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Cómo aprender a vivir sin el poder (El joven eterno)


 

Quinta parte.-

 


 

Jamás olvidaré aquellos años de juventud e incursión en la política, mis PRImeros pininos como suele decirse en el argot, tiempos en los que andar cargados de volantes y cualquier tipo de propaganda de los candidatos era símbolo inequívoco de un status al interior del instituto políticom, el tradicional hasta entonces. Quien traía las camisas blancas, el que traía las playeras rojas, que si unas eran de algodón y que si las más corrientitas eran para regalar en los mítines, que si la que cargaba con las bolsas de las despensas...  eran los principios del ejercicio de un poder.

 

Claramente recuerdo aquellos rostros radiantes de fe y esperanza que esbozaban decenas ó cientos de personas que se arremolinaban en torno a las camionetas donde transportábamos todo lo necesario, para que a la llegada de los candidatos, porque ya habían aprendido que solos no podían andar, pancartas, matracas, globos, confeti, mandiles, cachuchas; en fin, todo lo que antes se acostumbraba a obsequiar cuando en verdad "querían ganar", porque ya desde entonces comenzaban a hacer aparición aquellos que conocedores del sistema político electoral en nuestro país, consideraban que ocupar posiciones no del privilegio del candidato ancla, resultarían más redituables a sus planes.

 

Imaginen ustedes la llegada de toda una caravana de vehículos de reciente modelo, un ejercito de militantes al servicio del candidato a "Don señor", atropellándose entre ellos mismos con tal de que el referido los ubicara como parte del equipo que llegado el momento habría de ocupar algún cargo para el que estuviera o no capacitado, habría de cumplir con la cuota prometida. Todo mundo a la expectativa de sus peroratas y gran discurso de …. "Este país es de jóvenes y para ellos estamos trabajando, es un país que requiere en su visión de futuro de la participación activa de los nuevos revolucionarios de México". Palabras como esas harían eco en los receptores de líneas discursivas de las dirigencias y de los candidatos a diversos cargos de elección popular; era la moda, pues.

 

Cosa contraria sucedía en los hechos, porque cada que los grupos jóvenes se acercaban con los "señores", la única respuesta que encontraban era la de "no es el momento muchachos, deben prepararse para las tareas a las que el partido habrá de llamarles, pero quiero decirles que el candidato esta muy contento con el trabajo que ustedes están realizando, me pide ser el conducto para hacerles  llegar su eterno agradecimiento, que sepan que una vez alcanzada la meta, las puertas siempre estarán abiertas para su equipos, ustedes. Noooooo... Imagínense ustedes  la cara de felicidad de todos los que ahí estábamos, ni los pavorreales se veían tan anchos, salíamos de esas oficinas de organización y propaganda con playeras nuevas, recién desempacadas, cachuchas de las que usaba el mismísimo candidato, termos, pulseras, encendedores, etc., todo lo que se les ocurra y más que pudieran obsequiar en ese entonces, y conste que no necesariamente pensando en los simpatizantes, me refiero a las utilidades que representaban para los que se encargaban de adquirir todo ese mundo de mercadotecnia  y porque satisfacían de gran manera el "ego" de Don señor, que pedía ver su rostro hasta en las letrinas del baño, de ser posible. 

 

Recuerdo muy bien en el crucero vehicular por tradición, donde al arribo del fallido aspirante a "Don señor", hombre culto por cierto, de nobles sentimientos y familia ejemplar, mejor herencia no pudo tener, puntual como era su costumbre por así habérselo instruido su señor padre desde la infancia, se dispuso a saludar a todos los conductores que en esa media hora programada de volanteo estableció su equipo de campaña...

