han servido esas palabras, procuro andar "a pata"
de cuando en cuando, sigo observando esos vehículos ostentosos
trasladarse de un lugar a otro, pobrecillos los que van adentro, no
saben de lo que se están perdiendo.

Político, torero, indiscreto, no sé, pero un ser humano agradecido
con la vida, sí, y por supuesto en este día, con usted que me lee.
Buen día ¡



PD. Cuando puedan salgan a la tienda de la esquina, tomen un refresco
bien frío del refrigerador y al tendero pídanle un bolillo con crema,
un chile y si les alcanza para una rebanada de jamón, tanto mejor; se
sientan en la banqueta y mientras lo disfrutan observan a las personas
que pasar, ya luego se platican ustedes mismos su experiencia.

Publicar un comentario

0 Comentarios