 

Siempre estaba escoltado por los "chicos fresa", los jóvenes pudientes del partido, los que siempre usaban calzado  lustroso y ropa a la moda, pertenecientes a la nueva generación de políticos que más por tradición o por linaje estaban ahí; contrastaban con aquellos a los que no nos importaba si nuestras playeras de promoción estaban sucias o hasta rasgadas, queríamos que nos viera el candidato, el que por cierto, con esa amabilidad y don de gentes que hasta la fecha le caracteriza, se acercaba a saludarnos para darnos las gracias de manera personal y saludo en mano, todo eso ante la mirada adusta de los jóvenes del "Nuevo México" decían ellos, ya no sé si era al revés volteado, pero sí, en efecto son los mismos que hoy están encumbrados.

 

Cuánta risa, ya no dijeran ustedes coraje, nos daba cuando al término de ese tipo de actividades el candidato tenía por costumbre tomarse la foto como testigo grafico de que realmente su campaña no estaba floja, lo digo porque a menudo se nos informaba que el candidato perdía mucho tiempo en el D.F., como si tratara de no perder su arraigo recurrente y casi eterno en aquellos lares; continúo pues: para esa foto, por supuesto que los PRImeros instalados junto al candidato a "Don señor" eran los mismos que ya les había descrito líneas arriba. Acto seguido el candidato ni siquiera cruzaba la calle, cuando un agente de tránsito le facilitaba la maniobra deteniendo momentáneamente el trafico vehicular para que abordara su flamante unidad con placas por cierto, del D.F..

 

Ahí estábamos entonces frente a frente las juventudes del partido, los que trabajábamos y los que se tomaban la foto, los que nos acostumbramos al bolillo con crema y los que se acostumbraron al bolsillo de sus padres como condición para hacer campaña. Claro, los viejos ya no estaban en condiciones de la famosa talacha, mandaban a sus hijos para que fueran aprendiendo un poco del oficio que a ellos en su tiempo les había encumbrado y que gracias a eso jamás dejaron de cocinar con manteca.

 

Pues bien, siempre sonrientes estos jóvenes aristócratas, nos arrancaban emociones encontradas, porque  mientras a nosotros hasta nos contaban los volantes de propaganda, a ellos se los entregaban a manos llenas, disque porque representaban para el partido una mejor imagen, pero en cuanto se retiraba el candidato nos entregaban, tan espléndidos como eran ellos, el butti de propaganda que, oculta en los portaequipajes de sus vehículos paseaban por toda la ciudad…

 

A los que bien nos iba, se nos invitaba a departir gustosos la celebración con esa singular "botana" que servían en un lugar empotrado al suelo al sur poniente de la ciudad, (no les digo el nombre porque no se trata de hacer ese tipo de publicidad y mucho menos abusar de mi calidad de huésped en www.cortandoporlozano.com ) por una actividad que según ellos les redituaría muchos votos o simpatías al candidato, ciertamente ahí y al calor de las bebidas se nos olvidaban los agravios y hasta les encontrábamos la gracia de buenas gentes a esos jóvenes adinerados que nos compartían indirectamente las mieles del poder.

 

Mi mente comienza a escudriñar en muchas anécdotas, datos curiosos e información que poco a poco iremos descifrando respecto a la verdadera política en nuestro país, desde mi muy particular punto de vista claro está, mismo que quiero compartirles y que a la vez no les abrirá los ojos sino que les confirmara que son cosas que sí llegaron a suceder.

 

Llantos fingidos, amistades por conveniencia, intereses ocultos, rostros del poder tras el poder, los que perteneciendo a un color se benefician del triunfo del otro; los que perdiendo ganan; los arreglos de alcoba, que si bien es cierto no tienen porque importarnos, es conveniente conocer toda vez que rompen con las aspiraciones legitimas de muchos militantes, ya sea de un color o de otro. Desmiéntanme.

 

Lo realmente cierto y más en este breve relato, es que si no te pones las pilas verás pasar el tiempo "eternamente joven" y cuando creas que ha llegado el momento, serás "eternamente viejo", así es como se va aprendiendo a sobrevivir sin ejercer el poder. 

 

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Gracias¡

 

Nota de la Dirección: Me adelanto y acepto tu invitación, misterioso escribano, pero los lectores esperan a cambio de leerte, saber quien eres, pues aducen que el interés de lo que se narra va en relación directa con el autor.    

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